Un virtuoso en el barrio

El trazo que resiste

Pincel de pelo largo, esmalte sintético, paciencia y mucho talento. Estas son las bases del filete. Un arte que sobrevive de la mano de Oscar Pecorari.

postalesa.jpg

“Hago filetes desde chico”. El Peco en su taller, donde todo lo que encuentra a su paso se convierte en potencial lienzo de su arte.

 

Hace unos años, camiones y colectivos eran mucho más que un servicio de transporte. Eran verdaderas obras de arte sobre ruedas, en las cuales fileteadores de todo el país plasmaban sus frases y dibujos.

El tiempo pasó y por diversas circunstancias los coches se volvieron monocromáticos y los camiones más despojados. Sin embargo, el filete no se dio por vencido y hoy lucha por mantenerse presente en otros soportes.

Uno de estos artistas continúa con su actividad y vive en barrio Sargento Cabral. Su hogar no es difícil de encontrar. Los filetes laten en su puerta de entrada, atestiguando que alguna vez fueron parte de la historia del transporte argentino.

Oscar Pecorari cuenta que su amor hacia el filete nació junto con él, un 29 de diciembre de 1952. “Desde chico ya me llamaba la atención. Siempre que paseábamos con mi familia, si veía algún carro mi papá me tenía que sacar a rastras porque me quedaba mirándolos. Cerca de mi casa había un taller y cuando me enteraba que llegaban coches, me pasaba días mirando sus dibujos, siempre con la idea de aprender. En Santa Fe no existían escuelas de ésto, así que todos los que pintaban aprendían por transmisión de sus padres”.

En 1979, y tras terminar su carrera secundaria, comenzó a tomar más seriamente esta actividad. “Yo algo sabía de pintura, pero fue complicado porque era pibe. Me fui haciendo de a poco. Trabajé todos los días, sobre todo sábados y domingos, al sol, con el asfalto caliente, o bajo las heladas, lo cual hoy me dejó algunas secuelas físicas. Pero valió la pena”, cuenta el Peco, como lo llaman cariñosamente. “Mi primer colectivo fue un coche de la línea L. Recién estaba aprendiendo, pero el dueño me tuvo confianza y me dio trabajo. Después hice muchos filetes para la línea 16, ese fue un trabajo importante” recuerda.

Pasaron los años y la tecnología fue lapidando poco a poco al filete. Hoy, a excepción de Pecorari, ya no quedan muchos fileteadores en Santa Fe. La bella danza del pincel fue reemplazada por el plotter y las gigantografías. Los colectivos son amarillos y los nuevos propietarios de camiones optan por diseños más simples y modernos en sus unidades.

Hoy Peco se dedica al filete porteño. Sillas, guitarras, carteles, aparadores, todo lo que encuentra a su paso, se convierte en potencial lienzo de su arte.

Puede vérselo vendiendo sus artesanías los domingos en la Costanera, más precisamente en Almirante Brown al 5700. “Es difícil, hoy en día no hay ventas, no sólo en mi actividad sino en general. La gente no quiere gastar plata. Esperemos que este año las cosas mejoren para todos”, lamenta Oscar.

Sin embargo, el complicado panorama lejos de desalentarlo, lo inspira. “Llevo toda mi vida aprendiendo y hoy sigo haciéndolo. Me mantengo en contacto con fileteadores de todo el país e intercambiamos sugerencias. Siempre hay algo que se puede corregir. Yo fui un autodidacta. En mi formación siempre fueron fundamentales los maestros fileteadores. Y hoy sigo creciendo gracias a ellos”.