Natalio Botana considera cruciales a las elecciones de octubre

“Un régimen hegemónico no funciona sin apoyo popular”

 

El politólogo admite lo difícil que es ser opositor en un país donde existe unitarismo fiscal y un Estado nacional con un látigo fiscal. Define como “oligárquico” al actual Poder Ejecutivo.

“Un régimen hegemónico no  funciona sin apoyo popular”

“El drama del federalismo argentino es la concentración demográfica en una provincia”, señaló Botana.

Foto: Guillermo Di Salvatore

 

Mario Cáffaro

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Natalio Botana advirtió sobre los efectos de lo que considera una democracia electoral donde permanentemente se está en campaña y sobre las tensiones entre el federalismo político y el unitarismo federal y entre el propio sistema democrático y la república. La conversación con El Litoral tuvo lugar en momentos en que el kirchnerismo hace un tratamiento exprés de la propuesta sobre reforma judicial y a las pocas horas de haber expuesto ante un colmado Paraninfo de la UNL que lo invitó a disertar para abrir el año académico.

—Uno de sus planteos es la tensión entre el federalismo político y el unitarismo fiscal.

—Es una tensión histórica. Alberdi en “Las Bases” presenta al federalismo como una fórmula mixta la línea con lo que pensaban los que se llamaban federalistas en Estados Unidos que en realidad eran los más nacionales, es decir, una fórmula mitad federal y mitad unitaria. El federalismo puro hubiera sido una confederación. La confederación del pacto de principios de 1830 fracasó estrepitosamente por la voluntad hegemónica porteña de Juan Manuel de Rosas que nunca respetó las instituciones del Pacto Federal. El problema de una fórmula mixta es saber para qué lado se inclina: hacia una mayor autonomía de las provincias significa autonomía fiscal; o hacia una mayor centralización de parte del gobierno nacional. En estos treinta años de democracia comenzamos con una idea muy firme de que había que respetar y promover la capacidad fiscal de las provincias; ahora, sobre todo en los últimos diez años, la balanza se ha inclinado hacia el otro lado, hacia un unitarismo de carácter arbitrario. Se puede tener un unitarismo regido por leyes, pero acá es unitarismo fáctico, arbitrario. Depende del hecho de que la Reforma de 1994 establece un régimen de coparticipación federal para repartir el dinero entre Nación y provincias. Es una buena teoría que viene acompañada de una praxis totalmente negativa. Para que funcione bien un régimen de coparticipación debe funcionar bien el reparto automático de recursos entre Nación y provincias. En los últimos años ha bajado el reparto automático y esto se compensa con la arbitrariedad. El gobierno todavía controla el presupuesto y sobre la base de alianzas de gobernadores amigos e intendentes amigos, reparten recursos sin ningún tipo de respaldo legal. Es muy difícil cumplir el rol de opositor si está desempeñando el rol de gobernador como ocurre en Santa Fe, Ciudad de Buenos Aires, Córdoba porque el gobierno central aplica el látigo fiscal.

—A excepción de Ciudad de Buenos Aires, son además las principales productoras de soja.

—Yo las llamo la clase media de provincias. El drama del federalismo argentino -independiente de la política fiscal que haga este gobierno- es la concentración demográfica en una provincia: Buenos Aires. Estas provincias de clase media -que no son mineras, ni petroleras a las que la Constitución les fija regalías- son productoras del oro verde del país, la soja, la principal exportación. Al contrario de lo que ocurre en el Estado federal de Brasil, el gobierno central se apropia de esos recursos desde la reforma constitucional de 1866. Alberdi en 1853 abogaba a favor de

recursos provenientes de la importación en manos del gobierno nacional, tras la guerra del Paraguay se hace la reforma y se extiende a los derechos de exportación que desde ese entonces no son coparticipables.

—También advierte una tensión entre democracia y república.

