Tambos pequeños y sustentables

Los chicos también pueden

Los chicos también pueden
  • Dentro del Grupo Lechero San Cristóbal hay varios establecimientos que a pesar de su escala reducida garantizan sustento y afianzan a las familias en el campo. También ganan eficiencia y crecen en litros por hectárea.

Juan Manuel Fernández

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Enviado Especial

Cada vez que la lechería atraviesa una tormenta se habla de costos, eficiencia, escala. Y cunde la idea de que sólo los grandes productores seguirán en pié.

Si bien es cierto que las estadísticas demuestran una importante concentración de la actividad en las últimas décadas -misma cantidad de litros con menos cantidad de tambos, que son más grandes- también hay experiencias que invitan a ilusionarse con la supervivencia del tambo familiar.

En el oeste provincial el ingeniero agrónomo Ricardo Gallo coordina el Grupo Lechero San Cristóbal, compuesto de 10 productores de leche de los cuales 7 “viven en el campo” y entre ellos 4 hacen todas la tareas -principalmente el ordeñe- en superficies de hasta 30 hectáreas. El denominador común es que “todos están creciendo en producción, no tienen techo todavía”. Y lo más importante es que se consolidan como familia en el territorio, con esfuerzo pero con todas las necesidades satisfechas.

Entre otros, lo confirman Juan Carlos Nicola y Claudia Furer que en La Lucila sostienen la familia sobre 30 hectáreas con apenas 420 litros diarios. Y Marcelo Trani y Mariela Gamarra, que con 100 hectáreas en Ñanducita y menos de 900 litros ya montaron su tambo modelo.

Las vacas primero

Los establecimientos que asesora Gallo cuentan con suelos variados, desde Clase V y VI hasta II y III. “En algunos se puede hacer maíz, en otros se va al sorgo o soja, pero en ninguno hace agricultura sin reservas”, aclara.

Excepto un tambo que tiene 250 hectáreas propias (más algunas alquiladas) y otro que alcanza 3.500 litros diarios, casi todos trabajan en escala reducida: 100, 50 o 30 hectáreas. “Primero -detalló el profesional- se trabajó en ordenar los rodeos, hacer mucha reserva y pasto; y ahora viene la parte de manejo que es en la que están creciendo”.

Una de las ventajas comparativas es que “casi todos están en el campo”. Y una cuestión importante es que son proyectos “de asentamiento familiar y trabajo en el campo”. Ayudan los caminos arenados o ripiados, así como la energía eléctrica, aunque “está faltando buena conexión a internet, que es fundamental”.

En el grupo hay variedad en el destino de la leche: algunos entregan a industrias grandes (Sancor, Tregar), otros a queserías y algunos tienen la propia. “Básicamente mi asesoramiento técnico está orientado a producir el máximo posible con la menor cantidad de insumos, como para que en la caja del productor quede lo más posible”.

Para eso apuntan a las reservas propias y al manejo reproductivo para lograr la mayor cantidad de litros por hectárea “que es lo que hoy hace a la rentabilidad”. En la zona, con superar los 6.000 o 7.000 litros, “que parecieran muy poco”, consiguen capitalizarse y crecer. El factor clave es que son ellos quienes realizan el trabajo. “Recién tengo un tambo que supera los 10.000 litros por hectárea, el resto todavía están entre 6.000 a 8.000”, indicó el asesor, que comenzó con el grupo como Cambio Rural.

Se trata de “hacer bien los números y saber a qué se quiere llegar”, pero sobre todo de entender que es una actividad “a largo plazo, que tiene sus vaivenes”.

Otra clave es manejar las expectativas. “Para ser tambero hay que tener vacas lecheras”, cuenta Gallo que les dice a los productores para advertirlos de que mantener “como caja de ahorro” otras categorías de hacienda es un riesgo porque “ocupan mucha superficie y recursos”. Este es el mensaje que “entendieron los que quieren crecer rápido en litros”. Se trata de ganar eficiencia, medida en litros por hectárea. Una vez conseguido ese objetivo -admite el asesor- sí se puede tener ese “ahorro”.

