Dulce madera cantora

Comparten el gusto por la guitarra y coinciden en el escenario. Una invitación desde Italia les permitió confirmar que el lenguaje que interpretan con seis cuerdas es universal, y que algunos músicos son verdaderos embajadores de nuestro país.

TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. MAURICIO GARÍN Y GENTILEZA DE LOS ENTREVISTADOS.

Dulce madera cantora

Concierto en el Chiostro di Cenannano, en la ciudad de Montevarchi (Arezzo-Italia), el pasado 30 de junio.

 

Para Néstor Ausqui y Miguel Frutos, la guitarra es “un instrumento que no se puede dejar”. Luego de hablar con ellos, se entiende que es una definición que puede leerse de dos maneras y ambas son acertadas y aplicables a quienes la pronuncian: les demanda un mínimo de cuatro horas diarias -también en vacaciones- de estudio; pero no la cambiarían por nada.

Ambos coincidieron hace décadas en el gusto por la música y por la interpretación de un repertorio clásico. Coincidieron también en diversos escenarios de la ciudad y el país, y lo volvieron a hacer este año en la ciudad de Montevarchi, provincia de Arezzo (Italia), en el marco de la XIII Edizione de Le Notti Delle Chitarre (La noche de la guitarra).

De esa experiencia hablaron con Nosotros, pero también del interés que despierta la música argentina en otras tierras y de un homenaje a Baltazar Benítez, que los reunirá, junto a músicos uruguayos el 11 de noviembre en la oriental Durazno.

Ausqui es guitarrista y docente de Guitarra en el Instituto Superior de Música de la UNL, y además de pisar suelo argentino, viajó con su música a Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil y, como se verá luego, a Italia y Holanda. Miguel Frutos comparte la interpretación del instrumento, la tarea de docente, la trayectoria y algunos viajes.

El primero nació en La Pampa, en una zona ubicada camino a General Píco, y se crió en las afueras de la ciudad de Tandil, donde mucha gente tocaba la guitarra. “A los 12 años ya tenía mi primera guitarra en las manos”.

Frutos es santafesino y llegó a la música “por esas devociones que uno tiene con su padre; el mío tocaba la guitarra”. Después vinieron los profesores y se terminó convirtiendo “en algo que no se puede dejar”.

Ambos coinciden en que el suyo es un instrumento de mucha riqueza, “porque la guitarra va a la gente. Nadie toca tan mal como para no rescatar nada. Además, está al servicio de la palabra, del canto”. Ausqui apunta que esa es la misma actitud que observa en los lugares donde dicta clases: “veo los chicos en los pasillos y siempre hay guitarristas tocando juntos; es una magia”.

En algún momento comenzaron a tocar juntos y ahora, varios años después, reconocen que en un dúo de guitarras se tienen que aunar, primero, la parte humana que es lo que garantiza el respeto por la individualidad de cada uno; y luego, el gusto.

Cada uno tiene varias guitarras: “siempre hay una que es la que más tocamos, otra la usamos para estudiar y otra para cambiar la posición de las manos”. Claro que si hay un asado “no llevamos la mejor. Porque la guitarra es como el mate: pasa de mano en mano y negar una guitarra es feo” (risas).

UN VIAJE EXTRAORDINARIO

“En Arezzo vive un guitarrista muy famoso que se llama Gonzalo Solari, titular de la cátedra de Guitarra de varias de esas escuelas municipales y de comunas de la zona, quien durante varios años logró concentrar la atención, durante casi un mes, sobre un festival y un concurso de guitarra para jóvenes músicos italianos, del que fuimos jurado. Fue una experiencia extraordinaria”, relata Ausqui quien había viajado ya dos veces hacia esa región.

El ciclo del que participaron en junio se extendió por varios días, “y este año estuvo centrado en nosotros, porque fuimos jurado, tocamos y dimos clases magistrales”, cuenta Frutos y coincide con su colega en “la avidez por nuestra música: si bien el repertorio incluyó música barroca, del renacimiento, clásica, hay un interés muy grande por lo nuestro”.

Frutos reconoce que “fue una emoción enorme tocar en esos palacios y edificios donde también interpretaron su música grandes personajes. Estuvimos en una iglesia del año 1327, de una antigua orden franciscana, con unas puertas tremendas, en medio de calles medievales. Todo ese ambiente predispone muy bien para tocar”, relata Ausqui.

“Es que cuando uno toca un instrumento sigue Frutos-, por más que tenga las cosas muy bien sabidas, siempre pasa algo. Y tocando juntos los dos, fue una perfección”. “Cuando salimos interviene Ausqui-, le dije: ‘¿viste qué bien tocamos?’ Y él me contestó: ‘cómo no vamos a tocar bien si acá lo único que se respira es paz’. Fue una cosa tremenda, también ayudada por el público”.

