Barcelona: tradición y modernismo

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La zona balnearia es extraordinariamente extensa: Platja de Sant Miquel, de Sant Sebastià, de la Barceloneta, de la Nova Icària, de la Mar Bella, entre otras.

Picasso y Gaudí, el Camp Nou que se ilumina con los goles de Messi, las intrincadas calles del Barrio Gótico, el arte en cada recoveco, las fiestas populares, una costanera extensa donde caben todos y todo, y el olor salado del Mediterráneo, siempre presente. Todo eso es Barcelona.

TEXTOS Y FOTOS. LUCAS CEJAS.

Si hay una ciudad capaz de albergar a un genio del fútbol mundial como Messi y, en otra época, a un artista que revolucionó la historia de las bellas artes como Picasso; así como de seducir a uno de los directores más prolíficos de la historia del cine como lo es Woody Allen, es, sin duda, Barcelona.

Barcelona, ciudad condal -se la denomina así por haber sido capital del condado homónimo-, reposa a orillas del Mar Mediterráneo, posee uno de los puertos más importantes de Europa y tiene la particularidad de ser la ciudad que más puja por lograr la autonomía de Cataluña.

LLEGANDO A PICASSO

Algo más distantes que sus pares madrileños, los catalanes hacen sentir su presencia cuando un turista extraviado acude a ellos para resolver acertijos geográficos y turísticos. Parcos, pero serviciales al fin, continuarán su marcha luego de develar las incógnitas de cuanto oriental, asiático o sudamericano lo requiera. Barcelona produce, involuntariamente, un impacto vital en los sentidos: desde observar los imponentes y modernos edificios hasta percibir el eterno olor del Mediterráneo, aquel que Serrat describió con tanta certeza.

Al llegar, asombran ciertas reglas que exhiben los museos, o el Museo Picasso para ser más exacto. Ninguna credencial de prensa extranjera será de valor si previamente no se pasó por la oficina de Acreditación de Prensa Catalana. Es decir, entre un pedazo de plástico y un carnet de prensa extranjera con validez se ubica dicha oficina con sus inquebrantables leyes. Lo curioso es que, en Madrid y sus museos, la severidad no pasa, al menos, por este tipo de documentación y burocracia.

El Museo Picasso fue creado el 27 de julio de 1960 y funcionó a partir del año 1963 en el Palacio Aguilar, en el número 15 de la calle Montcada.

Ingresando, siempre por grupos, se pueden apreciar las distintas etapas por las que atravesó el artista. La más notoria y atractiva es la “formativa”, aquella que nos ayudará a comprender y degustar un Picasso posterior y consagrado, pero que en sus años iniciales ya pintaba con una precocidad extraordinaria. En la primera sala es notable la calidad de los estudios de rostro y bocetos confeccionados por el joven malagueño. Un retrato de su madre hecho en pastel revela la maestría técnica que poseía y que nunca perdió. También algunos objetos de pequeño y mediano porte aparecen con la impronta del pintor: cualquier noble superficie era suficiente para plasmar a un pescador del Mediterráneo o a un joven catalán de aspecto bohemio. Los colores cálidos predominan en esta búsqueda iniciática que tiene como fin la representación de la figura humana, algo tan temido y bastardeado por los impostores de la pintura.

Avanzando hacia otros espacios del museo comienzan a manifestarse las etapas azul y rosa, y la extensa serie de “Las Meninas”. Cada tanto, algún oriental desafía a los guías del museo que no permiten fotos ni filmaciones. Hay cuarenta y dos piezas de cerámica, extraordinarias, donadas en 1982 por su última mujer, Jaqueline Roque. Dibujos y tintas del maestro malagueño se convierten -casi por obligación- en una extensión de su cuerpo, en una porción vital que busca anidar en el espíritu del espectador y, de ese modo, estimularlo. Al salir del museo los turistas no serán ya meros consumidores de jamón ibérico, callos o crema catalana.

