La vuelta al mundo

¿Qué pasa en Ghana?

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La Fragata Libertad. Foto: efe

Rogelio Alaniz

Lo más aconsejable hubiera sido que la Fragata Libertad no hubiera salido del puerto de Buenos Aires. En mi pueblo, los deudores no salían a la calle porque sabían que los acreedores les iban a hacer pasar un mal rato. Atendiendo al desarrollo de los acontecimientos, lo que pasó en Ghana podría haber ocurrido en distintos puertos de Europa y en varios puertos africanos. Dicho con otras palabras: nos estaban esperando. Pasó en Ghana, pero podría haber acontecido en otro lado. El gobierno argentino tenía la obligación de saberlo.

Después de todo, no era la primera vez que los llamados fondos buitres buscaban carroña. Según se sabe, entre 2007 y 2010 el gobierno nacional debió suspender a último momento dos vuelos del Tango 01, porque lo estaban esperando en aeropuertos de los Estados Unidos y Alemania. Hace una semana, las amenazas en Nueva York incluyeron manifestaciones con consignas contra la Argentina y en la puerta de la embajada depositaron el cadáver de una enorme rata.

¿Quién decidió que la nave insignia atracara en el puerto de Tema? No lo sabemos y tampoco tiene mucha importancia saberlo, porque en cualquier caso la responsabilidad política es del gobierno y de nadie más. Lo que queda claro, es que si el gobierno nacional pensaba que con la venta de ropa interior en Angola o la participación de la señora presidente en una bailanta, quedaban arreglados nuestros problemas en África. Los hechos demostraron exactamente lo contrario.

¿Cómo y por qué ocurrió lo que ocurrió? El embargo fue ordenado por el juez Richard Adjei Frimpong, titular del Tribunal de Comercio de Ghana. El magistrado, educado en Gran Bretaña y reconocido como un hueso duro de roer, considera que la Argentina renunció a la soberania de la fragata en los contratos que firmó al emitir los bonos de la deuda.

Para los aficionados a la historia, Ghana es una ex colonia inglesa que inició su independencia en 1957 y la concluyó en 1960. Su capital es Accra, una ciudad de alrededor de dos millones y medio de habitantes, y la población total del país llega casi a los veinticinco millones de personas, distribuidas en un territorio de alrededor de 239.000 kilómetros cuadrados.

El héroe nacional es Kwawe Nkruma. Nacido en 1902, estudió en los Estados Unidos e Inglaterra, y al finalizar la Segunda Guerra Mundial ya era uno de los jefes políticos más prestigiados de la ex Costa de Oro. Después de padecer persecuciones, cárceles y exilios, accedió al poder en 1960 y se mantuvo en él hasta 1967, cuando fue derrocado por un motín militar. Desde el exilio siguió predicando a favor de su causa y considerándose el hombre elegido por los dioses para liberar no sólo a Ghana, sino a toda África. Enfermo, fue a buscar refugio a Rumania, a la Rumania de Ceaucescu, donde murió en 1972. Una vez que sus paisanos se aseguraron de que estaba definitivamente muerto, le levantaron monumentos y lo consideraron el fundador de la patria, cargo que ejerce desde el bronce hasta la fecha. El actual presidente de Ghana es John Dramani Mahama, quien asumió el poder en julio de este año en reemplazo del John Evans Atta Mills, electo en enero del 2009 y fallecido a mediados de este año.

Retornemos al pleito. El estudio jurídico que presentó la demanda contra la Argentina, fue “Bentsi-Enchill, Letas & Ankomah”, el más prestigioso de Ghana, fundado en 1988 y que resgistra entre sus casos destacados el de las acciones de la empresa financiera saudí, Kigdom Holding y el de la cervecería Guinness Ghana Breweries. El abogado que litiga, es Ace Anan Ankomah, un peso pesado de reconocido talento y prestigio jurídico. En la actualidad, este abogado es miembro de la Corte Internacional de Arbitraje, lo cual no es una buena noticia para la Argentina.

Ankomah actua en representación del operador financiero de Wall Street, Paul Singer, titular del fondo “NML Capital Limited” y director de otro poderoso fondo de inversión llamado “Elliot Management”. ¿Qué le reclaman al Estado argentino? La suma aproximada de trescientos millones de dólares e intereses por otros cien . ¿Y mientras tanto? Una fianza de veinte millones de dólares. Según Ankomah, el reclamo es razonable y generoso, ya que asciende a menos del diez por ciento del total del reclamo. Además, dice este abogado, se ofrecen a repatriar gratis a los tripulantes de la nave hasta Buenos Aires. Muy amables.

