Volver al futuro

Cuando el mundo se debate sobre los caminos a transitar para cumplir los grandes desafíos que encierra el futuro, Argentina insiste en hacer volver atrás el almanaque para seguir escarbando en el legajo del vecino.

Federico Aguer

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Impotencia, resignación, descreimiento, son sensaciones comunes con las que uno se encuentra al transitar los caminos de la provincia. Lo grave es que todo esto se traduce en falta de inversión y una mayor contracción de las economías regionales.

Por suerte llovió. Y como decía un gringo amigo del oeste santafesino: “si llueve no importan los peronistas ni los radicales”, en franca referencia al cambio de ánimo en los productores y los pueblos del interior.

Los vaivenes impositivos del biodiésel fueron el reflejo de una gestión que improvisa sobre la marcha, desalentando cualquier tipo de inversión, incluso a la que más le cabe el discurso del agregado de valor, y en donde -dicho sea de paso- Argentina se ha transformado en un referente a nivel mundial.

Los proyectos que pretenden eliminar las aplicaciones aéreas también se encuadran en una movida que, detrás de excusas ambientalistas, esconde una furiosa animadversión (más ideológica que científica) contra la multinacional fabricante del herbicida más difundido. Además, en algunos casos, deja entrever un gran desconocimiento del entramado de normativas que regulan a los aeroaplicadores, la función que cumplen en la agricultura moderna, y el enorme impacto que su ausencia tendría para las economías regionales, donde cultivos como el arroz, el girasol, el maíz y otros, son fundamentales para la vida de los circuitos productivos y calidad de vida de su gente. Pretender eliminar las aplicaciones aéreas a la agricultura implica volver al arado y el buey, con todas las consecuencias que ello implica: ¿Quién se hará cargo de semejante descalabro?.¿Porqué no avanzamos más bien en la optimización, mayor control, y gradual reemplazo por productos inocuos al medio ambiente?. “Deberían prohibir la fumigación sobre las escuelas”, nos acota una lectora, quien debería saber que dicha práctica es hoy un delito, y que quien lo cometa debe ir preso.

A este Gobierno todavía le resta mucho tiempo en el poder, y para sobrellevarlo con éxito, debería tomar nota del reclamo de quienes sustentan el modelo con el esfuerzo de su trabajo. El reclamo nacional de la semana pasada marca una clara expresión de rechazo a la pretensión de la permanencia eterna en el poder a través de otra reforma constitucional que permita una reelección indefinida. Y también a las imposiciones del ahorro, el corralito cambiario, la inseguridad y la corrupción impune. Es hora de volver a debatir mirando al futuro, respetando las opiniones, los disensos, unificando los objetivos comunes y no las diferencias irreconciliables.