PIAZZOLLA, YUPANQUI, eduardo FALÚ

Volviendo al interés que despierta en el extranjero la música argentina, Ausqui cuenta que, “en Holanda, en una ocasión en que estuve dando conciertos y master class, iba caminando por Amsterdam y la persona que me llevaba a la sala, que es una de las más famosas del mundo, me dijo: ‘en esta sala me emocioné con Piazzolla, con Yupanqui, con Falú’. Fue increíble”.

Relata luego que tenía que tocar en una antigua iglesia protestante, reciclada por un compositor holandés que había transformado ese recinto en un estudio de grabación. “Cuando entré, me encontré con una atmósfera de café concert. La gente entraba, se sentaba, sonaba una especie de campanita, y tenía que tocar 30 minutos y parar otros 30. En ese lapso, el público se levantaba, conversaba y comía. Luego sonaba la campanita y volvía a tocar otra vez”.

La anécdota cobra más sentido cuando explica que “tocamos con guitarras clásicas que tienen un sonido corto, así que si no hay silencio, no se escucha”. Y en la sala que recuerda en la entrevista, pasado esa suerte de intervalo, el silencio permitía disfrutar de la interpretación.

UNA HERRAMIENTA DE CUIDADO

Ambos insisten en que el estudio del instrumento y de la música es fundamental, y coinciden en que “el ejercicio que no se hace hoy, mañana no se recupera”.

Sin embargo, las horas de práctica, día tras día, demandan un trabajo importante de motricidad fina, y con el tiempo pueden aparecer dolencias que se transforman en enfermedades. “Una es la distonía focal, que ocurre cuando se pierde el tono muscular”, explica Ausqui, y grafica: “cuando se mueve un dedo, se mueve un músculo y tiene que haber otro que lo contenga para que vuelva a su lugar”.

El problema aparece cuando ese mecanismo deja de funcionar y no parece ser tan inusual, al punto que en el hospital Fernández, de Buenos Aires, se creó la fundación Las manos del Músico. “Hicieron un relevamiento, y descubrieron que en la Argentina hay, entre profesionales y aficionados, unos 50 mil guitarristas de los cuales el 69 % tuvo o va a tener distonía focal”, advierte Ausqui. ¿Las causas? Una mala relación con el instrumento, “porque tocar la guitarra involucra una posición complicada, hay problemas de torsión de columna, problemas de cervicales, de lumbares... Y si esto no está bien calculado, aparecen los problemas. El otro motivo es esa costumbre inveterada de tratar de vencer a fuerza de práctica alguna dificultad; entonces se llega a un momento en que el músculo no responde”.

“Un gran maestro, Abel Carlevaro, decía: ‘los dedos deben ser comandados por la voluntad superior del cerebro’. No se puede tocar la guitarra mientras miro televisión o hago otra cosa”, apunta Ausqui. Es que “el cuerpo empieza a pasar facturas, no se trata de tocar por tocar”.

Haciendo docencia, resume que a la interpretación del instrumento, corresponde sumar la comprensión del texto que se interpreta, saber quién es el autor, en qué momento compuso la obra, cuál era el contexto, cómo se tocaba en el Renacimiento o el barroco, al menos en nuestro caso que abordamos un repertorio que va del 1500 en adelante”. El tercer aspecto que suman es “lo que me dice la obra porque si no me dice nada, no puedo transmitir nada”.

Pero, más allá de la disciplina y el esfuerzo y por encima del placer de viajar y compartir el lenguaje de la música con intérpretes de todo el mundo, ambos coinciden en que “este es un regalo que nos dio la vida”.

UN HOMENAJE EN DURAZNO

“En Holanda vive un guitarrista uruguayo, muy conocido y de enorme talento: Baltazar Benìtez, a quien la Asociación de Amigos del Centro Cultural Provincial, encabezada por el Dr. Felipe Cherep, trajo hace dos años junto a otros músicos con quienes le hicimos un homenaje”, cuenta Néstor Ausqui.

Benìtez es oriundo de Durazno del interior de Uruguay- y si bien hace bastante tiempo que dejó de tocar la guitarra debido a un problema de salud, su talento es reconocido en su país, en la Argentina y en otras tierras. Por eso es que para el 11 de noviembre se està motorizando un nuevo homenaje pero en su lugar de nacimiento. De Santa Fe viajarán Ausqui, Miguel Frutos y Exequiel Ricca. Y allá, junto a otros músicos, estará Yamandú Palacios, “uno de los más grandes cantautores uruguayos de la época de Zitarrosa”, se entusiasman los organizadores. A todos ellos se va a sumar el poeta uruguayo Ignacio Suárez.

“Los ediles de la Municipalidad de Durazno se han encontrado con que los argentinos le vamos a hacer un homenaje al hijo pródigo de la ciudad y van a declarar el evento de interés municipal y a nombrar ciudadano ilustre a Baltazar Benítez”, anticipan, mientras recomiendan conocer su obra, o recordarla en youtube.com

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Miguel Frutos y Néstor Ausqui coinciden en que la guitarra es un regalo que les dio la vida.

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El afiche con que se invitaba a la XIII edición de “Le Notti Delle Chitarre”, de la que participaron los santafesinos.