Mesa de café

¿Todos vamos por todo?

Remo Erdosain

Marcial está exultante. El dato merece mencionarse porque ese estado de ánimo no es habitual en él, generalmente medido, cauteloso, distante. Hoy, por el contrario, ha llegado con una ancha sonrisa en la cara, lo ha saludado al mozo como hacía tiempo no lo hacía y ha invitado una vuelta de café para todos.

—Lo de Mauricio Macri en Capital Federal -dice levantando la voz, que atendiendo el temperamento de Marcial es como si hablara a los gritos- es el gesto político más importante que he visto en los últimos años, hechos como éste te reconcilian con la política, la democracia y la condición humana.

—¿Se puede saber de qué estás hablando? -le pregunta un José receloso.

—¿Y de qué te parece que puedo estar hablando?

—No lo sé.

—De la decisión de proteger la libertad de expresión en la ciudad.

—En todo caso, al que hay que felicitarlo es a Magnetto -responde José-, Macri con esta decisión que a vos te parece tan maravillosa no ha hecho otra cosa que declararse sirviente del Grupo Clarín.

—Ustedes los peronistas no son los más autorizados para usar la palabra “sirvientes” -responde Abel- ya que ésa es la condición que invocan en su relación con la señora. El peronismo es la única fuerza política en el mundo en la que sus militantes no tienen ningún pudor en declararse alcahuetes, sirvientes u obsecuentes del líder o la líder de turno.

—Nosotros seguimos leales a nuestra historia.

—¿A que historia te referís? -pregunta Marcial-: ¿a la del “Primer trabajador” y el “Hada rubia”?, ¿a la de Perón e Isabelita?, ¿a la de las Tres A y los Montoneros?, ¿a la de Menem y las relaciones carnales? ¿o a la de Él y Ella?

—Los peronistas podemos darnos el lujo de tener muchas historias, porque sólo los que se comprometen con la realidad pueden acertar, equivocarse y, en definitiva, hacer historia con palabras mayúsculas.

—Ustedes más que historias, lo que tienen es prontuario -le digo.

—No nos vayamos del tema -dice Abel- yo creo que lo de Macri es bueno, pero no festejaría con tanto entusiasmo como Marcial.

—¿Y se puede saber por qué?

—Porque dudo de la sinceridad de Macri, y porque no me gustan los decretos de necesidad y urgencia.

—Cada uno puede pensar de Macri lo que mejor le parezca -digo- lo que no se pueden esconder son los hechos, y en este caso, un hecho a favor de la libertad de expresión y en contra del autoritarismo.

—Se olvidan del Borda -dice José.

—Eso fue una provocación montada por ustedes -replica Marcial-, estuvieron más de una hora insultando a la policía y agrediéndola con palabras y proyectiles. En cualquier país del mundo, en España, en Suecia, en Inglaterra, eso no se puede hacer.

—Lo que ocurre en las democracias imperialistas no me interesa -replica José.

—Si no te gusta lo que allí ocurre, te doy otros ejemplos. ¿Te pusiste a pensar cómo actuaría la policía de tu amigo Fidel Castro si un grupo de energúmenos la emprendiera a los cascotazos? ¿O qué haría la policía de tus amigos Maduro o Correa, si pasara algo parecido?

—No es lo mismo. Una cosa es la violencia en manos del pueblo, y otra cosa es la violencia en manos del antipueblo.

—Claro que no es lo mismo -responde Marcial-; en el caso de Macri, se trata de la policía de la democracia y en el otro de la policía de regímenes autoritarios.

—La Metropolitana de Macri nació con barro y a ese barro nunca se lo podrá sacar.

—Yo lo que creo -digo- es que los organismos de control deben investigar cómo se comportó la policía y sancionar a todos los que hayan cometido excesos, pero también creo que las patotas sindicales no pueden hacer lo que se les da la gana y después reclamar justicia y derechos.

—El pueblo tiene derecho a luchar y a reclamar por lo que es justo -insiste José.

—Lo tiene, pero en el marco de la ley y respetando a las autoridades de la democracia.

—Si vamos a respetar a las autoridades no hay lucha -afirma José.

—¿Y se puede saber por qué hay que andar luchando todos los días? ¿De dónde sacaron o quién les dijo que para ser patriotas hay que andar encapuchado y con una molotov en la mano? Como le gustaba decir a mi abuelo: ¿Por qué no prueban trabajar alguna vez en su vida?

—La lucha es el derecho de los pueblos -contesta José.

—Esa afirmación la habrás leído en un libro escrito por un alemán, en realidad un austríaco, que no casualmente lo tituló “Mein Kampf”, es decir “Mi lucha”. El cabo austríaco, te recuerdo, se llamaba Adolfo Hitler y tu jefe político lo apreciaba mucho.

—No comparto -dice Marcial- y no comparto porque Perón no tenía nada que ver con Hitler. Y no tenía nada que ver, porque su maestro, como él mismo se encargó de repetirlo hasta el cansancio, era Benito Mussolini.

—Ahora me quedo más tranquilo -le digo a Abel en voz baja- Perón no es nazi, es fascista.

—Yo lo que creo -dice Abel- es que la democracia recuperada en 1983 está en peligro y los que la ponen en peligro son las damas y los señores kirchneristas. La llamada reforma judicial es un atropello directo a la República, los preparativos para intervenir Papel Prensa es otra amenaza. Y ahora, además, quieren ir por Clarín.

—Me voy a poner a llorar de tristeza -dice José todo compungido.

—Yo te pediría que seques tus lágrimas y contestes si efectivamente quieren reformar la Constitución Nacional.

—Lo dijo la compañera presidente esta semana: hay que ponerla a tono con los tiempos, pero luego aclaró que ella no iba a hacer nada para reformarla.

—¡Que generosa! -digo- pero, además, pregunto: ¿en qué artículo de la Constitución se dice que la presidente puede promover la reforma constitucional?

—A lo mejor, en la Constitución de Santa Cruz -responde Abel.

—A mí lo que más me fastidia -digo- es que la Constitución tiene menos de veinte años y fue votada a mano levantada por Él y Ella...

—No te olvides que para esa época, Él y Ella consideraban que Menem era el presidente más importante de la historia nacional.

—No sé por qué le tienen tanto miedo al pueblo y a las elecciones. Si se tuvieran un poco de confianza, lo que harían sería movilizarse para ganar las elecciones. O movilizarse para armar una lista y ganar el Consejo de la Magistratura -dice José .

—Nosotros no queremos sacarlos a ustedes y poner una dictadura.

—En 1955, fue lo que hicieron.

—Si lo fue -afirma Marcial- fue una dictadura de lujo.

—Mejor no te contesto -dice José.

—No sé por qué te llama tanto la atención -le digo a Marcial- la actitud de un gobierno cuya máxima autoridad dijo: “Vamos por todo”. Y no sé qué te puede llamar la atención cuando arrecian las denuncias contra una corrupción que compromete a las máximas autoridades y los señores y las señoras no dicen: “Esta boca es mía”.

—Cuando decimos: “Vamos por todo”, es porque queremos el poder para profundizar la revolución.

—Mirá cómo tiemblo -dice Abel.

—Háganse cargo de sus palabras -agrega Marcial- porque si ustedes dicen: “Vamos por todos”, después no se extrañen cuando desde la oposición digamos lo mismo.

—No comparto -digo.

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