al mArgen de la crónica

Supersticiones

Pocos lugares hay en el mundo donde las creencias en las fuerzas sobrenaturales, en los genios y en los maleficios tengan tanto arraigo como en Marruecos.

Allí es muy común escuchar advertencias como: “Si un niño rechina los dientes se presagia la muerte de algún ser cercano”, o “Si alguien silba o abre un paraguas en una casa acarreará una desgracia”.

Afortunado o desafortunado será aquel que sienta un picazón en la palma de la mano porque puede significar que cobrará o gastará dinero próximamente. Y que tenga cuidado la joven que se dé un golpe con una escoba porque ya nunca podrá casarse.

Acciones involuntarias como el parpadeo del ojo izquierdo, o que escapan a todo control humano, o como el aullido de un perro, también pueden provocar mal augurio; mientras que si el ojo que parpadea es el derecho significa que se recibirán buenas noticias.

Dentro de estas creencias se distinguen las basadas en la religión, como el mal de ojo mencionado en el Corán como sinónimo de envidia, y las que tienen su fundamento en costumbres locales y son reprobadas por la versión ortodoxa del islam.

Y es en este marco, en el cual las supersticiones promueven una “industria de hechicería” muy presente en este país, donde el cliente puede encontrar soluciones para todo tipo de dolencias sobrenaturales: desactivar un embrujo, echar un maleficio a un enemigo, conseguir suerte en la vida o hasta domar a un marido.

Varios sociólogos resaltan la función psicológica de estas supersticiones como un comodín para evitar responsabilidades y justificar desgracias o pérdidas atribuyéndolas a factores externos e involuntarios.

Lo cierto es que las supersticiones en Marruecos resisten al paso del tiempo, y todavía hay padres que no dejarán que una persona pase por encima del cuerpo de su hijo, ni siquiera jugando, porque existe la posibilidad de que deje de crecer y se convierta en enano.