El desafío de cambiar conductas ciudadanas

Cómo lograr que Santa Fe sea una ciudad más limpia

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Ejemplo. Los lunes a la mañana, los empleados municipales encuentran bolsitas y otros residuos en la fuente de la Plaza Colón. Foto: Pablo Aguirre

En las últimas semanas, la imagen de la ciudad fue desprolija. A los restos de ramas caídas, se sumó la enorme cantidad de basura que tira la gente en plazas, playas y calles. El municipio es el encargado de limpiar los espacios públicos, pero cuidarlos es una responsabilidad de todos.

 

Gastón Neffen

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En la ciudad de Santa Fe hay alguien que este libre del “pecado” de arrojar bolsitas, envases de gaseosas, restos de comida, yerba, colillas de cigarrillos, vasos de plástico y paquetes de masitas, entre muchos otros residuos, en la calle, en las veredas, en las playas y en las plazas y paseos públicos.

Sí, hay gente que cuida los espacios públicos, pero los que no lo hacen generan un impacto tan grande en la higiene de la ciudad —son muchas moscas que flotan en el vaso de leche blanca— que logran diluir el esfuerzo de los que sí se comprometen con la limpieza, y así logran que los parques y las playas de la ciudad, que podrían ser una hermosa postal, a veces llamen más la atención por la suciedad.

No es que no los multen. La Subsecretaría de Ambiente del municipio, le confirmó a El Litoral que durante 2012 se labraron más de 4.000 multas a vecinos (unas diez infracciones diarias) a los que sacan la basura fuera de horario o llevan los residuos a espacios públicos o lugares inadecuados.

Desde mediados de diciembre en adelante, la cantidad de basura en las calles y espacios públicos alcanzó lo que se podría denominar un pico estacional. Se combinaron varios factores. En las calles y plazas, los restos de ramas y árboles que dejaron las fuertes tormentas de diciembre colapsaron la capacidad de respuesta de las cuadrillas municipales, en una época del año en la que también se suman las licencias del personal. Y el combo se completó con la mugre que suman a diario miles de santafesinos.

En las últimas semanas, incluso en zonas residenciales, algunos vecinos tomaron la costumbre de dejar bolsas de basura entre los restos de poda que quedaron de las tormentas de diciembre. En la recorrida que hizo El Litoral por las playas, a mediados de enero, había gente que se quejaba por la suciedad al mismo tiempo que tiraba una bolsita con residuos al agujero que había en una raíz de un árbol.

En los espacios que concentran mucha gente, por ejemplo El Faro en La Costanera, o los balnearios del Parque Garay y el Parque del Sur, el lunes a la mañana el piso queda tapizado de vasos de plástico, cajas de pizza, bandejas de hamburguesas, botellas, envases y miles de bolsitas. Los funcionarios del municipio cuentan más ejemplos. “En avenidas como Peñaloza, Perón e Iturraspe, los vecinos llevan basura, escombros y ramas a los canteros centrales, porque creen que así se los va a retirar antes. Y en la Circunvalación Oeste es increíble la cantidad de basura que tira la gente desde los autos”, asegura Roberto Celano, subsecretario de Ambiente de la Municipalidad.

El vandalismo es la otra cara de la moneda, porque también se relaciona con la escasa valoración de los espacios públicos. El municipio estima que gasta 1,5 millones de pesos cada año en reparar el mobiliario, las esculturas y los juegos que la gente rompe en las plazas y paseos públicos. “Son recursos que se podrían invertir en obras nuevas”, se lamenta Marcelo Alico, subsecretario de Obras Públicas de la Municipalidad.

La crisis de los espacios públicos

En una serie de entrevistas que realizó El Litoral, especialistas en el manejo de los residuos urbanos de Santa Fe, de Rosario y de Buenos Aires explicaron que estas conductas se pueden modificar con políticas de educación que se sostengan en el largo plazo, pero la gente tiene que hacer la tarea en casa y portarse bien en la plaza.

“El tema de no hacerse cargo de la basura que cada uno genera no es exclusivo de Santa Fe, sino que se repite en toda América Latina”, contextualiza Sergio Recio, director de Estrategias Ambientales de la Agencia de Protección Ambiental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

En Santa Fe, Julieta Di Filippo, que hace 10 años que estudia el tema de los residuos en el marco de la Fundación Hábitat y Desarrollo, cree que la gente deslinda responsabilidades y no se hace cargo. “Los espacios públicos están en crisis. Decimos que hay que cuidarlos y después tiramos el papel del caramelo en medio de la plaza”, cuestiona.

