llegan cartas

Poeta

¡A alguien!

Se diluye en alientos detenidos

tú esperanza de calor adocenada

en la fatalidad de tu jornada

y de tus besos nunca respondidos

tus apremios, de tanto

suprimidos,

taladran sin reparos esa nada

en la que mora siempre acelerada

la vigencia claustral de tus latidos

una lágrima asume,

indetenible,

su rol de río tras el imposible

en toda soledad acuna un llanto

y de golpe te agobia la tristeza

hasta doblar, vencida, la cabeza

¿tal vez cansada de esperarme tanto?

El suplicante

Estoy arrodillado en tu presencia.

Libérame de tus leyes, Dios del Día,

del cruel imperio de la geometría

que me sepulta en la circunferencia.

Completa el puente de correspondencia

que une mi mente y tu sabiduría;

destruye mi imperfecta simetría,

rompe mi yo y absórbeme en tu esencia.

Todo lo que hay en mí te pertenece:

la carne, el alma, el mar de los sentidos,

la luz, ¿la sombra?, que se desvanece.

Mis días no serán sueños perdidos

si más allá del aire que perece

soy música que escuchan tus oídos.

Publio Benuzzi. Un pensador poético.