—Lo que tenemos en acción es un ritmo electoral intensísimo en lo que llamo la democracia electoral. Se vota mucho más que en regímenes parlamentarios europeos. El sistema viene desde 1853 y establece la renovación parcial de las dos cámaras. Se vota sin cesar lo que lleva a un gasto excesivo de recursos en materia electoral y si un gobierno nacional tiene voluntad hegemónica -como la tiene éste-, y esa voluntad hegemónica se traduce en la idea de la presidencia perpetua, reeleccionismo sin límites, la cosa se acentúa extraordinariamente. Este es uno de los resortes que explica el déficit republicano de la democracia argentina, un déficit muy pronunciado y que se ve a diario con la catarata de leyes y proyectos que recibe la ciudadanía.

Para que funcione bien una democracia electoral sin calidad institucional tiene que tener dos resortes básicos: la voluntad hegemónica del Poder Ejecutivo y mayorías regimentadas en el Congreso que actúen como correa de transmisión entre los proyectos de ley que el Ejecutivo pergeña en poco tiempo y que son votados automáticamente. El caso es esta llamada democratización judicial. El debate parlamentario no existe. El Congreso actúa como caja registradora de lo que el Poder Ejecutivo decide y en un nivel muy oligárquico. La palabra oligarquía tiene una carga pesada desde hace milenios en el pensamiento político. Oligarquía es signo de mal gobierno. Para Aristóteles la oligarquía era un término cuantitativo, significaba que el proceso político estaba en manos de unos pocos y esto es lo que ocurre en la Argentina, porque las decisiones básicas del proceso político se toman en el palacio (Olivos o Casa Rosada) por un muy pequeño número de personas que son los que eligen leyes y estrategias. Una vez decidido el proyecto el régimen funciona en base a la estricta disciplina que hay en los rangos del Congreso. Si se quiebra esa disciplina, el sistema político deja de funcionar. Hasta ahora la disciplina se mantiene férreamente y no veo fisuras de importancia.

“Un régimen hegemónico no  funciona sin apoyo popular”

—Y ahora afecta al tercer poder, el Judicial.

—La Constitución prevé dos tipos de control del poder. Uno horizontal, entre Nación y provincias y el vertical en la división clásica entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial. A las provincias las tienen sometidas por el unitarismo fiscal, el Congreso responde como caja registradora ¿qué falta para lograr el sistema hegemónico perfecto?: controlar y subordinar más al Poder Judicial que es lo que se está intentando hacer. Es un sistema de democracia hegemónica fundada en la hegemonía del Poder Ejecutivo, hegemonía en términos griegos es supremacía del Ejecutivo sobre los otros poderes.

—Octubre pasa a ser una elección clave.

—Este fenómeno en el mundo occidental se inició con el bonapartismo en los finales de la Revolución Francesa. El régimen hegemónico no funciona sin apoyo popular. Lo que necesita es producir mayorías y esto es muy costoso porque hay una red de tejidos, planes sociales que tienen como propósito político -más allá del social- reproducir el voto de tal suerte que las mayorías se mantengan y produzcan la supremacía del Ejecutivo. La clave de octubre reside en ver en qué medida la ciudadanía es capaz de poner límites. La tuvo en 2009. Se critica a la oposición de ese entonces, y en realidad hizo bastante en el Congreso porque el equilibrio se dio en Diputados, pero nunca en el Senado. El Senado desde 1983 a la fecha funciona con mayorías muy disciplinadas del justicialismo. Ahora el gran debate es la re reelección para habilitar un sistema ya institucionalizado en 1949 cuyo artículo rezaba “el presidente dura seis años en su mandato y puede ser reelecto”. Se está buscando una salida de este tipo y la posibilidad de la oposición es que se trata de mayorías calificadas para habilitar la necesidad de la reforma. Vamos a ver cómo responde la ciudadanía y si entiende que la democracia exige democracia electoral, democracia institucional y que esa democracia institucional puede ser la bisagra bien aceitada para abrir el horizonte de una democracia de ciudadanas y ciudadanos.

El dato

Cementerios

Botana escribió sobre el cementerio de hegemonías en la Argentina. “La hegemonía kirchernista tiene nobles antecedentes. El primer peronismo intentó construir una hegemonía; el menemismo también y ahora el kirchnerismo intenta lo mismo. Todos fracasaron. El de Menem por buenas razones, electoralmente; el del primer peronismo por las malas razones, el golpe. Se verá si en octubre la hipótesis del cementerio se verifica o si es refutada. Si es refutada, mis preocupaciones aumentarán”.