Vocación docente

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Lilia Santander de Ayala

Descubrió su amor por la enseñanza en el seno de su propia familia, se dedicó durante toda su vida a la educación de niños sordos y fomentó la formación de docentes especiales. Por su trayectoria fue reconocida con el premio Maestro 2013 que entrega el Instituto Sarmientino de Santa Fe.

Textos. marina zavala. Foto. Luis Cetraro.

DESDE SAN CRISTÓBAL “Nací en San Cristóbal, mi padre trabajaba en el ferrocarril y mi madre era maestra. Yo tenía seis meses cuando se dio la revolución del ‘30 y a mi papá por razones políticas lo trajeron para Santa Fe, por la mitad del sueldo. Era primera hija y primera nieta, así que para la familia fue toda una situación. Mis hermanos, tres mujeres y un varón, nacieron acá. Mi mamá consiguió el traslado para el año ‘31 y empezó a trabajar en la escuela Vélez Sársfield, donde se jubiló en 1951. Pienso que un poco de mi vocación viene de ella, era muy amante de su profesión. Vivíamos a cuatro cuadras de la escuela y a cuatro cuadras del ferrocarril”.

MAESTRA JARDINERA “Terminé la secundaria en el año ‘47, cuando mi hermano menor tenía dos años y era un chiquito muy inquieto. Yo quería ser profesora de matemática, me hubiera gustado, pero para eso tenía que viajar a Paraná, dos horas en balsa todos los días. Era mucho tiempo afuera de mi casa y este chiquito se quedaba solo. Entonces me tomé dos años sabáticos para cuidarlo. En el año ‘49, y pienso que quizás por el contacto con este niñito, me incliné a estudiar para ser maestra jardinera. Se abrió un curso, el primero que hizo la provincia de profesores de jardines de infantes. Vino Nélida Bottai de Boente, una excelente profesora, que era la directora que organizaba la carrera que se hacía en la Escuela Normal de Coronda”.

EDUCACIÓN PARA SORDOS “La señora de Boente que, reconozco, es a quien le debo mi carrera; me dijo que se iba a hacer un curso para maestras de sordos. Ella me veía como una persona paciente, con ganas de estudiar, con condiciones; y me invitó. Como yo estaba en la casa de mis padres y no tenía ninguna necesidad, hice el curso. Estudié con otra profesora a la que debo parte de mi carrera profesional, Gladis Peyrano Cabral; un médico psiquiatra y un especialista en oído. Hicimos acá la parte teórica y luego nos llevaron a realizar las prácticas al Instituto Nacional de Sordos, en Buenos Aires. Luego de esta preparación, en 1951, se creó la escuela para sordos en Santa Fe. Había tres maestras, que ya estaban en ejercicio, para los grados de la primaria y yo para el jardín de infantes. Al comenzar tuvimos que ubicar a los chiquitos sordos, recorrer los barrios. En el censo nacional del ‘49 por primera vez se preguntó si existía alguna discapacidad en los integrantes de la familia. Con esos datos empezamos, fuimos a buscar a uno que vivía en Alto Verde, a otro de Guadalupe, por ejemplo. Es así como la Escuela Especial Nº 2012 para niños sordos empezó a funcionar en la sede de la escuela Dante Alighieri. Más tarde nos mudamos al edificio de la vieja escuela Moreno”.

LA ORALIDAD “Así empecé con los chiquitos, fue muy linda experiencia. A través de diversos medios pudimos ver que cuando se trataba de chiquitos inteligentes, a los que se les había descubierto su discapacidad tempranamente, y que tenían una familia que los acompañaba; evolucionaban muy favorablemente. Todos tienen la posibilidad de superarse cuando hay una capacidad suficiente y una familia que apoya. Nosotros aplicábamos el método oral, no las señas. Hay un conflicto con los sordos que viene desde un congreso en Milán, en 1880: las señas o el oralismo. Pienso que hay que proporcionarles a todos la posibilidad de oralizarse porque, aún si no se lo entiende cuando hablan, pueden escribir y comunicase con cualquiera. Las señas, en cierto modo, siguen siendo un gueto, porque no son universales, es una Lengua de Señas Argentinas. No las entiende cualquiera, sino solo aquellos que las saben. Pienso que, en todo caso, a la persona sorda hay que proporcionarle las dos cosas”.

EXTENDER LA TAREA “En un momento el Club de Leones se interesó por nuestra situación y nos proporcionó un edificio propio para la escuela, en la costanera (Laprida y Calcena). El proyecto incluía tres cuerpos de los cuales solo se hizo uno, pero que resultó muy amplio. De esta manera se pudo concretar una gran aspiración. En ese momento teníamos un internado que llegó a albergar a 30 chiquitos. A su vez teníamos 100 alumnos. Fui maestra, directora y supervisora de la institución. Rendí concursos y pude acceder a esos cargos. A partir de ahí pude llevar un poco de mi experiencia a otras localidades; así se fueron extendiendo las escuelas de sordos: se creó una en Rafaela, otra en Reconquista. Otra de mis preocupaciones era la formación del personal, como le pasó a Sarmiento, que vió que para crear escuelas en todo al país había que formar escuelas normales. Ese fue otro logro: la creación del profesorado especial para sordos en el Instituto Almirante Brown, del que pude participar”.

