La locura y la soledad abordadas con poesía

“Ocaso de Alba”

La locura y la soledad abordadas con poesía

Roberto Schneider

La afilada pluma de María Rosa Pfeiffer y Laura Coton llevada a su máxima expresión por las brillantes actuaciones de Graciela Martínez y Martha Ottolina constituyen los pilares esenciales de “Ocaso de Alba”, estrenada por el Grupo Esaotra Entidad en la Sala Marechal del Teatro Municipal, una excelente pieza en donde la pasión y la belleza de la palabra conviven en un escenario dominado por la locura. Así de locas están Bernarda Alba y la Poncia, tras veinte años de convivencia juntas luego del trágico final de “La casa de Bernarda Alba”, la deslumbrante obra del bardo granadino, el enorme Federico García Lorca.

Aquí ambas protagonistas son el eje estructurante de un apasionante relato donde la ensoñación y la poesía son protagonistas. Bajo la precisa dirección de Fabiana Godano y dentro de una puesta austera, con los elementos precisos para que las actrices puedan desplegar todo su histrionismo y desatar un vendaval de emociones y algunas sonrisas, “Ocaso...” cuenta la historia de estas dos mujeres en la soledad más absoluta, en la que la relación víctima-victimario sobresale de manera contundente.

El encanto de la obra y de la puesta, que sorprende al espectador constantemente con un arsenal de giros sorpresivos, reside en que logra sublimar la soledad y la locura. Las estupendas luces de Marcela Cataldo y Oscar Peiteado y un espacio reducido hacen que sucedan cosas en esta apuesta de teatro clásico para dos voces: entre otras, cierto estremecimiento corporal, frases que se arrastran de regreso cuando el encuentro teatral ya ha finalizado, la imagen persistente de algún contraluz punzante sobre los bordes de una pañoleta blanquísima o el ruido poroso y áspero de la sal desparramada ¿inconscientemente?, que alcanza registro de efecto dramático.

Bernarda y Poncia son personajes que reconocen dos obsesiones lineales que las atormentan en su vacío: la posibilidad de terminar volviéndose malas y el pánico recurrente a la locura. Y entre una cosa y otra, el deseo, ese necesario camino de brasas y sobresaltos. El recuerdo de las hijas de Bernarda late en el medio de la relación. Allí están Adela, Martirio, Angustias y las demás; allí están con mucho hambre de varón en el recuerdo de las dos viejas.

Graciela Martínez y Martha Ottolina, insistimos, ofrecen dos trabajos actorales estupendos. Ambas se sacan chispas en la escena y disfrutan de sus personajes. No potencian el peso dramático del texto. Lo sobrevuelan sin amplificar la voz (ni falta que les hace) ni excederse en ese tentador tono que suele convocar una historia de locura y de muerte. La furia andaluza y el peso del prejuicio se juegan en diálogos que reflejan, en espejo, la imaginada mirada de los otros.

Estos dos personajes tan magníficamente puestos en escena se van hundiendo muy lento en los vendavales de su propio destino. Los empujan los agobios de sus pasados, el dolor de sus presentes, inmersas como están en la soledad más absoluta. Decir que el original de “La casa...” es un clásico de la dramaturgia universal no es novedad. Sus temas aparecieron, en el momento de su estreno, mejor ajustados al gusto del público de Federico García Lorca. En “Ocaso...” la visión es igual de profunda porque Pfeiffer y Coton suavizan el impacto de su mensaje alejando la realidad de sus personajes de la de sus espectadores.

La cuestión realidad-ilusión pasa a un plano inferior y toma jerarquía de teatralidad el fuerte dibujo de los personajes que le permite a Godano desplegar la idea de que son personajes cuyas tragedias personales prestan teatralidad a sus vidas. Bernarda aniquila con cada palabra que pronuncia las ansias de una vida mejor de Poncia, que aunque se burle de la patrona desempeña el rol que ella le asigna. En la totalidad, se potencia la idea de que se necesitan la una a la otra como elementos teatrales. El conflicto dramático se centra en ellas.

Un excelente espectáculo que permite una nueva mirada al mundo lorquiano, que disfrutarán los espectadores dispuestos a escuchar poesía y ver a dos actrices soberbias.

SOBERBIAS. Graciela Martínez y Martha Ottolina traen del pasado dos personajes con fuertes contrapuntos: Bernarda y Poncia están ahí, recordando un pasado ominoso; viviendo un presente de angustia y dolor. Foto: Gentileza producción