PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Preparación para la Navidad

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe

Iniciamos el Tiempo de Adviento como preparación para la Navidad. Nuestra mirada se dirige al nacimiento histórico de Jesús en Belén, como hecho único que da comienzo a una nueva etapa en el diálogo de Dios con el hombre. Estamos ante un hecho en el que se manifiesta la historia de Dios. Es necesario, ante todo, actualizar nuestra mirada de fe para comprender y vivir el acontecimiento que vamos a celebrar. Para ello nos preparamos y disponemos nuestro espíritu, queremos participar y sentirnos destinatarios de su venida. Por un parte, es un tiempo oportuno para recorrer el camino que Dios en la Biblia nos ha ido mostrando y anunciado por los profetas, a través del cual descubrimos su amor de Padre que no abandona a sus hijos. Pero, también, es tiempo de disponer nuestro interior para este encuentro con Jesucristo. La preparación ya es un acto de fe en lo que vamos a celebrar. La Iglesia nos va a proponer que Adviento sea un tiempo de oración, ayuno y caridad. Lo que debe dar sentido a estas prácticas es la figura de Jesucristo, a quien vamos a recibir, y su mandamiento del amor como estilo de vida.

“Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos”

La vida cristiana tiene su fuente en Dios. La puerta de este encuentro es la fe. Desde ella, y a través de ella, nos descubrimos en nuestra condición de hijos suyos y destinatarios de su amor. Es Él quien toma la iniciativa en este camino hacia a nosotros. Para la fe cristiana Dios no es sólo el Creador del hombre, sino también, y esto es lo propio, quien ha venido en su Hijo, Jesucristo, para ser nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Como vemos, no nos preparamos sólo para una fiesta social y familiar, que es importante que lo sea. Nos preparamos, sobre todo, para celebrar el acontecimiento mayor en la historia del diálogo de Dios con el hombre. Este Dios es alguien personal que me ha creado, me ama y me envía su Hijo; ese hombre soy yo, necesitado de su vida y presencia. Jesucristo no es alguien más, es la fuente de mi vida. Estas reflexiones pretenden ayudarnos en nuestra preparación para acercarnos a vivir una Navidad plenamente cristiana.

¡Cuánta necesidad tenemos, en lo personal y como país, de abrirnos a Jesucristo! Muchas veces hemos hablado de una crisis moral que debilita nuestra vida y relaciones, creando la sensación de una orfandad social y cultural que presenta en la violencia, la droga, la inseguridad, la impunidad, signos de una sociedad que no llega a encontrarse en valores y proyectos como parte de un camino que nos integre. Cuando lo diverso no se siente parte responsable del bien común, las diferencias se convierten en enfrentamientos estériles que nos debilitan. Esta conciencia de sentirnos frágiles y por momentos agobiados, hagámosla oración confiada en este tiempo de Adviento: Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Por ello se hace cada vez más necesario “generar contextos de encuentro, de diálogo, de comunión fraterna que nos permitan reconocernos y tratarnos como hermanos”, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Debemos decirnos como argentinos con humildad, pero con la convicción y la esperanza de un futuro que depende de nosotros: Queremos ser nación.

 

La nota

“No nos preparamos sólo para una fiesta social y familiar, que es importante que lo sea. Nos preparamos, sobre todo, para celebrar el acontecimiento mayor en la historia del diálogo de Dios con el hombre”, expresa el arzobispo.

Foto: Archivo El Litoral