CASCO HISTÓRICO

Recorriendo las calles intrincadas del barrio Gótico (aunque muchas de las construcciones del casco histórico no son góticas sino neo-góticas) es posible observar a maduras nórdicas de la mano de fornidos jóvenes de origen afro: las relaciones interraciales se dan por cantidad y de manera natural.

De tardecita, en callejones añejos pero sutilmente bellos, se ofrece marihuana a hombres con sus hijos en brazos como quien brinda hospedaje o algún servicio básico. Sale música de alguna parte y todos hablan al mismo tiempo y con la misma intensidad: lo importante es expresarse, escuchar es accesorio. Varios pubs están a punto de comenzar un raid de música, alcohol y algo más. Una cantina exhibe en su puerta, y con orgullo, la foto que atestigua una visita de Maradona como eventual comensal durante sus años de jugador en el Barça. Los mozos esperan pacientes el inicio de su jornada. De allí se puede partir hacia una Rambla muy iluminada, plagada de artesanos, dibujantes y pintores; la calidad y cantidad de lo producido es innegable.

Hay cafés en donde mitigar el ayuno de la mañana, a veces atendidos por argentinos cuyo nuevo español peninsular se ve vulnerado ante la llegada de un ocasional ex-compatriota. La confesión de nacionalidad del cantinero es inmediata y llega acompañada por un exquisito café y, tal vez, por una chimeneta: un producto original de la pastelería de Hungría, parecido a un pequeño cuerno de la abundancia y de exquisito sabor y textura, que ha sido incorporado y renombrado en la pastelería catalana. Para terminar el día, nada mejor que visitar uno de los tantos restaurantes del barrio Gótico, oferentes de distintos platos mediterráneos.

“ENTRE LA PLAYA Y EL CIELO”

La zona balnearia es extraordinariamente extensa: Platja de Sant Miquel, de Sant Sebastià, de la Barceloneta, de la Nova Icària, de la Mar Bella, entre otras; y aun así es difícil de transitar en horas pico, viéndose poblada de turistas o de los mismos catalanes.

Entre las miles de personas hay jovencitas, de rasgos asiáticos, que a “plein air” ofrecen masajes y sexo, en ese orden específico, y van de un potencial cliente a otro con una paciencia oriental. Más allá huele a marihuana y a agua salada; y más acá, a tragos frutales preparados in situ. Un muchacho africano confecciona trenzas por unos módicos euros y de tanto en tanto la fortuna lo acompaña. Entre la “playa y el cielo”, como reza la canción “Mediterráneo”, se funde la línea del horizonte.

Inmediatamente hacia arriba, y a manera de déjà vu, cada cinco minutos aviones idénticos van apareciendo y maniobrando para poder llegar al Aeropuerto El Prat.

La costanera es tan extensa que puede albergar desde el World Trade Center, el Museo Marítimo hasta el Puerto Viejo. Los muelles se presentan como una oportunidad para introducirse, un poco más, en ese manto azul y esmeralda visitado por gaviotas. Frente a ella, y aun hoy, se yerguen las obras edilicias realizadas para las Olimpíadas de Barcelona ‘92. La villa olímpica se transformó en una especie de condominio donde mucha gente alquila espacios para vivir. Bordeando estos lugares hay esculturas gigantescas y abstractas con formas de arco que cruzan de una calle a otra.

TRADICIONES

Y para terminar una jornada intensa vale la pena adentrarse en alguna fiesta popular, si es que el viajero tiene la fortuna de estar allí en la fecha apropiada. En el mes de agosto, por ejemplo, se realizan los festejos de la Plaza Nueva de San Roque, en el barrio Gótico. Durante cinco días, turistas y catalanes compartirán cultura, música, comidas y bebidas típicas en lo que constituye el festejo más antiguo y tradicional de la ciudad. “La Ribera” fue, en la última edición, el grupo musical encargado de recrear al público presente con un vasto repertorio, tanto “Mediterráneo” como el tango “Naranjo en flor” fueron el punto más emotivo del recital.

