De domingo a domingo

¿Cristina aceptará un nuevo kirchnerismo?

Hugo E. Grimaldi

(DyN)

El Frente para la Victoria luce desconcertado. La jefa natural tiene un estricto protocolo médico que cumplir y los principales coroneles tienen la pólvora mojada. Muchos de ellos fueron corridos de la escena electoral por cuestiones de imagen o bien porque les gusta la confrontación como método y son piantavotos ante la gente que privilegia la moderación.

Otros se han apartado estratégicamente porque desde la ideología manejan recetas que parecen estar agotadas, al menos para sostener la continuidad exitosa que reclama el peronismo, sobre todo la liga de gobernadores. Aunque está claro que estos halcones siguen agazapados, operando entre las sombras, a la espera del lunes.

En cuanto a la presidenta se sabe que no lee noticias y que su entorno filial le ha hecho un lógico cerco de protección que le evite complicaciones, sobre todo las cardíacas, en una familia que perdió al padre de modo tan abrupto.

Tanta cerrazón alimenta las especulaciones y promueve la navegación sin luces de los extraños, pero sobre todo de los propios. En ese sentido, no es bueno para el oficialismo llegar a estas elecciones de medio término con olor a gobernabilidad en declinación, tal como se ha percibido durante las últimas dos semanas, a partir de la desorientación que fomentan, primero que otra cosa, las pujas internas.

En el atolladero económico

El gran lío mental lo tienen por estas horas quienes, desde adentro del mundo K, hablan socarronamente de la “derechización” del modelo, que no es otra cosa que apuntar a algunas vías algo más racionales para salir del atolladero económico, en contraposición con el “vamos por todo” que ellos sustentan y que amenazaba con no dejar títere con cabeza.

Por lo que fuere, lo cierto es que está bien claro que el kirchnerismo perdió el centro de la escena, que sus rivales se han cansado en la campaña de marcarle la agenda y que sus militantes (funcionarios, medios alineados e intelectuales) están despistados y más Cristina-dependientes que nunca.

Con la presidenta en obligado reposo y casi sin filtraciones desde Olivos, donde políticamente se mueven en sordina Carlos Zannini y Máximo Kirchner, la admi nistración y la campaña sólo han tenido dos referentes bien visibles: Daniel Scioli y Florencio Randazzo, quienes se pusieron el gobierno al hombro para torcer la sensación de vacío y dejaron en claro que existen a la hora de administrar valores distintos a los de la soberbia y la confrontación.

Ya se sabe que con Amado Boudou, tan opacado en la estima de la gente y sobre todo aislado en la consideración de sus camaradas de ruta, no se puede contar. Es hasta desdoroso para la figura institucional del vicepresidente de la Nación, en ejercicio de la presidencia, que se le indique que evite discursos, como así también que no sea invitado a actos de homenaje a Néstor Kirchner, por ejemplo o al cierre de las campañas.

El propio Randazzo admitió que la decisión de estatizar la operación del Sarmiento la tomó en soledad, sin conversarlo con él siquiera, debido a que la presidenta no sabe tampoco que el sábado pasado hubo otro accidente en el andén 2 de Once. Desde la racionalidad de peronista avezado, Randazzo le hizo además un favor bien concreto al gobierno, saliendo a hablar sin tapujos con la prensa sobre el accidente y la resolución tomada, a la inversa de la oscuridad sospechosa que suelen tener otros funcionarios, quienes sólo aceptan responder a aquellos que saben que no les van a hacer preguntas molestas.

Scioli en la campaña

En la misma línea de visibilidad estuvo Scioli, que fue quien verdaderamente aguantó los trapos en el último tramo de la campaña. Lo cierto es que a su modo, con sobrentendidos y atándose a un libreto del que es difícil sacarlo, el gobernador bonaerense habló de todo y con todos y lo hizo sin prejuicios en la radio de mayor audiencia (Mitre, el Grupo Clarín, en el programa de Marcelo Longobardi, el más escuchado), donde no tuvo empacho en abordar los temas económicos e institucionales que la cerrazón K prefiere barrer habitualmente debajo de la alfombra.

