Paraje La Boca

Oradores del remanso

El rasgo característico de La Boca es la relación de sus habitantes con el río. Pocos quedan hoy de aquellos pescadores que fundaron este paraje, y uno de ellos contó cómo son sus días en este lugar.

Oradores del remanso

Pasión y medio de vida. El “Negro” Viera pesca desde los 8 años, cuando aprendió la técnica al lado de su papá. Hoy, la actividad es lo que le garantiza el pan de todos los días.


En una de las callecitas de La Boca estaba Ángel Victorio Viera, más conocido por los vecinos como “El Negro Viera”. Es uno de los pocos pescadores que quedan en la zona.

Lejos están aquellos días en los que con tan sólo ocho años acompañaba a su padre en la canoa y aprendía el oficio que le permitiría más tarde llevar unos pesos a su hogar. Hoy, a sus 70 años recuerda: “En esos tiempos había que poner el lomo. No era como ahora que la juventud tiene mucha ayuda del gobierno. Había que trabajar”. Sin embargo, algo se le mantuvo intacto con el tiempo: su amor por el río. Y todos los días, cuando el tiempo acompaña, el Negro renueva ese amor.

Arranca bien temprano, a las cuatro de la mañana. Siendo aún de noche, se toma unos mates y parte con su canoa a la isla, donde tiene su rancho propio. Extraña aquellas épocas en las que se entregaba en soledad al río. Hoy su salud ya no se lo permite, así que su yerno le sirve de compañía mientras esperan pacientemente picar algo.

No es una tarea sencilla. “Son varios trabajos los que hacemos: sacar las carnada, ir a recorrer, traer el pescado, cortarle las chuzas, carnearlo y acarrearlo hasta allá arriba”, cuenta el Negro.

Lo importante es tener todo listo a las 9.30 de la mañana, hora en que debe entregar el pescado limpio en los distintos locales del barrio o a los dueños de las grandes pescaderías de la ciudad que van a buscarlo. Al precio del pescado lo determinan los dueños de los locales. Ahora están pagando nueve pesos el kilo, cuando el precio de venta al público es prácticamente el doble. Y lo que a uno puede parecerle una injusticia, a Viera parece no preocuparle. “Siempre fue así”, aclara sin más.

Lo que sí lo inquieta es cómo cambió la calidad de la pesca en la zona. “Ahora estamos pescando patí, moncholos, amarillos. Desde que hicieron las represas, ya no hay más surubí grande ni pacú. Y un poco también por la contaminación y la bajante del río”.

Las horas vuelan y el Negro tiene que cumplir con su ritual diario de adentrarse en la isla para ver qué sorpresas le depara.

Un puente para no quedar aislados

Así como el Paraná obsequia un paisaje privilegiado, también puede constituirse en uno de los inconvenientes más severos para los habitantes de La Boca.

Durante muchos años, las inundaciones dejaron completamente aisladas a cientos de familias, impidiendo toda comunicación con el resto de la ciudad. La falta de accesos apropiados, impedía cuestiones cotidianas como ir a trabajar.

Pero finalmente en 2005, se logró solucionar en parte este problema con la ejecución de una obra muy importante para las cerca de 200 familias que habitaban por entonces en La Boca: un puente peatonal, que ponía fin a las complicaciones provocadas por el anegamiento de la única vía de acceso a la zona. El puente es una construcción estrecha y de unos 336 metros de largo. Se encuentra en El Corte, sector llamado así ya que era justamente el que quedaba cortado por el cauce del río.

Por entonces, el ingeniero Osvaldo Cicao, inspector de la obra, remarcaba que la construcción sólo sería de una mano y podría ser utilizada como peatonal o para tránsito liviano. Asimismo, posibilitaría que durante emergencias circularan ambulancias y camionetas, dependiendo de la carga; nunca camiones ya que no resistiría.

Un anexo al sur

El tiempo parece detenerse al llegar a La Boca, un paraje ubicado al sur de Alto Verde y al cual se arriba luego de atravesar la totalidad de la calle principal Demetrio Gómez y un puente peatonal. Tiene sus raíces en los originarios pescadores de la zona, algunos de los cuales continúan habitando allí junto a sus familias. Además de sus pintorescas casitas, se destacan distintos clubes en donde los vecinos se reúnen a orillas del río para disfrutar de un asado bajo frondosos árboles y ante la pacífica vista costera.

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