Di Filippo, que es licenciada en Edafología y está estudiando una Maestría en Gestión Ambiental en la UNL, insiste en que se trata de un problema de conducta social. “La gente no siente la obligación de cuidar los espacios públicos. Cuando uno prepara el bolso para ir a la playa lleva de todo (protector solar, comida, libros, juegos de playa, etc.) pero son muy pocos los que agregan una bolsa para traer de vuelta los residuos”, plantea.

En Rosario sucede algo similar. “Los espacios públicos en lugar de ser percibidos como un lugar común, por el que hay que transitar con una impronta de cuidado, son vividos como lugares que no son de nadie, o que pertenecen al gobierno local de turno”, opinan Mirko Moscat y Claudia Costinovsky, quienes trabajan en el área de Eco-educación del Taller Ecologista de Rosario, una ONG que está impulsando un programa de Basura Cero en su ciudad. Los especialistas del Taller Ecologista también plantean que se genera una cantidad excesiva de residuos, en el marco de un estilo de consumo “que sólo encuentra límite en el bolsillo”.

Además, hay gente que tiene una relación psicológica compleja con los residuos —los niega, los quiere lo más lejos posible—, lo que a veces genera comportamientos muy extraños. Como dejar la bolsa de basura lo más lejos posible de la puerta de la casa, justo en el límite con el vecino o directamente en la otra vereda.

“Es interesante. Si un vecino coloca su basura en nuestro cesto o vereda nos fastidiamos y le preguntamos por qué lo hizo. En cambio, no tomamos la misma actitud cuando vemos que alguien ensucia un espacio público”, señala Di Filippo.

Susana Tardivo, docente de Educación Ambiental de la Facultad de Ciencias de la Tierra y el Ambiente (de la Universidad Católica de Santa Fe), dice que este tipo de conductas tienen un impacto muy alto en la ciudad. “Son acciones a veces irracionales, que producen consecuencias adversas tales como la contaminación de los espacios públicos, paseos y plazas, y un claro deterioro de la calidad de vida de las personas”, advierte.

La docente de la Católica sostiene que este tipo de conductas tienen raíces más profundas, que se relacionan con la relación dominante que el hombre establece con la naturaleza y también hace foco en el modelo de consumo al recordar que Juan Pablo II decía: “La sociedad no hallará una solución al problema ecológico si no revisa seriamente su estilo de vida”.

Para Santa Fe, además, es un problema que agrava la vulnerabilidad hídrica. La basura tapona los desagües y los drenajes urbanos, y luego termina en los reservorios, sobre todo en los del cordón oeste.

Hacerse cargo

Todos los expertos coinciden en que la educación ambiental es fundamental para vivir en una ciudad más limpia, pero cada ciudad tiene que adaptar este paradigma a su propia singularidad. “Cada localidad debe debatir y encontrar su manera de ir modificando la situación actual, con modalidades de gestión pensadas según el contexto, con estilos comunicacionales propios”, explican Moscat y Costinovsky.

Hay personas que comienzan a cuidar su ciudad por su compromiso con el medio ambiente, otras porque saben que el reciclado de la basura genera empleo y oportunidades en sectores muy vulnerables. Algunos padres dejan de tirar basura porque sus hijos los retan —la generación Lisa Simpson— y hasta hay personas que cambian una conducta por el respeto a una imagen religiosa.

Recio cuenta que un municipio logró mantener limpia una esquina en la que los vecinos arrojaban basura colocando una estatua de la Virgen María (ver “La constancia en el trabajo de concientización es clave”). De alguna forma, se trata de dejar de deslindar toda la responsabilidad en el Estado y hacerse cargo de no seguir ensuciando los espacios públicos.

El manejo de los residuos en Santa Fe

La conducta social es clave para que una ciudad esté limpia. Pero hay muchas políticas que los gobiernos locales pueden llevar adelante para estimular la higiene urbana.

La ciudad de Santa Fe dio un paso estratégico con la separación de residuos domiciliarios, la recolección diferenciada (con reciclado de secos) y su tratamiento en el relleno sanitario. También es importante el programa para disminuir el uso de bolsitas plásticas en los supermercados y almacenes, aunque viene siendo más gradual y lento que lo que se había proyectado en un principio (en parte por pedido de los comerciantes y supermercadistas).

En el caso de la ordenanza que regula a los grandes generadores de basura, otra iniciativa relevante, también queda por ver cómo se van a sumar los carreros (que generan minibasurales en las afueras de la ciudad) a este nuevo marco normativo que aprobó el Concejo.