Puntualmente el gobernador anotició a la audiencia, casi a modo de certe

za, que el gobierno “estará haciendo una evaluación profunda” sobre el dólar. Otro que machacó sobre lo mismo fue el titular de la Comisión Nacional de Valores (CNV), Alejandro Vanoli, quien señaló que “algunas restricciones” a la compra de dólares “quizás tengan que ser revisadas”.

Mientras Scioli hablaba de soluciones sin agredir, ni mucho menos matando al mensajero, el otro funcionario había sugerido que el precio del dólar blue no debía informarse, tal como no se menciona periodísticamente el de la cocaína, un valor que los medios se abstienen de publicar por una cuestión ética y de responsabilidad social.

La conclusión del mercado es que algo puede pasar pronto en materia cambiaria, aunque no hay certeza aún sobre el camino a emprender, en cuanto a si se insistirá con la medicina de los controles o se producirá un desdoblamiento.

Pero también, hubo otros mamarrachos propios de las internas que se desparramaron por la City para intentar tapar el sol con las manos y negar la nueva paridad de diez pesos, un dólar. La fantasía de Guillermo Moreno era evitar que, complotados contra el gobierno, los diarios pusieran ese valor en tapa antes de las elecciones. Él y buena parte del kirchnerismo creen que si se menciona el precio, eso potencia la avidez de otros por comprar. De allí que, fiel a la premisa de operar sobre las consecuencias y no sobre las causas y como parece que el nutrido multimedios oficial no sabe cómo instalar un contra-complot, el secretario se metió una vez más en la ilegalidad y llamó por teléfono a las cuevas para parar la operatoria del blue hasta el lunes.

Habrá que ver

Si se sigue la lógica Vanoli, entonces Moreno pactó con los dealers, como los dirigentes del fútbol apañan la ilegalidad de las barras bravas. No contento con eso, el secretario mandó a allanar cuevas reticentes junto a la CNV, mientras personal de la Policía Federal, la Afip y el Banco Central, todos con chalecos identificatorios se paseaban por Florida para correr a los arbolitos, como si esos pobres intermediarios que hacen changas fuesen el problema. Lo más significativo no fue que el precio siguió para arriba, sino que mientras algunas dependencias se empeñaban en promocionar su acción de sheriff, otras llamaban a las redacciones para informar que no habían actuado. Cosas de la interna y de la confusión que invade al gobierno.

Pese a todo, hay olor a vientos de cambio en el horizonte, porque se supone que con el aval de la presidenta se empezaron a tomar actitudes menos ideológicas destinadas a abordar los problemas desde otros ángulos.

En esta línea, las señales indican que se avanzó en: a) darle juego al gobernador Scioli en temas de seguridad y no criticarlo; b) arreglar la deuda con cinco empresas que ganaron juicios en el Ciadi para destrabar créditos del Banco Mundial; c) abrir el diálogo con el FMI en materia estadística; d) pensar en cierta posibilidad de que se avance con el Club de París; e) promover un eventual acercamiento a algunos holdouts por parte de privados para salvar un probable default; f) progresar en el acuerdo YPF-Chevron, a partir del decreto de flexibilización petrolera en función a las inversiones; g) exponer voluntad de comenzar a negociar con Repsol.

Si todo esto no es finalmente una pantalla electoral y se sigue adelante, aunque no cambien las formas y nadie reconozca que se trata de errores que se enmiendan, se estará en presencia de cambios de fondo que es lo que le interesa a quienes toman decisiones. Habrá que esperar a ver primero cómo continúa la película cambiaria para entender un poco más sobre el futuro económico-social. Y habrá que ver también cuándo se reintegra Cristina, cómo procesa el resultado electoral y qué decide hacer con Scioli.

El gran lío mental lo tienen por estas horas quienes, desde adentro del mundo K, hablan socarronamente de la “derechización” del modelo, que no es otra cosa que apuntar a algunas vías algo más racionales.