SIN LÍMITES “Tuve muchas satisfacciones en esta profesión al ver cómo los chicos evolucionaban. Uno hizo el Perito Mercantil en la Escuela de Comercio de Santo Tomé, se desenvolvía perfectamente dentro de su grupo de compañeros. Luego se presentó en un concurso para trabajar en un banco e ingresó, ahora ya está jubilado. Tenemos otra alumna, Rosita Renk, que terminó la primaria en Santo Tomé y después estudió bellas artes en la Escuela de Artes Visuales. Hoy, incluso, es una grabadora muy reconocida, que hasta recibió un premio del Fondo Nacional de las Artes. El día que me entregaron el premio Maestro 2013 tuve la satisfacción de ver a dos matrimonios de cuatro chicos sordos que formaron familia y tienen hijos oyentes. Cuando la sordera no es hereditaria, cuando ha sido adquirida por alguna enfermedad, no necesariamente se transmite. Así que pude hablar con los hijos para invitar a estos chicos sordos al acto. Esto demuestra que realmente estos chicos no tienen límites en cuanto al progreso en el estudio, el trabajo o la vida social. Pueden lograrlo todo”.

FORMACIÓN “Ahora hay muchos progresos, creo que hay que valorar todo lo que ha hecho la ciencia en cuanto a neurología a equipamiento, todo facilita mucho el trabajo con los sordos. Actualmente se hacen incluso exámenes en los recién nacidos; antes, los niños nos llegaban recién a los dos o tres años, cuando los padres, al ver que no hablaban, descubrían la sordera. Hoy se puede trabajar mucho mejor, hay que aprovechar todo para dar mejores oportunidades. Tampoco hay que olvidarse del perfeccionamiento, hay que seguir estudiando. En mi época teníamos el problema de que todo era en Buenos Aires: los congresos, los encuentros, los cursos. Era un esfuerzo pagarlos e ir hasta allá. Yo tengo que agradecer que tuve en mi marido un compañero que me ayudó y favoreció mi formación, fue muy importante. Pienso que todos los jóvenes tienen que atender este aspecto”.

MASAJITO PARA EL ALMA “Recibir el premio fue para mi, como dice Mafalda, ‘un masajito para el alma’, realmente me sorprendió. Después, ver en el acto a los ex alumnos con sus familias formadas, a los chiquitos de la escuela de sordos, que hicieron una canción con lengua de señas, a las maestras que se acercaron con ellos; todo fue una satisfacción. Es grato ver que la escuela de sordos sigue adelante porque hace mucha falta. También estuvieron presentes mis compañeras de coro, ellas adaptaron la letra de una canción de los Pimpinella y me la cantaron, realmente me sorprendieron. Yo no sabía qué decir, no me salía nada, entonces recordé unas palabras de una obra de teatro infantil que hicimos con mi hermana cuando éramos chicas: la leyenda del Amancay. Ella hacía de Amancay y yo de una indiecita que le decía: ¿Por qué lloras? ¿Qué tienes? Los vientos me llevaron tu sollozante voz. Sola estaba en el rancho, pues mama estaba en los cerros. ‘¡No salgas mi pequeña, no salgas!’, me advirtió. Pero también, a veces, ella misma me decía: ‘Al que sufre no niegues la mano ni tu amor’. Y aquí estoy’. Creo que estas palabras, que aún recuerdo, resumen mi vida y mi vocación”.

SARMIENTO

“Conozco a toda la gente del Instituto Sarmientino, mi esposo fue muchos años su presidente. A Sarmiento le tenemos mucho que agradecer. Él, incluso siendo director general de escuelas, se ocupó de traer los primeros maestros de sordos de Europa, también trajo las primeras maestras jardineras. Yo digo que mi madre pudo ser maestra por dos cosas: porque Sarmiento estuvo en Esperanza y fundó la escuela normal, y porque había ferrocarril de San Cristóbal a Esperanza. Gracias a esto ella pudo ir a estudiar y recibirse en 1925 con medalla de oro”.

VIDA PLENA

“Tengo 83 años, gracias a Dios estoy muy bien y sigo los consejos de los que saben. La gente mayor debe tener salud física; trato de cuidarme como debe ser; contar con suficientes recursos -yo tengo una buena jubilación-; mantener recursos sociales, yo voy al coro de Proyecto 3, un lindo grupo; y por último, tener un lugar donde vivir, por suerte vivo en un departamento en la costanera y frente a la escuela de sordos, en primavera veo los lapachos en flor, la laguna, el sol salir todos los días, es una suerte”.

así soy yo