En cuento a la limpieza de los espacios públicos, siempre hay cosas que se pueden mejorar. “Hay que preguntarse y observar en cada lugar si los tachos son suficientes, si se los mantiene con la regularidad necesaria, si se limpian los espacios públicos con eficiencia. Es que cuando la gente ve un espacio sucio lo cuida todavía menos”, advierte Julieta Di Filippo, de la Fundación Hábitat y Desarrollo.

Una buena noticia es que el municipio está terminando de limpiar la ciudad de las secuelas que dejaron los temporales de diciembre. “En el caso de las ramas, en general, la situación está normalizada. Lo que nos falta es retirar los tocones que quedaron de los árboles. Es una tarea que se va a realizar en forma progresiva durante los próximos tres meses”, estima Roberto Celano, subsecretario de Ambiente de la Municipalidad de Santa Fe.

/// ANÁLISIS

“La constancia en el trabajo de concientización es clave”

Sergio Recio

El servicio de higiene urbana existe porque hay algo que se ensucia y esa “suciedad” es causada, principalmente, por los ciudadanos. Una vez que un producto deja de ser útil, se transforma en un residuo, en algo que las personas no quieren y que quieren bien lejos. Entonces, ya sea embolsado o disperso, la basura es arrojada en el espacio público, ese lugar que es de todos, pero no es de nadie.

Una vez que se deshace de su basura, el problema para el ciudadano se terminó y pasa a ser, en su visión, un problema de gestión estatal. Por eso, es un problema ideológico antes que educativo. Este tema de no hacerse cargo de la basura que cada uno genera no es exclusivo de Santa Fe, sino que se repite en toda América Latina.

Nadie quiere ver la suciedad, por eso el problema, en general, de las gestiones estatales es que en su mayoría son de carácter higienista, “mantengamos la ciudad limpia”, antes que ambientalista o social. La opinión pública se queja de la suciedad y esto resulta en un doble discurso ya que es la misma sociedad la que ensucia. No obstante, Santa Fe está realizando desde hace tiempo un valioso trabajo para generar cambios en este sentido. Entre otras medidas ha sido pionera con su campaña de reducción de bolsas plásticas, que se puso en marcha con el objetivo de concientizar sobre la importancia de disminuir la entrega de este tipo de elementos en los comercios locales y promover el uso de bolsas reutilizables o el changuito de los mandados.

La cuestión actitudinal es compleja y debe trabajarse desde varios lugares: campañas de concientización masiva, comunicación directa, incentivar con premios o desalentar con multas, formando e informando, siempre basados en una gestión que funcione. Hay personas que cambian su actitud con un discurso ambiental; otras, cuando se enteran que reciclando están dando trabajo a familias enteras. Un ejemplo que resulta muy interesante es el de una esquina donde los vecinos arrojaban sistemáticamente basura, transformándose en un vertedero ilegal. El municipio lo limpiaba y pintaba una y otra vez, sin resultado. Curiosamente, el problema se solucionó cuando pusieron una estatua de la Virgen María.

El trabajo de concientización es una labor con resultados a largo plazo, por ello la continuidad en los programas de los gobiernos es vital. Actualmente son muy útiles los llamados puntos limpios de algunas ciudades del mundo, ya que además de ser un lugar de recepción de materiales reciclables, también son espacios en los cuales los ciudadanos se informan y aprenden.

En mayor o menor medida este tipo de problemas son inherentes a las grandes ciudades.

En capitales europeas como Madrid, Londres o París, hace más de 20 años que en forma paulatina se fueron desarrollando distintos tipos de campañas y proyectos ambientales, obteniendo excelentes logros y cambios absolutos de conducta en la población.

Definitivamente es un proceso largo, y para tener el éxito deseado es clave la constancia en el trabajo de concientización.

Director de Estrategias Ambientales de la Agencia de Protección Ambiental de Buenos Aires

4.000

infracciones

se labraron en el 2012 a vecinos que sacan la basura fuera de horario o la llevan a lugares inadecuados, según las cifras del municipio.

1.500.000

pesos

gasta la Municipalidad cada año, aproximadamente, para reparar los juegos, las luces y el mobiliario urbano que algunos destrozan en los espacios públicos de la ciudad.

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¿Minibasural? En Ricardo Aldao y Antonia Godoy, en un barrio bien residencial, a mediados de enero se habían acumulado bolsas de basura en los restos de ramas. Foto: Amancio Alem

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Los vándalos. Los cestos del paseo peatonal de la Costanera se tumban y rompen varias veces por año. La foto es de la última recorrida que hizo El Litoral, en septiembre de 2012. Además, se destrozan los juegos y el mobiliario de las plazas. Foto: Mauricio Garín