Sin embargo, el malo de la película para el gobierno argentino no es Ankomah, sino Paul Singer, un lobbista de sesenta y ocho años, experto en la gestión de fondos buitres y uno de los asesores y financistas del actual candidato a presidente por el Partido Republicano, Mitt Romney. Una debilidad distingue a este halcón de los republicanos. Su hijo es gay y hace un año se casó con su compañero. En contradicción con las posiciones de la mayoría de los dirigentes de su partido, Singer destinó más de doce millones de dólares para defender la campaña promovida por los gays a favor del matrimonio igualitario. Como se decía en otros tiempos: contradicciones del imperio.

Como los viejos pistoleros del Lejano Oeste, Singer exhibe los méritos de su oficio. Lo que ahora intenta hacer con la Argentina, en su momento lo hizo con Perú y el Congo. En ambos casos le fue muy bien porque, como se sabe, su negocio es comprar deuda pública o privada a muy bajo precio, para luego extorsionar al deudor y cobrar caro. El negocio tiene sus riesgos, pero cuando sale bien los dividendos son multimillonarios. A estos fondos de capital se los llama despectivamente, “fondos buitres” y de manera más elegante, fondos de inversión libre o fondos de situaciones especiales.

Paul Singer y sus colaboradores han organizado en los Estados Unidos movilizaciones, seminarios, entrevistas con legisladores, para conseguir sus objetivos. Se estima que hasta el momento llevan gastados más de tres millones de dólares, una bagatela en relación con el botín que pretenden. Entre las diversas instituciones que han fundado, merece mencionarse a la “American Task Force Argentina” (ATFA), cuyo presidente es el reconocido lobbista Robert Shapiro. Por su parte, el vicepresidente de Singer, Jay Newmann, envió una carta al secretario general de la presidencia de la Argentina, Oscar Parrili, proponiéndole algunas variantes de negociación. El portador de la carta fue Mariano Mera Figueroa, hijo de un reconocido dirigente menemista de los años noventa y primo hermano de Urtubey, el actual gobernador de la provincia de Salta. Como se puede apreciar, Singer no está solo. Es más, es muy probable que en breve empiece a tallar el temible juez Griesa.

¿Qué hizo, mientras tanto, el gobierno argentino? Protestar. Los resultados hasta el momento han sido nulos y todo parece indicar que hacia el futuro la situación continuará siendo complicada. Por ahora, el gobierno nacional contrató en Ghana al abogado Lawrence Nsarko Ottoo y presentó las previsibles quejas en las Naciones Unidas. Algo parecido intentó hacer con la Unión Africana, cuyos directivos se reunieron en estos días en Etiopía. Habrá que ver los resultados de estas diligencias, pero a ojo de buen cubero diría que en lo inmediato la Argentina no tiene motivos para ser optimista con sus trámites.

¿Y Estados Unidos? Después de haberle retenido por una estupidez un avión, se me ocurre que no estamos en condiciones de pedir que se solidarice con nosotros. La otra alternativa es el G20, pero allí también habrá dificultades, porque desde hace meses Singer viene reclamando que nos expulsen del G20 por no cumplir con los compromisos internacionales. Digamos que corremos el riesgo de quedarnos solos, un problema que el cuentero de mi pueblo había tomado la precaución de evitar.

Conviene recordar, además, que Singer no es el único fondo que acciona contra la Argentina. Según los entendidos, hay alrededor de cuarenta y siete fondos con las mismas pretensiones de Singer. En todos los casos, estos titulares han rechazado los canjes de 2005 y 2010 ofrecidos por nuestro país. Como se sabe, esta oferta fue aceptada en su momento por el noventa y dos por ciento de los deudores, por lo que existe un ocho por ciento que reclama lo que considera que le corresponde.

Ya habrá tiempo para discutir en el futuro la legitimidad de los derechos argentinos y el rol de los denominaos fondos buitres. Por lo pronto, urge destrabar esta situación y recuperar la nave insignia sin que esto represente un costo político y económico humillante para el país. Por su parte, el gobierno de Ghana ha invocado el principio occidental de la división de poderes para justificar su prescindencia, lo cual podría pensarse, es una manera elegante de lavarse las manos. Mientras tanto, los diarios de Accra se divierten de lo lindo comentando las peripecias de los argentinos. Tal vez la humorada más ocurrente, en un país cuya pasión por el fútbol es mayoritaria, fue la que expresó uno de sus matutinos más populares: “Les cambiamos la nave insignia por Messi”. No creo que a Timmerman o a Moreno la ocurrencia les haya causado gracia.