Charla de Domingo Sahda

Durero y el Renacimiento en Alemania

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La disertación del Prof. Sahda se realizó en el Instituto Argentino Germano. Foto: Pablo Aguirre

El innegable talento expresivo del artista se destaca en el trazado del dibujo y una minuciosa observación del detalle.

 

De la Redacción de El Litoral

En el Instituto Argentino Germano el Prof. Domingo Sahda ofreció una charla ilustrada sobre “Vida y Obra de Alberto Durero (Albrecht Dürer)”. La inició con una reflexión sobre el valor del arte pictórico en tanto generador en la construcción del pensamiento, como manifestación inteligente de la especie humana, única capaz de interpelar, transmitir ideas y emociones a través de la imagen. Tales, las características del arte de valor universal, que atraviesa los tiempos y las modas, y en el que ocupa un lugar destacado Alberto Durero (1471-1528).

Nacido en Nüremberg, Alemania, donde se conserva la casa donde vivió y tuvo su taller, hijo de un orfebre, a los 13 años realiza su autorretrato en un grabado a punta seca.

Observó Sahda el correlato que existe entre el predominio del pensamiento y la precisión de la línea, en tanto que cuando predomina lo emocional se revela en la intensidad del color. En Europa del Norte, en general -y siempre hablando de la época-, los artistas se caracterizan por la precisión del trazo, la exactitud del detalle lejos de los “esfumados” italianos. En los retratos de Durero, es característica por ejemplo, la mirada de tal precisión que parece estar mirándonos.

En una primera etapa, Durero pinta principalmente obras religiosas y cuadros por encargo. Más adelante influido ciertamente por sus viajes a Italia en los que se contacta con Rafael, Leonardo, Bellini y otros colegas, “descubre” el Renacimiento e incorpora así la intensidad del color y otros temas, como la reproducción del cuerpo humano y la curiosidad intelectual propia de los renacentistas.

El más destacado

Es quien introduce el Renacimiento a Europa del Norte y sin dudas el más destacado de esa corriente de pensamiento. Es el primero que en esa zona pinta desnudos (“Adán y Eva” ) e incluso se pinta a sí mismo desnudo, clara muestra de su preocupación por la exploración del propio ser. Por la calidad de su obra, ejerció una gran influencia en sus contemporáneos.

Hace calcografías, xilografías, aguafuertes (chapa pulida de cobre o zinc), óleos sobre tablas de álamo (no había lienzo), escribe sobre teoría del arte, realiza obras por encargo (eran pintores de profesión), para obsequiar a un mecenas o un príncipe, o a su ciudad natal, en una sorprendente cantidad de obras de gran calidad artística.

Son notables los grabados en que sus líneas y sombras logran efectos sorprendentes, por ejemplo en “El caballero y la muerte”, “La melancolía” o “San Jerónimo en su gabinete”.

Su innegable talento expresivo se destaca en el trazado del dibujo y una minuciosa observación del detalle. Basta pensar en lo que era realizar un autorretrato tanto del rostro como de cuerpo entero y desnudo: requería un talento especial ya que los espejos del siglo XV no eran rectos sino curvos, o sea que no reflejaban una imagen perfecta, lo que él suplió con ingenio.

Tras los viajes a Italia en que incorpora temas y técnicas, maneja el color sin dejar de lado la precisión del trazo obteniendo esa especial sensación de volumen. En tal sentido, una de sus obras más características es “Cuatro apóstoles” (Alte Pinakothek de Múnich) pintura de gran tamaño que ofreció como regalo a su ciudad Nüremberg, donde nació, trabajó y murió.