HOY Se cumplen 60 años de su muerte

Eusebio Marcilla, el altruista

El “Caballero del Camino” encontró la muerte aquí muy cerca, en la intersección de la Ruta 70 y la Nacional 11 en Recreo, donde su Chevrolet 40 derrapó, chocó contra una columna y minutos después falleció en el hospital Iturraspe.

Daniel Monticelli

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No es fácil encontrar un término que englobe lo que significó Eusebio Marcilla en el mezquino mundo del automovilismo deportivo. Quizás lo que se acerque a su personalidad, es que fue una persona decididamente altruista. Sí eso es lo correcto... porque profesó desde su niñez en Junín (donde nació el 16 de julio de 1914) esa tendencia de hacer el bien a sus semejantes, aun a costa de su propio provecho.

Por una cuestión cronológica, quien esto escribe ni siquiera había nacido cuando Eusebio se accidentó fatalmente en el cruce de la Ruta 70 (jurisdicción de Recreo, la cual hace un tiempo ya lleva su nombre) y la Ruta Nacional 11. Pero supongo —al menos así me lo han hecho saber algunas veces sus hijas, María Haydé y Helena— que Marcilla nunca se dejó llevar por el egoísmo propio que se practica tanto en esta disciplina; todo lo contrario.

Ahora bien, ¿por qué se lo conoció más como el “Caballero del Camino” y no por tantas carreras y victorias que ha tenido en el Turismo Carretera? Porque en ese momento, y más aún en la actualidad, sería imposible pensar que un piloto

vaya a detenerse en una competencia para auxiliar a otros. Eran nada menos que los hermanos Gálvez y Juan Manuel Fangio, perdiendo grandes chances en el clasificador, pero Marcilla lo hizo.

El mote

El juninense fue protagonista de dos actos que le valieron semejante apodo. En 1940, corría con una cupé Chevrolet de Turismo Carretera el “Gran Premio Internacional del Norte”, popularmente conocido como la Buenos Aires-Lima-Buenos Aires. Si bien no pudo completar los 9.500 km. de recorrido, fue en esa competencia cuando regresando desde la capital peruana tuvo un primer gesto hacia sus ocasionales adversarios, auxiliando a los hermanos Oscar y Juan Gálvez que se habían desbarrancado unos 200 metros en la montaña, cerca de Arequipa...

El otro: Juan Manuel Fangio tuvo su primer accidente de gravedad en la VII etapa del “Gran Premio de la América del Sur”. En el vuelco con el Chevrolet 39 y cuando recorría territorio peruano —en Huanchasco, pasando Trujillo—, perdió la vida su acompañante Daniel Urrutia. Ese trágico accidente se produjo antes del amanecer, por entonces Eusebio Marcilla, que venía detrás, los rescató llevando a ambos hasta el hospital de Chicama (a unos 20 kilómetros del lugar del hecho), y tras dejarlos para que los atendieran, continuó en carrera, perdiendo más de una docena de minutos.

“Ese gesto lo privó a Marcilla de la que hubiese sido su mayor victoria deportiva. Es que al término de la Buenos Aires-Caracas, Marcilla llegó segundo de Domingo “Toscanito” Marimón, quien ganó ¡por 12 minutos!”.

Estas historias están escritas en el Museo que lleva el nombre del “quíntuple” en el Museo de Balcarce.

El del “auto negro...”

Por esos años, la Argentina estaba muy convulsionada. Había que ser peronista (sí, hay que recalcarlo: ¡de Perón!) o eras “el enemigo”. Marcilla intentó por todos los medios de no inmiscuirse en temas políticos, incluso sus hijas se encargan siempre de remarcarlo... pero no pudo. Siempre fue muy fiel a sus principios y jamás pudo ser seducido por intereses partidarios. Es más, fue un perseguido del gobierno de la época. Esto se patentizaba cuando los relatores de las transmisiones oficiales ni siquiera mencionaban el nombre de Marcilla. Sólo decían: “ahí pasa el piloto del auto negro”; “pasa el auto número ...”, o “viene el Chevrolet de Junín...”, sin palabras.

De una forma u otra, nadie pudo opacar la memorable campaña e hidalguía puesta de manifiesto por este hombre, que forjó mediante horas y horas de trabajo en la soledad de su Junín natal, una historia de vida que es para imitar.

Eusebio Marcilla, el altruista

Fatal. Así quedó el Chevrolet de Marcilla, después de chocar contra la columna al tomar hacia la ruta 11.

Foto: Archivo El Litoral.

El accidente

Aquel 14 de marzo de 1953 en la “Vuelta de Santa Fe”, Marcilla venía punteando la competencia y a unos 180 km/h. de promedio. El juninense tomó la curva a gran velocidad y de repente Eusebio “volanteó” intentando corregir... El Chevrolet se fue por los aires y mediante tumbos fue a dar de costado, más precisamente del lado del piloto, contra una columna de hormigón armado que era sostén del tendido eléctrico de alta tensión. El auto quedó “como abrazado” al poste. Inmediatamente, y a raíz del fuerte impacto, se derramó combustible y se produjo un incendio.

Según indican las crónicas de la época, “de nada valieron los esfuerzos del dueño de una estación de servicio del lugar, Orlando Benzi, quien apagó las llamas con un matafuegos, aun a riesgo de su propia vida”. Tampoco la del piloto Jorge Orduna, quien auxilió a Marcilla hasta el Hospital Iturraspe de nuestra capital, pero ya no había nada que hacer... Su acompañante, Miguel Salem (“El Turco”), salió apenas golpeado del accidente.

Eusebio Marcilla, el altruista

Grandeza. La toma de El Gráfico simboliza el perfil del juninese. A su lado, Miguel Salem, el acompañante, que en el accidente sufrió unos pocos golpes. Foto: Archivo El Litoral.

9 victorias

Marcilla ganó casi una decena de carreras entre 1941 y 1952. Su primera victoria fue el 12 de enero del 41 en las 12 Hs. de Rafaela. Después sucedió lo propio el 31 de agosto de ese año, con Vuelta de Añatuya. El 18 de julio del ‘48 ganó la Vuelta del Chaco. El 2 de octubre de 1949, inscribió su nombre en la primera colocación en la Doble Vta. de Rojas. En 1950 fue victorioso en la Vuelta de La Pampa y el 2 de julio en la Vuelta de Córdoba. En el ‘52 ganó 3 carreras: Vuelta de Santa Fe (2 de marzo), Vuelta de Córdoba (6 de julio) y una semana después fue primero en la Vuelta del Oeste.

/// LO IMPORTANTE

Poesía y busto

Si hasta ese ilustre escritor galvense que fue Don José Pedroni (1889-1968) se inspiró a través de la personalidad de “El Caballero del Camino”. “El de Junín, ha muerto. Vino a morir a mi provincia. Atravesó mi pueblo.

Iba tan rápido a su fin, que nadie pudo verlo. La voz de mi saludo -¡Libertad!-

me la quitó con viento...”.

“Allí estaban los hombres, las mujeres, junto al camino recto; los niños en los árboles

y el avión en el cielo. Él pasó con su ráfaga a morir, con muertas mariposas en el pecho”... Para terminar con: “No digamos su nombre deshojado. Su nombre ya no es nuestro. En el lugar donde dejó la sangre, flores le pone el pueblo, amarillas y blancas, que duran un momento, atadas con un hilo de retama; todo del mismo suelo. El caballero de Junín, ya tiene monumento”.

Asimismo en el lugar del accidente fatal del desaparecido piloto, se puede observar desde hace un par de años un busto en tamaño natural, donado por el escultor esperancino Luiggi Sante Lorenzón.