Tribuna de opinión

¿Por qué ninguna oposición levanta vuelo? (II)

Alberto E. Cassano

Decía en mi artículo anterior que existía una falla en la oposición al no distinguir los distintos problemas que la interesan a la población. Entonces, parecería que existen tan sólo dos hilos que la une y que todo el resto significa diferencias. Me refiero a que están de acuerdo en que se está frente a una pérdida importante por el respeto de los valores republicanos (que lamentablemente, una proporción importante ni siquiera entiende qué son) y se oponen, en mi opinión con razón, a una segunda reelección, que es una intención de la que se tienen fuertes sospechas pero por el momento ninguna certeza.

Pienso que hay un hecho que no se puede ignorar. A mucha gente, a veces por conveniencias y otras por actitudes subconscientes, le gusta estar del lado del ganador. Y oponerse al Fútbol para Todos porque se paga con los fondos de la Anses es un argumento que, equivocada y lamentablemente, pareciera que le interesa sólo a una minoría, que en muchos casos, hasta por razones de edad o salud, ni está en condiciones de ir a votar. Hay una proporción muy importante que le agrada y lo que la oposición debería tener es una propuesta alternativa. ¿O no recuerda que cuando la transmisión de los partidos estaba en manos privadas, o se pagaba un adicional por el codificado o había que esperar hasta después de las 24 horas del domingo para poder ver los goles que, hasta ese momento sólo manejaba un canal de televisión y sus socios? Es un negocio que no tiene necesidad de recurrir a fondos del Estado -para usarlo para hacer propaganda a favor del gobierno de turno- ya que muy posiblemente sería rentable con publicidad privada no partidaria. No he escuchado una propuesta de ese tipo hasta ahora.

Y cuando hay algo que podría llegar a llamar la atención de casi todos, como sería la posibilidad de ejercer el sufragio a los 16 años, la iniciativa la tomó públicamente y con mucha fuerza el gobierno (por el motivo que sea) y luego la aprueba en ausencia de la oposición. Con el agravante que una mayoría de ella estaba de acuerdo y había antecedentes de propuestas parecidas a las que nunca se les dio verdadera publicidad. Del mismo modo que la farsa de la renuncia a los subsidios sobre los Servicios Públicos, que también la propuso el elenco gobernante, aunque a las pocas semanas todo el mundo se haya olvidado del tema y nadie le hizo caso. Pero sirvió de propaganda.

Con este panorama, me parece que hay un sector de la población que demuestra, con todo derecho, una preocupación importante porque no existe plena vigencia de las Instituciones Republicanas o porque corre peligro la libertad de prensa. Pero el grueso de los votantes no son los lectores de La Nación, ni los que escuchan los programas políticos de Todo Noticias, ni Periodismo para Todos. Y son en cambio una gran parte de los que van a definir una elección. Son aquellos que, a la vista de tantos otros problemas y tantas carencias, optan por poner los problemas Institucionales en el fondo y preocuparse por llevar el día a día de la mejor forma posible.

Pero siempre, con las imperfecciones propias de los estereotipos, pueden distinguirse tres condiciones dispares. Y sin menospreciar a ninguna, se debe indagar sobre el sentir de los que están en gran medida en el medio y se extienden bastante más hacia uno de los dos lados que hacia el otro. Estos son grupos sociales que, aunque no sabría precisar la magnitud de los que se inclinan por cada una de las opciones, no dejan de mostrar interés por los valores de la República o no renuncian a aquilatar la vigencia de los derechos que aspiran a tener como ciudadanos o les molesta el riesgo de la segunda reelección o les alarma el mal uso de los fondos de la Anses, pero dentro de sus primeras preocupaciones, pesan mucho más valores muy simples de entender y ansiar, porque los observan o los sufren a diario.

Me refiero a una lista que es fácil de construir: inseguridad, inflación, trabajo involuntario en negro, atenuación de las desigualdades sociales, modificación del sistema tributario (incluyendo el muy injusto IVA), la certeza de falta de justicia, las jubilaciones que no están en los niveles escandalosamente altos, la vivienda, la salud, la educación cada vez más deteriorada, el tráfico y el consumo de la droga, el diario sufrimiento en el transporte, los cortes de luz resultantes de carencias en el sistema energético, la falta de agua y de cloacas, la ausencia de buenas calles por donde circular, la recuperación de los ferrocarriles, el castigo de la delincuencia juvenil y así, se podrían listar muchas inquietudes más.

Salvo algunas excepciones (tales como la forma de combatir la inflación o cómo resolver la criminalidad de los adolescentes, por ejemplo) no deberían existir grandes diferencias ideológicas en los métodos de solución. Y por ello, al creer que seguramente existen grandes coincidencias en los contenidos de estos reclamos, que son unificadores, y que ocurriría lo mismo con las formas de darles solución, es que no alcanzo a entender por qué políticos avezados no se dan cuenta de ello. Es como si esperaran a que el gobierno comenzara a actuar sobre estos temas, para empezar a mostrar sus desacuerdos, sin haber hecho antes su propia propuesta.

¿Qué es lo que, en mi opinión, hace mayoritariamente la denominada oposición? Además de repetir la lista de los problemas que todo el mundo conoce, denuncia y proclama a los cuatro vientos y con razón -entre otras cosas- la pérdida de los valores republicanos, la contingencia de que se ponga en riesgo la vigencia de la democracia, se manifiesta ultrajada porque tal vez se plantee una reforma de la Constitución (todos suponemos con qué objetivo será), o la forma escandalosa en que se manipulan el presupuesto, los fondos del Banco Central o las arcas de la Anses. Que es todo real y que es pésimo y que en un país normal estas vergüenzas no deberían ser motivo de desasosiego. Pero a lo mejor, por toda una historia negativa que hemos padecido y por falta de liderazgos genuinos, no nos alcanzamos a dar cuenta que para muchos estos ultrajes y estas torpezas han pasado ser parte de la vida normal.

Las personas que definen una elección pertenecen mayoritariamente a dos de los tres grupos que delineé primero. Y a ellos, lo que realmente les importa es que la oposición no le recite las grandes falencias que ellos conocen de sobra, sino que les diga con toda claridad de qué forma, con qué métodos y con qué recursos piensa resolver cada uno de los puntos. Y eso no ocurre.

Mientras ese conglomerado muy indefinido no presente una alternativa creíble, viable y completa de los planes que tiene para resolverlos, el Futbol para Todos y otras ofertas por el estilo, seguirán siendo las que atraigan la mayor cantidad de adeptos el día de la elección.

Proponer una alternativa distinta es proyectar un Plan de Gobierno que no deje de incluir aquellos aspectos aparentemente más banales, pero que les interesan a un sector muy importante de la población.

Pero que también debe apuntar a que, a la vista de medidas efectivas y la realización de obras útiles que la totalidad del pueblo está a la espera que se proyecten y se cumplan, esos valores menos tangibles pero necesarios para la integralidad nacional, se transformen también en un objetivo anhelado por la inmensa mayoría.