Del “nestorismo” al “crisnerismo”

Sin cash ni calle ni expectativas

Sergio Serrichio

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En “El último peronista”, una muy buena biografía de Néstor Kirchner, el periodista Walter Curia cuenta que el difunto presidente gustaba definir la política como una mezcla de “cash y expectativas”.

Alfonso Prat Gay recuerda a su vez que en 2003 cuando, como titular del Banco Central, se reunió por primera vez con Kirchner, el presidente lo llevó hacia una ventana de la Casa Rosada, señaló a un grupo de manifestantes en la calle y le dijo: “¿Ves esa gente protestando? Yo estoy acá para que ellos vuelvan a sus casas”.

Similar filiación tenía la consideración de Kirchner por Hugo Moyano, el jefe de la CGT, de quien respetaba (¿temía?) su poder de movilización y “control de la calle”. Por eso lo eligió como socio político y lo colmó de favores.

Primero como presidente, luego como estratega y principal operador político del gobierno de su esposa, Kirchner también cuidó la relación con los gobernadores e intendentes del peronismo. Los rigoreaba, es cierto, pero los escuchaba y trataba de allanar sus inquietudes.

Nada de eso queda en pie en la actual presidencia de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), a poco más de diez meses de asumir su segundo mandato tras una elección en la que obtuvo el 54 por ciento de los votos.

Recursos

El recurso de la presidenta a las reservas y a la emisión del Banco Central y los fondos de la Anses, la estatización del 51 % de YPF, tal vez en la creencia que hallaría allí una caja pródiga, la apropiación del dinero que el gobierno antes derivaba a los sindicatos a través de la “Administración de Programas Especiales” (para tratamientos sanitarios de alta complejidad), las nuevas regulaciones sobre crédito bancario e inversiones de las compañías de seguros, el rebanado de tres puntos porcentuales respecto de lo que correspondía en el aumento de septiembre a los jubilados por aplicación de la mal llamada “ley de movilidad” y, sobre todo, la negativa presidencial a subir el piso a partir del cual los asalariados pagan impuesto a las ganancias, indican que se terminó el “cash”. A menos, claro está, que la emisión monetaria se acerque al 50 por ciento o lo desborde, algo que el viceministro de Economía, Axel Kicillof, desaconsejó por excesivamente riesgoso.

Las expectativas, en tanto, se dieron vuelta. No es la “crisis mundial”. Los términos del intercambio de la Argentina volvieron, en el tercer trimestre de 2012, al récord histórico que habían alcanzado en el segundo trimestre de 2011. Decir que “el mundo se nos cayó encima” es sencillamente un disparate.

Mirando a los lados

Unas pocas comparaciones ilustran la singularidad de la Argentina crisnerista. Pese al esfuerzo escenográfico oficial por simular lo contrario, este año la inversión se desplomó: perdió nada menos que cuatro puntos del PBI. En especial, la inversión extranjera directa se esfumó. Nuestro país, durante muchos años tercer receptor de inversión extranjera en América Latina, detrás de Brasil y México, cayó al sexto lugar, superado por Chile, Colombia y Perú y apenas por encima de Venezuela. Datos recientes de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) muestran que la Argentina pasó de recibir más del doble de inversiones extranjeras que Chile a recibir un sexto de la que llega al país trasandino. De casi cuatro veces lo que Colombia, a un cuarto. De casi seis veces lo que Perú, a poco más de un tercio.

La evolución de las reservas internacionales cuenta una historia similar. En 2008, primer año completo de gobierno de CFK, la Argentina era tercera en el ranking regional. Las reservas del BCRA equivalían al 23 % de las de Brasil y a la mitad de las de México, pero duplicaban a las de Colombia y Chile y eran 50 % superiores a las de Perú. En junio de este año, siempre según datos de Cepal, las reservas argentinas equivalen a apenas el 6 % de las brasileñas y 28 % de las mexicanas, están 20 % por debajo de las peruanas y superan por poco margen a las chilenas. Y mientras el “riesgo-país” de nuestros vecinos declinó sostenidamente tras el julepe económico global de fin de 2008 y principios de 2009, el “riesgo-argentino” picó en punta, bien lejos del de todos los vecinos y cerca del de Grecia.

En contexto

Esas cifras cuadran con los traspiés internacionales que va acumulando el gobierno, desde el embargo en Ghana de la Fragata Libertad, de tintes ya dramáticos o farsescos, según cómo se mire, hasta una orden judicial adversa en Nueva York, los fallos incumplidos en el Ciadi (un tribunal del Banco Mundial), los votos negativos en la concesión de créditos multilaterales, el irresuelto default con el Club de París y los cada vez más ostensibles deseos de algunos gobiernos de eyectar a la Argentina del G-20, un foro al cual CFK gustaba concurrir.

Tanto sea por el “cash y expectativas”. Peor aún para el criskirchnerismo es la pérdida de la calle. A la protesta de las clases medias, con su 13S y su 8N, se sumará el próximo martes el paro general con movilización a Plaza de Mayo que ratificaron anteayer la CTA de Pablo Micheli y la CGT de Hugo Moyano (ahora hay que aclarar esas cosas, pues otro logro de CFK fue dividir la “columna vertebral” del peronismo en al menos cinco fracciones, de las cuales la más sumisa al oficialismo, la CTA de Hugo Yasky, tiene escasa capacidad movilizadora).

Semejante licuación de capital político conspira contra la eficacia del gobierno para mantener buenito al peronismo. El riesgo de asfixia financiera puede frenar por un tiempo a gobernadores e intendentes, pero si la presidenta persiste en endosarles el ajuste, subirán rápidamente el precio de la lealtad. El silencio de Scioli antes y después de la protesta del 8N fue ensordecedor.

Está claro que el gobierno insistirá en denunciar conspiraciones en vez de revisar actitudes y políticas. Y en señalar al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, de inconfundible perfil de derecha, como su rival político de elección, pese a los pasteles que cristinistas y macristas cocinaron recientemente en la legislatura porteña.

Con otro nombre

¿Cómo llamar a esa confluencia de intereses? Aunque con la secuencia invertida, la historia antigua tiene algunas sugerencias.

A mediados del siglo IV, en las primeras décadas posteriores al “Edicto de Milán” con el que el emperador Constantino cesó la persecución del cristianismo (hecho del que en 2013 se cumplirán 1.700 años), Cesarea de Capadoccia se convirtió en una de las más prominentes voces de la ahora reconocida religión. Por su ascetismo y su opción por la virginidad se la conoce como “Santa Macrina”.

En la tercera década del siglo siguiente, en Constantinopla (antes Bizancio, hoy Estambul), la capital que había fundado Constantino, el arzobispo de la ciudad entró en una feroz disputa doctrinaria por negarle a María la condición de “Madre de Dios”. Pero el culto y el dogma de la Virgen, que había surgido en la época de Santa Macrina, ya estaba afianzado. El arzobispo fue entonces tachado de herético y expulsado de Constantinopla. Se llamaba Nestorius.

A sólo diez meses de haber asumido se segundo mandato, CFK se quedó sin los pilares que recomendaba su difunto marido. El peronismo observa.

Sin cash ni calle ni expectativas

Daniel Scioli, Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri.