EDITORIAL

Acerca de la crisis educativa

Hay consenso en admitir que la educación se identifica con el progreso y que una sociedad con altos niveles de calidad educativa es al mismo tiempo una sociedad con futuro. Veamos cómo se traducen estas consideraciones en hechos.

 

En los últimos años, las partidas presupuestarias para educación se han incrementado en nuestro país, pero los resultados no están a la altura de los esfuerzos. Pese a las iniciativas estatales para sostener a la escuela pública, la mayoría de los padres opta por mandar a sus hijos a escuelas privadas.

Los datos son preocupantes, porque en la última década el presupuesto educativo aumentó dos puntos y también se incrementaron los números de escuelas y docentes. O sea que el esfuerzo del poder público hacia la educación ha sido significativo, pero los resultados están muy lejos de satisfacer las expectativas.

En este contexto, también se incrementó el número de alumnos. Según las cifras disponibles, entre 2004 y 2010 la matrícula de la enseñanza primaria y media pasó, en cifras redondas, de nueve millones y medio a diez millones. Esto significa que creció en alrededor de quinientos mil estudiantes. El porcentaje de crecimiento es considerado normal para un país como la Argentina, pero llama la atención que el 82 por ciento de esos alumnos estudien en colegios privados, cifra que expresa la preferencia de los padres.

El dato es contradictorio porque esos padres, como ciudadanos, pagan sin protestar impuestos para sostener a la educación pública. Incluso es muy probable que la mayoría de ellos haya estudiado en colegios públicos y guarde un buen recuerdo por la educación recibida.

¿Qué otra lectura se puede hacer? En principio, esta suerte de protesta contra la educación pública no ha sido inducida ni alentada por la propaganda de algún sector interesado. La objeción, entonces, tiene que ver con la crítica a los contenidos educativos. Al respecto, las evaluaciones de PISA en América Latina han sido elocuentes para la Argentina, un país que antes lideraba la calidad educativa y hoy ha retrocedido de manera significativa.

Poco importa en este caso evaluar la justicia o no de las medidas de fuerza. O si la educación privada es efectivamente superior a la pública. Lo que importa enfocar es el masivo desplazamiento de estudiantes de un sistema al otro.

¿Cómo explicarlo? En principio, hay que entender de una buena vez que el aumento del presupuesto, la construcción de escuelas o la designación de más docentes, son iniciativas necesarias pero incompletas si, al mismo tiempo, no se toman medidas para asegurar la calidad de la gestión de los recursos educativos.

Es necesario comprender que con reglas que premian la mediocridad y los intereses corporativos, el retroceso educativo se profundizará aunque se siga aumentando la inversión pública en educación. Estas realidades fueron vistas con claridad por Sarmiento y Avellaneda, pero un siglo y medio más tarde, las actuales clases dirigentes parecieran haberlas olvidado.