editorial

Salarios: una brecha de género que no decrece

  • El mercado laboral se feminiza pero todavía subsisten diferencias salariales y de acceso a puestos de mayor jerarquía.

En el mercado laboral argentino algunas noticias no son buenas para las mujeres: el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos estableció que la brecha salarial respecto de los hombres es de un 36 por ciento. Es decir que a pesar del mayor acceso a educación terciaria y universitaria, y a la notable inserción en el campo del trabajo rentado -al punto que se considera que la tasa de participación femenina en el mundo del trabajo se incrementó un 20 por ciento en las últimas dos décadas-, las mujeres no han logrado todavía desenvolverse en igualdad de condiciones.

Según el mismo informe, las mayores diferencias se registran en las provincias de Misiones, Salta y Chubut, en tanto que disminuyen en Río Negro y Santiago del Estero. Cada territorio analizará las causas que originan su propio cálculo, pero lo cierto es que desde hace varios años se viene advirtiendo una tendencia que, con matices, termina apuntando a un mismo resultado: las mujeres ganan menos que los hombres.

Ya en marzo de este año, se conoció el resultado de un estudio realizado por la CTA en el que se advertía sobre la diferencia salarial entre unos y otras, más acentuada aún en razón de que las mujeres acceden a puestos menos calificados. También se advertía sobre la doble carga de trabajo que implica sumar al empleo rentado el cuidado de la casa, de los niños y de otros familiares. A propósito, el mismo informe aportaba una serie de recomendaciones destinadas a modificar esta situación: por un lado, la necesidad de contar con espacios adecuados para el cuidado de los niños en su primera infancia a fin de facilitar el ingreso o permanencia de las mujeres en el trabajo; y además, políticas destinadas a la atención de la tercera edad. En este punto conviene detenerse: el aumento en la expectativa de vida puede leerse como un dato positivo pero que a la vez redunda en una nueva carga para las mujeres que, en forma mayoritaria, son quienes se hacen cargo de su atención.

También se proponía entonces la promoción de puestos femeninos en espacios laborales no tradicionales y una legislación que proteja a quienes ocupan los empleos menos calificados teniendo en cuenta que, por ejemplo, el trabajo doméstico, está altamente feminizado. Sobre este tema, se difundió en las últimas horas otra medición del Indec que advierte sobre el elevado porcentaje de trabajadores en negro, de los cuales las mujeres también son mayoría, en parte por la incidencia del personal doméstico en esta estadística, uno de los rubros que presenta mayor informalidad.

En definitiva, menos horas disponibles para trabajar fuera de casa y limitaciones para acceder a cargos de más jerarquía constituyen un panorama que debe ser tenido en cuenta a la hora de abordar la problemática del empleo desde una perspectiva de género que tenga en cuenta, además de la salida al mercado laboral, el acceso al estudio, los cargos en los que se demanda presencia femenina, las consignas que rigen la selección del personal y la posibilidad de compatibilizar empleo y vida privada, con políticas que garanticen una mayor equidad en la distribución de responsabilidades para favorecer el desempeño en la esfera pública.

Desde hace varios años, se viene advirtiendo una tendencia que, con matices, termina apuntando a un mismo resultado: las mujeres ganan menos que los hombres.