Andreu Buenafuente

La risa como remedio

El humorista catalán pasó por Santa Fe con el fin de entrevistar a Carlos Peisojovich para un documental sobre sus orígenes. En diálogo con El Litoral, habló de la crisis, el humor y la actualidad.

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Mano a mano: Andreu y el Peiso, charlando como en los ocho meses que compartieron en la Radio Popular de Reus.

Flavio Raina

 

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Para quienes saben quién es, fue una sorpresa que Andreu Buenafuente, “el Letterman de España”, pasara a vuelo rasante por Santa Fe para rodar en el Tokio Norte una entrevista con Carlos Mario Peisojovich, una de las primeras influencias de su carrera, como parte de un documental sobre sus raíces en el oficio. En un alto de la filmación, se hizo un tiempo para dialogar con El Litoral sobre sus 30 años de carrera, la actualidad como materia prima y el humor en tiempos de crisis.

“Estoy en estos momentos -iba a decir celebrando- pero viviendo mis 30 años de profesión, que empecé en el ‘82, muy joven. Ahora que no tengo programa fijo (siempre trabajé cada día, diario, muy esclavizado) decidí echar la vista atrás, y hacer una especie de película documental sobre la comedia. Buscando en mi memoria, que ya estaba, encontré a “Carlos Peiso”, que en el ‘82 era el hombre que por primera vez me capta la atención en un medio, donde trabajamos juntos”.

—¿Cuál era?

—Radio Popular de Reus, una emisora de radio donde Carlos era la estrella y yo el aprendiz; muy el aprendiz. También pasó que para el último programa de televisión recibí un correo de un espectador desde San Nicolás, que me decía: “Le escribo desde el culo del mundo, le he descubierto...”. Todo eso me ha hecho pensar la magia de la comunicación, que traspasa fronteras. Y he venido a ver a Carlos y a Julián, que está un poco desbordado: no sé si no le gusto tanto (risas).

En estos tiempos tan urgentes, tan acelerados, tan oscuros; en los que está la gente como muy enfadada y con mucha prisa, en todo, no se sabe para qué; era bueno serenar y reivindicar la historia personal y sobre todo el oficio. Éste es un documental sobre el oficio de trabajar la comedia, una visión personal mía. El oficio y la veteranía no puede perder valor, aunque algunos crean que la veteranía no puntúa.

Ciclos y proyectos

—¿Qué otras estaciones va a tener este documental?

—Bueno, es un documental muy atípico, no está cerrado. Es como llaman ahora work in progress. Pero me gusta, porque refleja un poco mi manera de ser: no soy un tipo de oficina, que cierra un guión hermético. Se va haciendo, y el viaje va dando guión.

Pero ya hay algunas piezas muy bonitas, como es reflexionar sobre la gente, que es para mí lo más importante. Estamos aquí por la gente. Le he pedido a Alejo Stivel que me ayudara a hacer la canción del documental: “El culo del mundo”, se llama.

Pero me gusta este punto no preparado. El encuentro con Carlos, la emoción, de aquí sale otra cosa. Me gustaría ir a visitar a David Letterman a Estados Unidos, que fue uno de los que me influyeron en los ‘90. No tenemos autorización y vamos a pedirla: todo está por hacer.

—¿Por qué dejar después de 30 años de televisión diaria?

—En realidad, fue un ejercicio de sentido común, del que aún a veces me arrepiento y digo: por qué no te callaste y seguirías. Pero considerábamos que el proyecto estaba terminado: llevábamos ocho años y casi mil programas; un compañero y yo cada día, todo el peso recaía sobre los dos. Teníamos ganas de parar, para volver a hacer más cosas.

En realidad uno concluye programas, pero su carrera no termina hasta que la gente le dice que ya se acabó. Espero que no sea mi caso.

—¿Qué otros proyectos tenés además de este documental?

—El proyecto ahora en España es sobrevivir. Esto es muy importante porque hay que decirlo claramente: estamos en el peor momento que recuerdo de mi vida en España. No hay alegría, hay mucha preocupación, se quebró la economía.

Hay mucha incertidumbre, y no es algo literario: el proyecto de sobrevivir es que hay que tirar para adelante y no rendirse ante esa especie de crisis estafa que nos quieren vender. Vamos a ver: ideas hay más que posibilidades; lo que está es un mercado muy deprimido, que no compra nada.

