Los cuentos de García Márquez

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Gabriel García Márquez, en México, en 2009. Foto: Archivo El Litoral

Por Nilda Somer

 

“Todos los cuentos”, de Gabriel García Márquez. Sudamericana/ Mondadori. Buenos Aires, 2012.

Aunque fueron sus novelas, y sobre todo Cien años de soledad, las que cimentaron la fama y la difusión internacional de Gabriel García Márquez, su visión y su estética se encuentran ampliamente presentes en sus distintos libros de cuentos, que son, cronológicamente: Ojos de perro azul, Los funerales de la Mamá Grande, La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada, y, finalmente, Doce cuentos peregrinos.

Publicado después del salto a la celebridad de García Márquez, en 1974, Ojos de perro azul reúne a sus primeros cuentos aparecidos en publicaciones varias entre 1947 y 1955. Son cuentos que revelan su carácter inmaduro, tal como los juzgó Vargas Llosa con justicia en su ensayo (Historia de un deicidio) dedicado al autor de Crónica de una muerte anunciada, antes de que la enemistad los separe.

En Los funerales de la Mamá Grande, de 1962, ya aparece Macondo y ese mundo de realismo mágico que generó epígonos hasta el hartazgo, y una consecuente momentánea confusión entre muchos catedráticos y críticos, que comenzaron a acusar a García Márquez de efectista, promovedor de exotismos y colorinches fuegos de artificio.

En los dos últimos libros de cuentos ya estamos en plena grandeza creativa de García Márquez. Son cuentos que ejemplifican a la perfección sus lecciones sobre el arte de la narración. “Escribir una novela es pegar ladrillos. Escribir un cuento es vaciar en concreto”. Y también: “La intensidad y la unidad interna son esenciales en un cuento y no tanto en la novela, que por fortuna tiene otros recursos para convencer. Por lo mismo, cuando uno acaba de leer un cuento puede imaginarse lo que se le ocurra del antes y el después, y todo eso seguirá siendo parte de la materia y la magia de lo que leyó”.

Aquí lo mágico y lo cotidiano se ensamblan en una armonía precisa, y se hace efectiva la sentencia del propio García Márquez: “El cuento parece ser el género natural de la humanidad por su incorporación espontánea a la vida cotidiana”.

Algo hay que asimila a todos estos relatos, tal como se puede comprobar en Todos los cuentos, volumen que reúne los 41 relatos de García Márquez, y es el afán (y la capacidad) de seducir al lector desde las primeras líneas. Basta repasar, en efecto, algunos de esos inicios:

“De pronto notó que se le había derrumbado su belleza. Aquella amarga belleza que llegó a dolerle físicamente como un tumor o como un cáncer”. (“Eva está dentro de su gato”, 1947).

“La jaula estaba terminada. Baltazar la colgó en el alero, por la fuerza de la costumbre, y cuando acabó de almorzar ya se decía por todos lados que era la jaula más bella del mundo” (“La prodigiosa tarde de Baltazar”, 1962).

“Cuando murió don José Montiel, todo el mundo se sintió vengado, menos su viuda; pero se necesitaron varias horas para que todo el mundo creyera que en verdad había muerto”. (“La viuda de Montiel”, 1962).

“Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos en el mar, pues el niño recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era a causa de la pestilencia” (“Un señor muy viejo con unas alas enormes, 1968).

“Al senador Onésimo Sánchez le faltaban seis meses y once días para morirse cuando encontró a la mujer de su vida”. (“Muerte constante más allá del amor”, 1970).