mesa de café

Adiós a la república

Remo Erdosain

- El otoño es la mejor estación del año- afirma Abel mientras se acomoda a la mesa.

Marcial lo mira detrás de su taza de té y sonríe, mientras José le hace señas a Quito para que le sirva un cortado “mitad y mitad”, le dice. Estamos conversando en el bar de siempre y sentados a la mesa de siempre, contra la ventana y mirando la peatonal por donde los santafesinos pasean o hacen como que están trabajando. En la mesa están amontonados dos o tres diarios, todos abiertos en las notas referidas al debate parlamentario acerca de la llamada “reforma judicial”.

-No es ni reforma ni judicial -digo- no es reforma, porque concentra poderes, afianza las conductas corporativas y, además, subordina uno de los poderes del Estado al Ejecutivo; y tampoco es judicial porque su objetivo no es mejorar la Justicia sino someterla a la voluntad del presidente de turno.

-Es tu opinión -exclama José que no puede disimular su desacuerdo con lo que acaba de escuchar- una opinión -agrega- a contramano de la mayoría de los legisladores que aprobaron la reforma a mano levantada. Lo que pasa es que ustedes son muy democráticos, pero cuando la voluntad democrática de la mayoría les gana se enojan y empiezan a conspirar como lo han hecho cada vez que el pueblo fue gobierno.

-Que yo sepa, nadie está conspirando -informa Marcial- y si algún conspirador hay, son ustedes que conspiran contra las instituciones, salvo que vos creas que la única manera de conspirar sea con las fuerzas armadas.

-No es la única manera de conspirar -reconoce José- pero es a la que ustedes recurrieron cada vez que nosotros fuimos gobierno.

-No nos vamos a enredar de vuelta en esa vieja discusión -digo- lo que me importa es preguntarme cómo seguiremos hablando de república y régimen republicano con una reforma judicial que liquida los últimos controles republicanos, una decisión que, como ustedes saben muy bien, vulnera todos los principios de un Estado de derecho que merezca ese nombre.

-Con ese razonamiento nunca podría plantearse una reforma. Si ustedes salen a la calle y le preguntan a la gente qué opinan de los jueces y los fiscales, la respuesta va a ser unánime: no sirven. Sin embargo, cuando nosotros queremos modificar esa realidad ustedes ponen el grito en el cielo en nombre de un poder corporativo que no representa a la república sino a los grupos económicos más concentrados.

-Si así fuera -observa Marcial- los estaría representando a ustedes, ya que en esta Argentina la concentración de poder político y económico se hace bajo el signo K.

-No contesto chicanas.

-Porque te conviene, porque no tenés ningún argumento para defender lo que estás defendiendo -interrumpe Abel.

-Puede que José tenga argumentos -digo- pero a esos argumentos no los comparto, son los argumentos del populismo. Argumentos que sostienen que la soberanía popular está concentrada en la presidente.

-¿Y acaso no es así?

-Ustedes lo están haciendo así. En un país democrático la soberanía popular es una fuente de legitimidad, pero no la única; además están los controles republicanos para ponerle límites a la tentación de acumular poder. Tres siglos de lucha contra el despotismo avalan esta tradición republicana.

-Además -agrega Abel- pongo en dudas la supuesta democratización de la justicia de la que hablan tanto. Ustedes no quieren democratizar la justicia, todo lo contrario. Las reformas propuestas no abren nuevos canales de participación, no agilizan y no abaratan los juicios, no mejoran los controles. Todo se reduce a tener jueces amigos, a disponer de más Oyarbides y Gils Carbó, funcionarios que acaten sin vacilar las órdenes del Ejecutivo.

-Yo creo que un gobierno tiene derecho a defender su proyecto, a defender las políticas por las cuales fue votado. Acá parece que ustedes no registran que Cristina ganó de punta a punta y le sacó más de treinta puntos al segundo.

-No entienden nada -repite Marcial en voz baja y aparta con la mano la taza de té.

-No entienden ni quieren entender -dice Abel- no se dan cuenta que con esta reforma vamos a tener un Poder Judicial con jueces con conducta corporativa, pero además subordinada al oficialismo. Lo más interesante de todo es que cuando alguna vez cambie la bocha en la Argentina, ese sistema judicial que han implantado le dará poderes absolutos al nuevo ganador y entonces serán los kirchneristas los que pondrán el grito en el cielo a favor de una justicia independiente con jueces probos y garantías para poner límites a los atropellos del Estado.

-No entiendo lo que decís.

-Es muy sencillo -insiste Abel- cuando el poder se desate contra los k hasta el menos democrático reclamará garantías, presunción de inocencia, límites; pues bien, ese poder no existirá y como un Frankenstein lanzado a su propia lógica se devorará a sus propios creadores. Entonces yo estaré allí para contemplar cómo la señora Conti, el señor Kunkel y todos los energúmenos que integran la claque K piden por favor garantías y jueces independientes. En definitiva, lo que los K no deber perder de vista es que este sistema que ahora imponen mañana puede volverse en contra de ellos.

-Yo no estoy de acuerdo con lo que decís -digo- la venganza nunca es aconsejable y la injusticia es siempre injusticia.

-Estoy proponiendo un escenario imaginario -se defiende Abel- en todo caso lo que quiero decir es que un país serio no puede jugar a suprimir sus libertades y a mutilar sus garantías en nombre de un proyecto que es de dudosa legitimidad y un relato devaluado por la presencia de los Báez, los Fariña y los Cristóbal López.

-El proyecto de Cristina trasciende las anécdotas -se ufana José- en todo gobierno hay gente mala, pero lo que a nosotros nos importa es lo que este gobierno hizo y hace de bueno. En definitiva, ustedes no lo critican por sus errores sino por sus aciertos.

-Sus aciertos son tan evidentes -ironiza Abel- que yo todavía no he logrado descubrirlos.

-No hay más ciego que el que no quiere ver -sentencia José.

-Lo que yo veo es un pacto pampa entre Cristina y Lorenzetti -dice Marcial- y han acordado de la peor manera, reforzando los vicios de los dos: el Ejecutivo concentrando poder y el Poder Judicial manejando la caja y la designación de los amigos... esa parece ser toda su preocupación justiciera.

-Es lo que dice Lilita Carrió, que no la votó nadie -refuta José

-Es lo que se ve y se huele en el aire -responde Marcial.

-Yo no sé si hubo o no pacto con la Corte Suprema y si, como dice Kunkel, hubo o no pacto con los radicales. Lo que sé es que por este camino la democracia conquistada en 1983 corre el riesgo de derrumbarse.

-No comparto -concluye José.

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