Mesa de café

Naipe marcado

Remo Erdosain

Café con tostadas, le pide José a Quito. Marcial se entretiene con su taza de té y Abel y yo nos distraemos con nuestros cortados. Hace algo de calor y el acondicionador de aire está prendido desde temprano. En la televisión, el noticiero comenta las alternativas de un partido de fútbol. Por la peatonal los santafesinos trajinan la mañana.

—La señora de Carlotto anunció que la presidente regresa este fin de semana -comenta José.

—Si ella lo dice... -murmura Abel con un suspiro.

—A esta altura del partido -digo- uno no sabe si la señora de Carlotto habla por las Abuelas de Plaza de Mayo o como vocera de la presidente.

—A lo mejor lo hace por las dos cosas -interviene Marcial.

—¡Cómo les gusta sacarle el cuero a una militante de derechos humanos! -exclama fastidiado José.

—A la que le sacamos el cuero no es a la militante sino a la funcionaria -responde Abel.

—A la funcionaria oficialista que, además de acomodarse ella en el poder, acomodó a toda su familia.

—Lo que no entiendo -reacciono- es cómo pudo ser posible que dos mujeres como Bonafini y Carlotto, que en su momento expresaron la resistencia a la dictadura hayan terminado como terminaron.

—¿Y se puede saber cómo terminaron?

—Mangando cargos públicos -contesta Abel con crudeza.

—Mangando cargos públicos y recursos públicos. ¿O se olvidan de la ponchada de millones de mangos que la señora Bonafini y Schoklender le succionaron al Estado? -se indigna Marcial.

—La culpa no la tiene el chancho -digo.

—Más o menos -responde Marcial- porque bien mirado, es hasta previsible que un gobierno quiera meterse en el bolsillo a una institución de derechos humanos prestigiada; lo que no es tan previsible es que sus titulares políticos se bajen los pantalones como lo hicieron.

—En este caso, que se levanten las polleras.

—Bueno... no quise ser tan directo...

—¿Será todo una cuestión de plata?

—Bueno... la plata es importante,

—Hay también motivos ideológicos, o debilidades ideológicas para ser más preciso -señalo.

—Explicate mejor.

—Convicciones poco elaboradas. Seguramente, estas dos mujeres ya eran así antes de vivir el drama familiar. Ya eran permisivas con el acomodo, con la predisposición a obtener pequeñas ventajas, con la clásica avivada argentina. La tragedia las incentivó en un momento, pero con el paso de los años retornó su verdadera personalidad, aquellas creencias que se formaron en sus primeros años y que son las más difíciles de superar.

—Pero hay diferencias entre Bonafini y Carlotto -advierte Abel.

—De estilo, de modales. Carlotto parece provenir de otra clase social, pero lo interesante es que en lo fundamental cada vez se parecen más.

—Vos no tenés manera de probar eso -acusa José.

—Yo no estoy probando nada. Estamos en un café divagando sobre determinados comportamientos humanos.

—Además -agrega Marcial-, está la vanidad, el hecho de sentirse importantes y seguir en el candelero cueste lo que cueste. La vanidad y el disfrute del poder, decidir, disponer...

—A mí, me llama la atención la verticalidad de estas instituciones. Carlotto y Bonafini son como reinas y se van a quedar allí hasta que se mueran. Dicen que son muy democráticas, pero al trono no lo dejan, al punto que más que una asociación de derechos humanos democrática, con cargos rotativos, parece una sociedad anónima.

—Te equivocás -corrige Marcial- en una sociedad anónima hay mucho más rotación.

—¿Y qué me cuentan de los jueces de la Corte? -pregunta Abel con tono festivo.

—En el caso de Lorenzetti -acota Marcial- me da la impresión de que está flojo de papeles.

—¿Cómo es eso?

—Está hablando demasiado, lo cual lo hace sospechoso -responde Marcial- habla como nunca lo hizo antes y me parece que cada vez la embarra más.

—Los otros ministros salieron a apoyarlo.

—Lo cual lo hace más sospechoso. Un presidente de la Corte debería ser creíble por él mismo, no por el apoyo de sus pares, apoyo que se parece más a un salvavidas que a un respaldo jurídico.

—Cuando la Corte fallaba contra nosotros era bárbara -observa José-, pero ahora porque produce un fallo que no es el que ustedes esperaban son unos bandidos.

—Ninguna de las críticas que le hagamos, incluso la más dura, se compara con los insultos que ustedes les lanzaron a los “cortesanos” y a todos los jueces.

—No especulemos en el aire y vamos a los hechos -digo- yo puedo aceptar el fallo, pero lo que me parece una maniobra manipuladora es la de darlo a conocer dos días después de la paliza electoral que recibió el gobierno.

—¿Y qué tiene de malo?

—Tiene de malo que el propio Lorenzetti admitió que al fallo no se lo debe dar a conocer antes de las elecciones, porque corre el peligro de predisponer políticamente en una determinada dirección.

—Y es lo que no hicieron -enfatiza José-, al fallo lo dieron a conocer después, no antes.

—Vamos por partes -insiste Marcial-, el mismo Lorenzetti dice, o da a entender, que el fallo estaba listo de antes y que no lo dieron a conocer en su momento por las razones que ya mencioné.

—¿Y entonces?

—Entonces, muy sencillo, si al fallo no se lo puede dar a conocer antes para no influir políticamente, ¿por qué lo dan a conocer dos días después?

—No es lo mismo.

—Es lo mismo. Este fallo podrían haberlo publicado dos semanas después y no hubiera pasado nada, pero lo hicieron el martes para sacar de la agenda el tema de las elecciones.

—El tema de la paliza electoral -apunta Abel.

—Lo interesante -digo- es que Lorenzetti admite que se reunió con Zaninni.

—Está en su derecho, es el presidente de la Corte -replica José.

—Más o menos está en su derecho -respondo-, antes hubo una audiencia pública donde las partes involucradas en la ley de medios dieron a conocer sus puntos de vista. La Corte luego debía reunirse para dictar el fallo y cualquier picapleitos sabe que los jueces no deben mantener reuniones secretas con una de las partes.

—Es lo que te decía, Lorenzetti está flojo de papeles.

—Yo en este caso -interviene Marcial- comparto las declaraciones de Elisa Carrió. Creo que hubo un pacto y que el señor presidente de la Corte debería dar explicaciones ante el Congreso por lo que hizo.

—Hablando de cambio de agendas, el ministro Rossi anunció que en el sótano del Ministerio se encontraron actas secretas de la Junta militar.

—Son infalibles -exclama Marcial- pierden una elección y cambian de conversación. Hace diez años que están en el poder y recién ahora descubren papeles viejos.

—Yo pienso lo contrario -disiente José-, a mí me parece importante que se sepa el contenido de esas actas, no importa si son viejas o no.

—Yo no me chupo el dedo -reacciono-, éste es un gobierno tramposo.

—Ustedes están asustados porque entre esos papeles viejos hay documentación de Papel Prensa.

—Mirá como tiemblo -responde Marcial.

—No le demos vueltas al asunto -digo-, ni Papel Prensa ni nada parecido. Sacan conejos de la galera para distraer a la gente; es lo que hicieron en 2009 cuando perdieron. Lo que pasa es que entonces tenían algunos conejos disponibles como para engrupir a la gilada, ahora lo único que les queda son papeles viejos y cuentos viejos.

—No comparto- concluye José.