Este documental no tiene clientes, porque si esperaba agarrar a un directivo contento no lo hubiera hecho. Entonces decidí tirar. Y quizás sea un signo de los tiempos: tu tira con tu proyecto, que si es bueno se hará.

Humor sobre todo

—¿Cómo se hace humor en una crisis como ésta?

—Ufff... buena pregunta. Eso me tiene bastante obsesionado últimamente, pero al final hay que relajarse, porque el humor no soporta mucho análisis: el humor es piel, es sacar una reacción, un romper. La gente me dice: “Necesitamos reír; sal y hazlo, y distrae”. Pasa que me propongo decir algo más; no ser el salvador, ni un predicador a la sociedad; pero hombre, hay que tocar algunos puntos calientes que la gente también tiene ganas de reírse de ellos.

Y ahí estamos. Siempre me dijeron que era difícil hacer reír y siempre me dijeron que era como curativo. Así que ahora estará muy bien reír, curará un poquito, paliará.

—¿Un humor así de ácido tiene más o menos mercado?

—Hay de todo: como quien me dice: “No me hables de política, dime algo que me desconecte”. No quiero exagerar, pero es irrespirable: los medios, cualquier diario, Internet, televisión, no hay un solo argumento para estar contento. Entonces, tienes que rebuscar por donde sea y reírte de lo que sea.

Ahora, Cataluña ha abierto el debate por la independencia: no había suficientes temas que decidimos ir a la partida con otro tema más. Pero, es algo que estaba latente en la sociedad, así que habrá que vivir eso y gestionarlo.

Los humoristas no seleccionamos lo que pasa, comentamos y deformamos lo que pasa, pero no podemos inventar la realidad, no somos dioses.

—¿Cómo se sacan temas para trabajar y ser ingenioso todos los días?

—Ser ingenioso se intenta, pero los temas sobran. Siempre digo que la actualidad del día es un guión de miles de páginas. Está todo ahí, sólo hay que seleccionarlo, dar tu visión.

Nunca se acabaron los temas, es lo que menos me preocupaba. Desde que empecé mi carrera en los ‘80, cada día de mi vida fui a la radio o a la televisión a contar, a deformar lo que pasaba, y nunca faltaron temas. También es cierto que yo puedo incorporar todo, desde esta conversación hasta la declaración del Rey: para mí todo es guión, si sabes encontrarle el ángulo.

Los comienzos

—De aquellos tiempos, ¿qué es lo que más te dejó haber trabajado con el Peiso?

—Le comento en el documental: fueron ocho meses que coincidimos solamente; pero como pasa en los niños, que dicen que todo lo que viven luego les marca. Yo era un niño en mi carrera, y aquellos primeros años marcaban mucho.

A Carlos le recuerdo como un hombre tremendamente divertido, pero sobre todo un hombre libre: de ataduras a morales, a corrección. Reus era una ciudad muy moderna, era “la ciudad de las putas y los poetas”, porque Tarragona era la funcionaria y oscura. Reus era muy ácrata, cayó en una buena ciudad.

Pero no en vano eran los años ‘80, finales de los ‘70, todo el mundo estaba como tomándole el pulso a la libertad, porque había muerto el dictador. Pero Carlos entró como un ciclón: a él no le importó ni el dictador, ni la libertad: él era la libertad en sí mismo. Entonces, todo eso me quedó como un recuerdo mitificado, y entre los compañeros hablamos de él: “¿qué hará Peiso?, ¿qué diría Peiso con esto?, ¿te acuerdas de él? ¡Qué cabrón!”. Siempre con un recuerdo cariñoso: eso es patrimonio de los que marcan una época.

—¿Algún comentario del que digas “ése fue el que más problemas me causó”?

—He hecho en la vida miles de monólogos, ya se confunden en mi cabeza. Lo que siempre me ha hecho mucha gracia/preocupación es comprobar que la que tiene peor sentido del humor es la Iglesia. Los únicos problemas que me dio un monólogo vinieron por la Iglesia: “Se quejó la Iglesia porque hablaste del Papa no se qué”. Y pienso que si la Iglesia tuviera más sentido del humor, quizás funcionaría mejor. Pero no voy a dar más pistas: que me contraten (risas).