Festejos por el 25 de Mayo

Bonfatti y un mensaje a la juventud

El gobernador presidió los actos centrales en esta ciudad. Participó del Tedeum donde José María Arancedo reclamó diálogo para “rescatar el buen común”.

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Las autoridades, después del saludo protocolar, participaron del izamiento de la bandera en la plaza 25 de Mayo donde la Compañía Argentina de Danza irrumpió entre el público; con trajes de época y repartiendo escarapelas.

Foto: Guillermo Di Salvatore

 

De la redacción de El Litoral

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Con una “reafirmación” de la convocatoria “por la niñez y la juventud” que ya había hecho el 1º de Mayo ante la Asamblea Legislativa, el gobernador Antonio Bonfatti se dirigió esta mañana a todos los santafesinos, para conmemorar los 203 años de la patria. Como es tradición, el mandatario saludó primero en el Salón Blanco de la Casa Gris a funcionarios y colaboradores. Después, participó del izamiento de la bandera en la plaza 25 de Mayo; escuchó posteriormente el Tedeum a cargo de Monseñor José María Arancedo en la Catedral Metropolitana (ver aparte) y, finalmente, se ubicó en el palco principal para presidir el acto central, flanqueado por casi todo su gabinete y referentes de los demás poderes el estado.

Allí, se cantó el Himno Nacional interpretado por Itatí Barrionuevo y se escuchó una oración por la Patria a cargo del arzobispo de Santa Fe; tras ello habló el gobernador. Fue un discurso breve y orientado básicamente a los jóvenes, con una convocatoria al diálogo para lograr “una provincia de la convivencia”.

Impulso vital

“Hoy quiero dedicar estas palabras de mayo a todos los santafesinos, pero especialmente a nuestros niños y jóvenes -dijo Bonfatti-. Quiero decirles que nacieron en una provincia que le dio al país la bandera y la Constitución nacional, y que junto a esos grandes momentos, fue también protagonista de historias pequeñas y decisivas, que quedaron marcadas para siempre en nuestra historia grande”. Y en ese marco, relató la historia de Elías Galisteo, un joven santafesino que en 1810 apoyaba la Revolución y se propuso representar -aunque sin lograrlo- a Santa Fe, cuando la Primera Junta reclamaba la designación de diputados para el congreso general.

Bonfatti rescató la experiencia para valorar los “derechos de los jóvenes y su decisión de ejercerlos”. Y aseguró que esta provincia “vio nacer ese impulso vital de los jóvenes que se entusiasman con transformar la realidad y se niegan a aceptar las desigualdades, porque prefieren abrirle la puerta a la democracia”.

Dialogar

Por último, retomó -fuera de libreto- la homilía de Arancedo, y se plegó a la solicitud por “rescatar el bien común, por pensar en la solidaridad, en los demás, por esforzarnos más, por escucharnos y dialogar, para hacer de Santa Fe la provincia de la convivencia”.

Para cerrar, Bonfatti pidió “reflejarnos en las historias de mayo para encontrar en ellas la esencia de los valores que nos identifican como pueblo. Esforcémonos -reclamó- para hacer de la libertad y la igualdad la fuerza más profunda que alienta nuestra marcha incansable hacia la provincia y la Argentina que queremos”.

El acto concluyó con el tradicional desfile cívico-militar. Tras ello, Bonfatti inauguró los trabajos de restauración de la Casa de los Aldao (ver págs. 10 y 11).

Unidad en la diversidad

En su homilía, monseñor José María Arancedo instó a trabajar por la unidad del pueblo, como fundamento de “una amistad que nos permite enriquecernos con la diversidad de sus miembros. Ni hegemonía de la unidad, ni anarquía de la diversidad -advirtió-. En esto juega un papel importante en la vida de la República la sabiduría y la magnanimidad de sus dirigentes, con su responsabilidad política y ejemplaridad social. ¡Cuánto nos cuesta a los argentinos, conjugar esta realidad de lo uno y lo diverso! Caemos fácilmente en la tentación amigo-enemigo, que nos puede dar una aparente seguridad pero que es signo de nuestra fragilidad como República”, planteó.

Sostuvo que la política, entendida como una expresión “eminente de caridad social”, reclama en un año electoral tanto al político como a toda la dirigencia “sentirnos servidores del bien común y testigos, llamados a orientar el camino de solidaridad”. Arancedo consideró “necesario valorar en estos temas el significado moral y ejemplar que tienen las virtudes del diálogo y la honestidad, como la austeridad y la magnanimidad de toda la clase dirigente, que permita recobrar la confianza en la palabra dada, junto al firme deseo de crecer en concordia y la amistad social de todos los argentinos”.

Finalmente, advirtió que “revisar actitudes y tender puentes no es signo de debilidad, sino expresión de sabiduría humana y madurez política”. Para ello, pidió a Dios “la sabiduría del diálogo y el compromiso por el bien común; un corazón generoso para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los más pobres, aborreciendo el odio y construyendo la paz”, concluyó.