Una mirada desde el sur

De patos rengos

Raúl Emilio Acosta

Copiamos parte de la Constitución de los Estados Unidos. Su política trajo dichos a estas costas. Los yanquis tienen lo suyo. Cualquiera sabe, aún los consejeros políticos de Argentina, que cuando comienza el fin de un mandato comienza la indisciplina. Algunos gremialistas son sabios (en Argentina). En otros lugares, a gremialistas y políticos, el sistema colegiado (poder, hablo del poder) termina salvándolos, al menos dejándolos marchar lentamente al fondo de su historia. Los yankis tienen lo suyo. Al poder que se desvanece lo han trivializado: pato rengo. Lo argentinos tenemos más metáforas con las gallinas. Es lo mismo. Finalmente el último cuarto de un gobierno es un barco que debe auxiliarse para llegar a puerto, buen puerto, el fin del mandato.

La señora presidenta, después de octubre de 2013, comenzará su declinación. Su octubre indica un NO. No hay reelección. Conservar poder, mucho poder, no será cuestión de chequera. No solamente de chequera. El terror suele ayudar. Una ayuda que ya no alcanza.

El mundo es ancho, ajeno y conocido. Todo se sabe. Ya no sirve cerrar fronteras y ejercer censuras. No es conveniente, aun cuando sea una metáfora política, definirla a la señora como un pato rengo. Hasta la cuestión de género hace ridícula la metáfora. La pérdida de poder es otra cosa. Es real. Con o sin patos criollos, reales o siriríes.

Los gobiernos populistas, por aquello de la instancia única, del poder unipersonal, del mandato a destajo, no tienen prevista la sucesión. Los hombres providenciales son inmortales (risa). Las mujeres también (risas). CFK no tiene quién la suceda. No será ella. Ella misma. No puede ser, malditas leyes, maldita Constitución, maldición. No se puede. Listo.

Todos somos iguales a nosotros y distintos a los demás. Todos somos distintos a CFK. El asunto aflige. Un país no es una novela, aún cuando todas las noches en una noche tiene semejanza con lo que nos pasa. Scherazade cuenta que te cuenta y el relato es finalmente eso: cuentos y cuentos. Algunos cuentos son/fueron interesantes. El de la justicia social -y todo el mundo incluido-, el más imborrable para el peronismo. Sin justicia social y con “Korrupción”, el cuento se vuelve disparate. Asistimos al disparate. Se insiste: se disparará al infinito en el fin de octubre.

La primera variante para frenar el “patorrenguismo” es la relección. No hay encuestador, por bien pago que esté, que asegure un triunfo plebiscitario, de esos que animen a reventar la Constitución Argentina de una buena vez. Sus piratas sarracenos cerrarán filas y dejarán el alma en un rezo. No alcanzará. No están los votos, pero ni siquiera es cuestión de votos, es cuestión de supervivencia. Por el camino de la re-re-re no hay modo de frenar a las oposiciones, tan desperdigadas como atontadas. Acaso en las oposiciones, en el fin del bipartidismo, se encuentra el descaro del cristinismo ululante. Se sienten solos en el escenario. Para ellos, vox populi vox Dei no es sólo un latinazgo, es una formidable excusa. Vamos por todo, siguen musitando en los pasillos. La sola mención de re-re-re sirve para unificar a las oposiciones. Todos pegan el respingo. Hasta firman actas ridículas.

Debe repararse en que el juego de los diferentes modos de la oposición ha sido estudiado por las usinas del relato perpetuo. Son estos grupúsculos de un aliento opositor “diasporizado” los que legitiman cualquier intento continuador, cualquier variante del populismo al infinito. En torno a CFK se sabe que hay razones que movilizan a la oposición que decide juntarse, con varios tenores y a un solo efecto. Razón: para defender algo obvio. Hubo ensayos. Se dice que hay un plan. Juntar a los opositores amenazados por un fantasma que los obligue al abrazo.

Si, por esas casualidades del trasnoche y la ginebra, los suboficiales -un grupo de suboficiales guiados por algún oficial también trasnochado- dejasen caer tres granadas y un comunicado en un amanecer mustio y delirante suponen, las usinas K, que la oposición irá a velar “la democracia” en el Congreso. Juramento: todos iríamos. Todos. Con esa vigilia, el mandato extendido. Cualquier democracia es mejor que ninguna democracia. Los gendarmes enojados por recategorizaciones y traslados terminaron, hace poco, convirtiéndose en una prueba casual que puede convertirse en causal.

Tres hechos reflejan con espanto la memoria colectiva. Terrorismo de Estado, tortura y bombas locas. Golpe de Estado. Inflación. Con cualquiera de los tres fantasmas se maneja ese insalvable espacio que va de perderlo todo a conformarse con algo. En rigor, la inflación no es un fantasma, es una pesadilla recurrente. Los otros fantasmas están muy cerca.

No nos invaden de Ganímedes. No nos ataca el imperialismo yanqui ni nos amenaza el “sucio trapo rojo”. Igual sigue el vaivén. Ni yanquis ni marxistas: populistas. Ni siquiera se puede suponer, después del desmantelamiento que resolvió el menemismo (ni presupuesto ni soldaditos) que este Ejército devaluado sirva a los fines de su construcción. Claro que, en un país donde el relato adquiere el valor de realidad, contar que estamos amenazados resulta muy fácil, no muy verosímil pero, caramba ¿no es éste el país del Tren Bala, YPF nacional y popular y los planes trabajar? Para los relatos somos un país fácil. Aquí sería verdad Caperucita Roja.

Basta de ejercicios disparatados (¿no?). Bien. Stop. Fin del delirio, no habrá escaramuza, no asonada, ni “Tejerazo”. Rien de rien, diría Edith Piaf. ¿Qué queda? El lento camino hacia octubre de 2015. Saber que aparecerá Gardel para los cristinistas ululantes: la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. Los convertidos insisten que hay CFK al infinito. Con eso alcanza para asustarnos. Salgamos a buscar al pato. Cuidemos la muleta. Tengamos la fiesta en paz.