Por la puerta de atrás

El bochorno desatado por el embargo a la fragata, desnuda heridas que no cierran y que siguen lacerando desde el poder, conspirando contra el progreso definitivo del país.

Federico Aguer

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La fragata Libertad es básicamente un barco, pero también es muchas cosas más. Es el buque insignia de nuestra Armada; la nave escuela cuyo periplo alrededor del mundo se constituye en el eslabón final de la carrera naval de nuestros marinos. Y es un testimonio viviente de la época de la navegación a vela, merced a la cual ganó importantes lauros internacionales, como la “Gran Medalla”, por una travesía a vela en 1966, cuando obtuvo el récord mundial para grandes veleros en el cruce del Atlántico Norte, entre Canadá e Inglaterra, recorriendo más de 2 mil millas en 8 días y medio. También supo ganar numerosos “Boston Teapot”, trofeo otorgado anualmente por la “Sail Training Association” a aquel velero que tripulado con más del cincuenta por ciento del personal en instrucción, recorra la máxima distancia solamente a vela, en un período de 124 horas de navegación. Pero tal vez, el premio más celebrado, era el regreso a las radas del puerto de Buenos Aires, donde era recibida por estruendosas sirenas y barcos que la acompañaban en un clima de orgullo y júbilo.

Hoy, todo esto forma parte del pasado. Retenida en el puerto de Tema, despidió a gran parte de su tripulación, que llegó al país por la puerta de atrás.

La primera alternativa es que desde el Gobierno no sabían que esto ocurriría. La segunda, todavía más preocupante, es que lo sospechaban y no hicieron nada para detenerlo. En cualquiera de los dos casos, la irresponsabilidad es mayúscula y devela el rumbo errático de la política exterior y defensa en manos de funcionarios cuyos mayores pergamino son la obsecuencia servil a su jefa.

Una presidenta, que siendo la máxima autoridad de las fuerzas armadas ejerce el desprecio por sus subordinados por cadena nacional y de todas las formas posibles: manifestando “un poquito de envidia” por los uniformados venezolanos, pretendiendo transformar el reclamo salarial de gendarmes y prefectos en un intento de golpe de Estado, y últimamente resignando el buque insignia a los fondos buitres, demuestra su ignorancia en las bases genuinas wdel liderazgo.

Los verdaderos estadistas, que en su juventud combatieron de diversas maneras al poder y las corporaciones, cuando les tocó asumir el mando de una nación, supieron dejar atrás su odio al uniforme para conducir los destinos de todos los integrantes de cada país. Mandela, Walesa, Lula, Mujica entendieron la importancia de adoptar una política unificadora. Salieron por la puerta grande.