EDITORIAL

Escondite de narcos

Hace apenas una semana -poco después de la detención del ex jefe de Policía, Hugo Tognoli-, desde esta columna editorial se advertía que, más allá de los casos de corrupción que se observan dentro de las fuerzas policiales de la provincia, el problema de fondo era el avance del narcotráfico en la Argentina.

 

Específicamente se planteaba que nuestro país tiene fronteras permeables, un espacio aéreo que sigue careciendo de controles adecuados y una Dirección de Migraciones lábil en sus controles, conjunto de debilidades que facilita el ingreso de delincuentes.

Seis días después de la publicación de aquel editorial, se conoció la noticia de la detención de Henry de Jesús López Londoño (alias “Mi Sangre”), en la ciudad de Buenos Aires.

Se trata de uno de los jefes narcos colombianos más buscados a escala mundial. Según relató el diario El Tiempo, de Bogotá, “Mi Sangre” iba tras el control de las comunas en Medellín cuando, por la presión de las autoridades, el máximo jefe de la banda decidió enviarlo a la Argentina para protegerlo.

Hacía al menos dos meses que vivía en el país, donde nunca se preocupó demasiado por mantener un bajo perfil. Su familia residía en la exclusiva zona de Nordelta.

El caso de López Londoño representa un eslabón más en una larga cadena de narcotraficantes que fueron detectados en la Argentina. Tanto es así que, ya en 1999, se supo que la viuda de Pablo Escobar residía en el país.

Otro caso resonante fue el de Luis Agustín Caicedo Velandia, detenido en abril de 2010 por Interpol a pocos metros del shopping Alto Palermo. Quienes conocen el mundo del narcotráfico, aseguran que este hombre llegó a ocupar el lugar que había dejado vacante el mismísimo Pablo Escobar Gaviria.

El 26 de abril del año pasado, fue detenido en la Argentina Ignacio Alvarez Meyendorff. Residía en el país desde 2005. Desde los Estados Unidos se lo acusa de haber sido el jefe del Cartel del Norte del Valle del Cauca, Colombia. Durante casi una década, Alvarez Meyendorff entró y salió de la Argentina decenas de veces sin inconvenientes.

Otros nombres resonantes de narcotraficantes colombianos detectados son los de Gustavo Adolfo Mejía Medina y Cristian Londoño Cifuentes.

En definitiva, la realidad demuestra que el país se convirtió desde hace tiempo en un escondite para algunos de los principales capos de la droga.

Y este fenómeno no puede ser producto de la casualidad. Si estos delincuentes, considerados de máxima peligrosidad a nivel internacional, eligen la Argentina para residir -incluso junto a sus familias- es porque encuentran algún grado de seguridad, y saben que podrán ingresar y salir del país sin mayores inconvenientes. En definitiva, porque están creadas las condiciones para que el narcotráfico eche raíces.

Frente a tales evidencias, se impone la urgente necesidad de que el gobierno federal y los gobiernos provinciales comiencen a trabajar en conjunto para enfrentar este flagelo.

Por ahora, más allá de algunas teatralizaciones, el problema no parece ser abordado con la seriedad que merece.