¿Dios es argentino?

La frase célebre de la película “Plata dulce” resurgió en una charla de economía, desnudando las simultáneas falencias y el potencial estructural del país para el mundo que se viene.

Federico Aguer

[email protected]

Esta semana, escuchándolo al economista Tomás Bulat pensaba sobre nuestro país. No tanto sobre sus características económicas, sino más bien sobre las profundas, de fondo, sustanciales.

“El valor de una moneda se lo da la confianza, la historia y su tradición” decía el economista, y citaba el ejemplo del dólar norteamericano con sus casi 200 años de vigencia, y de un país que solamente no honró una deuda en el marco de su guerra de secesión, siendo uno de los estados del sur quien incurrió en la falta en aquel fatídico contexto.

En Argentina, donde la única constante es la falta de constancia, las medidas de política económica, históricamente se adoptan sobre la marcha, en un eterno devenir cambiante que impide saber qué pasará el día después.

Recuerdo a Borges, que analizando la cuestión, se retrotrae al mismísimo Martín Fierro para justificar esa indolencia nacional en el ejemplo del personaje central que, siendo miembro de la partida policial que va a detener a un delincuente, se pasa de bando y comienza a defenderlo admirado de la valentía de aquel gaucho.

“El empresario argentino se sonríe ante un margen de rentabilidad del 3 por ciento anual”, dice Bulat. Presume de sus márgenes en tiempos de bonanza pero omite cuántas veces “fundió la chata” detrás de esa quimera. A su vez, el político argentino se reinventa en cada proceso y pasa de un extremo al otro sin ponerse colorado.

La falta del largo plazo en la discusión atraviesa todos los estamentos de la vida nacional: somos un país que vive “al día”.

Y en este escenario, el campo confronta desde todo punto de vista. Acostumbrado a planificar, a cuidar los recursos y a hacerlos rendir, a optimizar la producción para mantenerse a flote con poco y nada de ayuda oficial, a estudiar todas las variables que intervienen en el negocio (clima, mercados, tecnología, nuevos modos de compartir el conocimiento), el sector productivo, descolocado, sigue tirando el carro. Seguir demonizando a quienes nos critican con razón poco contribuye a desentrañar las soluciones.

Bulat recordaba la secuencia de la película “Plata dulce”, en la que Julio de Grazia, luego de enumerar las calamidades por las que atraviesa el país, le dice a Luppi: “La buena noticia es que llovió. Dios es argentino”. El campo vuelve a poner el hombro.