El clima es hospitalario y se ve mucha gente consumiendo, por ejemplo, el “cremat de rom”: una exquisita bebida hecha a base de ron, granos de café, azúcar y canela. Se prepara en una especie de olla, con un ambiente de tenue iluminación, mientras las llamas flambean la preparación, y los cantos y acordes de guitarra ayudan a consumar una receta muy antigua. Realmente es un trago exquisito; se debe consumir caliente y acompañado con unos sabrosos scones de anís. Feria de artesanos, “xocolatada popular” y concursos de dibujo infantil son parte del ADN festivo.

Barcelona, tierra de tradiciones, modernismo y arte. Algo es seguro, quien vuelve de allí ya no es el mismo.

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Una escalera en Park Güel da acceso a la sala de las columnas; está formada por tres tramos de once escalones y uno de doce.

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el templo de la sagrada familia, con sus gigantes torres, gruás y vitrales.

BUSCANDO A GAUDÍ

Es indiscutible que no se puede hablar de Barcelona sin mencionar la obra del genio Antoni Gaudí. Arquitecto para algunos, genial artista para otros y ambas cosas para la mayoría de sus actuales colegas, la obra de Gaudí es parte inconfundible de la estética catalana.

Rumbo a una de sus obras más emblemáticas, el Templo de la Sagrada Familia, desde lejos se pueden vislumbrar las gigantescas torres y grúas que juran seguir semejante creación inconclusa, comenzada en 1882.

Se inició la construcción en el estilo neo-gótico bajo la dirección de Francisco de Paula del Villar y Lozano; pero, luego de su renuncia, asumió la dirección el mismo Gaudí y se construyó en estilo modernista. A partir de allí, Antoni dedicó gran parte de su vida a este proyecto. Con algo de fe turística, mucha paciencia y al cabo de unos minutos de espera en las largas filas de centenares de visitantes, se podrá acceder a su interior.

Al caminar la catedral se experimenta la sensación de comodidad y luminosidad; es decir, el viajero se siente atravesado por la necesidad de permanecer allí y observar extasiado dicho espacio. En pocas palabras, la obra de Gaudí invita al turista a quedarse, le tiende una mano exquisita, algo que no siempre se logró con las antiguas catedrales, de aspecto lúgubre y opresivo. La gama cromática de los generosos vitrales empacha el aire del lugar, tiñéndolo de colores fríos y cálidos.

En el subsuelo, que ha devenido en un museo, hay modelos del templo confeccionados en yeso y a escala, además de los planos que constituyen una verdadera obra de arte. Muchos de éstos fueron hechos a mano alzada por el mismo Gaudí y a medida que el templo crecía. También se pueden contemplar bocetos de sus otras obras y fotografías de las mismas mostrando las diversas etapas de su progresión.

Otro de los trabajos de Gaudí es el Park Güell. Fue encargado por Eusebi Güell, poderoso industrial y mecenas de Gaudi, y en un principio apuntaba a ser un complejo residencial que -posteriormente- devino en un parque. Las obras de construcción comenzaron en 1900 y quedaron incompletas en 1914, llegándose a construir las zonas comunitarias y sólo dos de las sesenta casas proyectadas.

Hay que ascender setecientos metros por una calle colmada de negocios de souvenirs para poder toparse con el gigantesco lugar. Una fuente de agua, donde anida un dragón de piedra revestido en azulejos de colores, es el primer contacto visual para los presentes. Escaleras empinadas, torretas pobladas de ventanitas y ojos de buey, con formas netamente modernistas, se complementan con pedacitos de cerámicos de amplia gama cromática y un juego alegórico permanente.

Es innegable que este parque refina la percepción de quien lo contempla y si, además, el visitante se ubica en uno de los sitios más altos del lugar, verá una increíble panorámica de la ciudad en tonos azules y grises.

Fuente: “Park Güel. Un lugar mágico y enigmático”. España, Dosdearte Ediciones, 2011.

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