Chico pero bueno

En el “Establecimiento San José”, Juan Carlos Nicola y Claudia Furer, junto a sus 3 hijos, ordeñan 33 vacas (de un rodeo total de 96 cabezas) en un brete a la par con un promedio individual de casi 13 litros. Apenas hace 3 años que tienen ordeñadora de línea; antes era directo al tacho. Por eso el proyecto es la fosa, sobre todo para mejorar las condiciones de trabajo.

De las 30 hectáreas, 20 se ocupan con alfalfa y 10 se destinan a silo. Inseminan con genética reconocida (Los Nogales, La Lilia) desde hace 2 años. Hasta entonces ordeñaban 200 litros diarios. Llegaron a 600 el año pasado y hoy promedian 420. Pero esta modesta escala no les impide estar dentro del programa PDT (Programa de Desarrollo Tecnológico) de Sancor, empresa a la que entregan su producción. En septiembre sus sólidos fueron 3.7 (gramos por centímetro cúbico) de proteína y 4.25 de grasa butirosa. “Llegamos a cobrar $2.14 el mes pasado”, dijo Juan Carlos.

Si bien reconoció que no tiene hecho el costo, estimó: “salgo derecho con un poquito de ganancia que no es para tirar manteca al techo, será un 1 o 2%”. Su mayor costo fijo es el grano, que implica un desembolso de $4.000 a $5.000 mensuales. “Lo voy manejando, cuando veo que se me van los números hago algún cambio en la dieta”, explicó.

El parámetro son los “litros libres” por vaca: el saldo de la producción individual luego de cubrir el alimento medido en litros de leche. O sea: cada vaca que produce 13 litros se paga el balanceado con 3 y le quedan 10 para otros desembolsos: “la luz, los impuestos, el combustible si hay que mover el campo, veterinario, ingeniero, productos para lavar la ordeñadora”. De todos modos, el tambero explicó que “la relación de costos es la misma que en un tambo grande; la diferencia es que lo trabajamos nosotros y no tenemos el costo de mano de obra”

El matrimonio aclara que “la economía familiar no es sólo el tambo”. Por ejemplo el año pasado vendieron 30 cabritos mamones para las fiestas y unos cuantos lechones, dinero que suelen usar para irse de vacaciones. “Ellos que son dueños se toman su tiempo -explica Gallo-, el matrimonio sale a pasear y quedan los hijos mayores; pero después los chicos también salen y quedan ellos”.

La eficiencia la consiguen, por ejemplo, organizando el pastoreo de alfalfa para un aprovechamiento máximo. “Una de las ventajas que tienen es que primero pastorea la vaca lechera, que come lo mejor; por detrás después viene el lote de recría y vaca seca. Entonces son más eficientes en la cosecha del forraje”, explicó el asesor, que calculó en un 80% el aprovechamiento de la pastura con este método.

Actualmente producen 8.000 litros por hectárea al año. “Donde está el productor instalado desde 7.000 litros para arriba uno ve que van generando dinero, se van capitalizando”, agregó Gallo.

De la ciudad al tambo

En el tambo “Alimir”, Marcelo Trani y Mariela Gamarra tienen 50 vacas en ordeñe -sobre 150 cabezas totales- con un promedio individual de 18 litros y 880/900 litros totales diarios. Ellos hicieron el camino inverso de los que abandonan la actividad: se fueron de la ciudad al campo cuando avisoraron que el arrendamiento para pastaje de novillos por sus 100 hectáreas era usurario. “Con 5 o 6 vacas en ordeñe sacábamos lo mismo que alojando 400 novillos de terceros”, recuerda Marcelo, además de resaltar una de las principales virtudes del tambo: “sabés lo que vas ganando todos los meses; con los novillos por ahí te cierran el mercado...”.

