La ciudad se recupera tras el huracán

Nueva York tras el “Sandy”: una ciudad con dos caras

Nueva York tras el “Sandy”: una ciudad con dos caras

Varios usuarios esperan en fila para poder subirse a uno de los autobuses con dirección a Manhattan. Foto: EFE

Daniel Schnettler y Christina Horsten - DPA

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El paso del ciclón “Sandy” no afectó por igual a todos los habitantes de Nueva York: mientras algunos perdieron todos sus pertenencias, para otros la vida sigue igual, como si nada hubiera ocurrido. La ciudad ofrece dos caras muy distintas.

Hay quienes se levantan como cada mañana, toman una ducha caliente, hacen café, leen cómodamente el periódico y van al trabajo. Y están quienes inician el día en la oscuridad, se congelan por culpa de una calefacción que apenas funciona y ven cómo se estropea su comida en una nevera que no funciona. Y en el peor de los casos, ya no tienen un techo sobre sus cabezas.

“Fue una tormenta devastadora, quizá la peor que hemos vivido nunca”, dijo al respecto el alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg. “Horrible”, describió el senador Charles Schumer la situación tras un vuelo de reconocimiento sobre la ciudad. “Se ha destruido demasiado”. Muchas zonas parecen Londres o Dresde después de los ataques de la Segunda Guerra Mundial. “Nunca había visto antes así a Nueva York”, cuenta el gobernador Andrew Cuomo.

Y sin embargo, la vida sigue igual para muchos neoyorquinos. En la mayor parte del Bronx o en las zonas altas de Manhattan, el ‘Sandy’ dobló algunos árboles, pero no llegaron las inundaciones del río Hudson o el East River. La gente tiene electricidad, agua corriente, Internet, televisión y cobertura telefónica móvil. Sin las omnipresentes noticias del huracán o la interrupción del metro, podrían olvidar la catástrofe.

La situación es muy distinta en Rockaway Beach, donde los neoyorquinos van en verano a la playa a tomar el sol. El viento y las fuertes olas se llevaron por delante el paseo de madera e hicieron revolotear los automóviles como si fueran juguetes.

Las viviendas cerca de la playa han quedado devastadas e imágenes similares llegan desde Coney Island, conocida por su parque de atracciones. En muchas viviendas ha quedado una gruesa capa de barro tras la retirada del agua. “Es oprimente. Y yo no soy fácilmente abatible”, cuenta una mujer ante las cámaras de televisión.

El punto más afectado por el ciclón fue sin embargo Breezy Point, un barrio agradable directamente a orillas del Atlántico. Primero llegaron las inundaciones, luego el fuego, probablemente desencadenado por cortocircuitos. Más de 80 casas de madera ardieron y quedaron reducidas a escombros.

Atrás quedan humeantes escombros y familias sin techo. Y era sobre todo esta región en la que el senador Schumer pensaba al hacer su comparación con las ciudades bombardeadas de la Segunda Guerra Mundial.

Pero no hace falta recurrir a esa tragedia para sentir las consecuencias de “Sandy”. En muchos barrios la gente no tiene electricidad o agua corriente. La situación ablanda a cualquiera. “Me horrorizo cada mañana cuando voy temprano al trabajo y está todo oscuro”, cuenta un policía de Brooklyn.

El primer día sin las comodidades de la civilización puede parecer una aventura, el segundo es soportable, pero el tercero es un martirio. Las temperaturas caen por la noche de forma considerable, el agua en los sótanos empieza a apestar y la comida escasea porque supermercados y restaurantes están cerrado y su propio y no funcionan sus cocinas.

Afortunado es quien vive por encima de la calle 39 de Manhattan, donde no circula el metro, sólo esporádicamente los autobuses y donde los semáforos apagados y los embotellamientos han vuelto a desatar el caos. Por la calle 39 transcurre la frontera entre la modernidad y la ‘Edad Media‘: hacia el norte hay electricidad, Internet y cobertura móvil; hacia el sur sólo funciona por casualidad o mediante sistemas de emergencia.

“No tengo electricidad en casa y tengo que llamar continuamente a mis padres para que no se preocupen‘, cuenta una estudiante sentada en una cafetería llena. Otros compran en los supermercados abiertos de los alrededores y algunos se quedan en casas de amigos o familiares en la zona menos afectada.