EDITORIAL

Cristina, China y la Argentina

Si bien para la presidente la mención del XVIII Congreso del Partido Comunista de China como el principal acontecimiento de la jornada del 8 de noviembre fue hecha con el objetivo de minimizar o subestimar las movilizaciones masivas que se hicieron en el país, no deja de ser cierto que lo que está ocurriendo en estos momentos en Beijing es importante para China, pero también lo es para el mundo, en tanto que lo que allí se decida es muy probable que en la próxima década transforme a este país en la primera potencia del mundo.

Por lo pronto, el Partido Comunista elegirá sus nuevas autoridades y, tal como lo anuncian los voceros, es muy probable que el presidente Hu Jintao sea sucedido por Xi Jinping y Li Keqiang, dos representantes de la línea reformista y pragmática, lo cual, traducido a las claves de la política occidental, quiere decir que están de acuerdo con el objetivo de continuar transformando a China en una potencia capitalista. Pero sin dejar de sostener, al mismo tiempo, un régimen de poder autoritario que simbólicamente persiste en legitimarse mediante la invocación del comunismo.

Por eso, mientras las tareas propuestas al futuro apuntan a reducir el poder de las grandes empresas estatales, romper los monopolios, fomentar las empresas privadas, privatizar la banca, proteger la propiedad intelectual y brindar créditos accesibles a las Pymes, el edificio donde sesionan los 2.300 delegados del todo el país está ornamentado con la bandera roja, el martillo y hoz. Y sorprende que esta tradición comunista coexista con recomendaciones muy precisas para que el partido modere su tendencia a designar los gerentes de las empresas estatales

El discurso del presidente Hu Jintao duró más de una hora y media. A las previsibles enumeraciones acerca de los logros de los últimos años incluidos los Juegos Olímpicos de Pekín y la Expo de Shanghai-, incorporó una severa advertencia contra la creciente corrupción política. “Si fracasamos en la gestión de este asunto, podría resultar fatal para todos e incluso causar el colapso del partido y la caída del Estado”, dijo ante el silencio expectante de los dos mil quinientos delegados.

Como se sabe, en los últimos diez años China ha crecido a tasas que oscilan entre el siete y el catorce por ciento, motivo por el cual en ese lapso pasó a ser la segunda potencia mundial. El objetivo para 2020 es que el PBI doble al de 2010. Si este objetivo se logra, es muy probable que China supere en índices económicos a los Estados Unidos.

Como se podrá apreciar, no está del todo equivocada la presidente cuando considera que el inicio del XVIII Congreso del Partido Comunista de China puede llegar a ser importante para el mundo y, muy en particular, para la Argentina, habida cuenta de la relación económica forjada en los últimos años. Empero, como jefa del Estado sería deseable que su atención a los acontecimientos mundiales se complemente con la correspondiente atención a lo que ocurre en nuestro país.