Hoy viven en el campo con sus dos hijos (una nena y un varón), conformes con el rumbo que tomaron. Aunque -como todo- tiene sus luces y sombras. “Por ahí querés averiguar algo por internet, que te urge saber para tomar una decisión, por ejemplo sobre el clima o los precios del mercado, y no podés porque no tenés señal”, explicó la mujer de la casa. “Estamos cerca de la ciudad (San Cristóbal) pero lejos de la tecnología”, aportó Marcelo.

La ventajas pasan por la vida tranquila y, sobre todo, ser dueño de su trabajo. “Trabajar no dependiendo, sino como te gusta: a tu modo, con tus tiempos, con tus objetivos”, reflexionó Mariela.

En ellos prendió la prédica de Gallo sobre la naturaleza de largo aliento del tambo y apostaron por mejorar las instalaciones antes que procurarse más confort personal. Así dejaron atrás el antiguo brete a la par, donde el ordeñe les llevaba 5 horas, para construir un tambo modelo con fosa, 8 bajadas y una electrobomba, con lo que disminuyeron el tiempo de ordeñe a 40 minutos. “O hacíamos esto o dejábamos, no me quedaba otra porque el tambo estaba a punto de caerse; y no se justificaba ponerle plata para seguir con las mismas limitantes”, explicó Marcelo.

La inversión fue cercana a los $250.000 y la hicieron con capital propio. A pesar de que “no salió nada barato”, dice Marcelo, “es menos que una camioneta”. Su mujer agregó: “esta obra es para toda la vida y no es una casa, no es confort; pero es producción que después podrá darnos más comodidad”. Ahora buscan “crecer en vacas, porque es como tener un palacio vacío”, ya que la capacidad de ordeñe les permitiría manejar hasta 150 vacas.

“Yo no sabía nada, entonces quise estudiar algo aparte de trabajar en el tambo con él”, señaló Mariela, quien en junio se graduó en la UNL como técnica en nutrición animal tras un cursado a distancia. Por eso ahora es la “jefa” del mixer, que incorporaron hace dos años. “La dieta la hace ella -dice Marcelo- y no compramos más balanceado”.

“Fue lo que mayor impulso les dio; debe ser uno de los tambos que más producción individual tiene en la zona”, aportó Ricardo Gallo. El seguimiento del asesor demuestra un crecimiento del 13% en la productividad entre el ejercicio 2011/12 y 2012/13. En ese período evolucionaron de 6.423 litros por hectárea a 7.282.

“Todo está en la voluntad que se tenga para hacer el trabajo”, dice Mariela, al momento de ensayar una argumentación sobre la posibilidad de supervivencia de los más chicos. Y Marcelo -pragmático- apela al sentido común: “para fundirse no hay litros, se funde uno de 5.000 o de 500”. La diferencia -interviene la mujer- es que “el de 5.000 no está tan acostumbrado a ajustarse como el de 500”.

Al margen de que “a los chicos no les falta nada” y se pagan una buena cobertura médica, entre las mayores satisfacciones que el tambo le da a la familia están esos “cinco o siete días que nos vamos de vacaciones a Córdoba”, dice Mariela.

 
 
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“Básicamente mi asesoramiento técnico está orientado a producir el máximo posible con la menor cantidad de insumos, como para que en la caja del productor quede lo más posible”

Ricardo Gallo

Ingeniero Agrónomo Grupo Lechero San Cristóbal

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El confort puede esperar. En vez de comprar una camioneta, en el establecimiento "Alimir" -menos de 900 litros diarios- montaron un tambo modelo.


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Salto de calidad. Marcelo Trani y Mariela Gamarra pasaron del brete a la par a punto de derrumbarse al tambo modelo con fosa y 8 bajadas.

Foto: Juan Manuel Fernández

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Se puede. Juan Carlos Nicola y Claudia Furer, junto a sus 3 hijos, ordeñan 33 vacas sobre 30 hectáreas en La Lucila.

Foto: Juan Manuel Fernández

En la zona, con superar los 6.000 o 7.000 litros, “que parecieran muy poco”, consiguen capitalizarse y crecer.