¿Tengo hambre o ganas de...?

La autora nos advierte sobre ciertas conductas que solemos tener (como comer por aburrimiento o ir a la heladera a buscar algo) que pueden volverse habituales y transformarse en un acto emocional más que en una necesidad fisiológica.

TEXTOS. PSIC. ROMINA DEL POZO, COORDINADORA DEL DEPARTAMENTO TERAPÉUTICO DEL CENTRO DE NUTRICIÓN INTEGRAL DR. MEYER.

 

¿Quién no se encontró alguna vez mirando la heladera sin darse cuenta de por qué la había abierto? ¿A quién no le pasó, alguna vez, haberse comido una bolsa de bizcochos sólo por aburrimiento, o comerse una galletita tras otra mientras estudia para un examen, o mientras habla con alguien?

Estas conductas, de las que nadie esta exento, no necesariamente conforman un problema, pero cuando se vuelven habituales -sobre todo sin hacernos concientes- el comer se transforma en un acto emocional más que en una necesidad fisiológica.

¿Qué quiere decir el “comer emocional”? El “comer emocional” es el consumo de alimentos asociado a las emociones como forma de canalizarlas y/o afrontarlas. En lugar de aplacar el hambre hay un intento de aplacar las emociones.

Hasta cierto punto, todos somos comedores emocionales -¿quién no ha encontrado lugar en el estómago para el postre luego de una abundante comida? Pero, en algunas personas, comer emocionalmente puede ser un problema real al provocar aumento severo de peso o ciclos de atracones.

Además de afectar a la salud física, el “comer emocionalmente” afecta la salud psíquica, ya que en cuanto acaba el placer de comer, las emociones que lo desencadenan permanecen, es decir que el comer no las resuelve sino que las “aplaca” mientras dura el ciclo placentero, pero inmediatamente después, volvemos no sólo a registrarlas sino que nos sentimos aun peor por haber transgredido, y habernos comido la cantidad o el tipo de alimento que hemos ingerido.

NO SÓLO SE COME ANTE ESTADOS DE ÁNIMO NEGATIVOs

Uno de los principales mitos sobre comer emocionalmente es que lo desencadenan emociones negativas. Si bien sucede que las personas muchas veces recurren a la comida cuando se sienten ansiosas, estresadas, angustiadas, enojadas, tristes, aburridas o solas, también lo hacen ante las emociones positivas, como cuando están contentas, cuando están en una fiesta, en un cumpleaños, de vacaciones, en la peña, etc..

A veces se asocian a etapas vitales (separación, muerte de un ser querido, jubilación, etc.), pero son más a menudo las situaciones cotidianas las que hacen que las personas busquen consuelo o distracción en la comida.

¿El aprendizaje tiene que ver? Sí, desde pequeños “podemos recibir o transmitir patrones de conducta dentro de los cuales se incluyen el acto del comer”. Si utilizamos la comida como “premio o castigo”, tendiente a suprimir una conducta o a reforzar un logro, el niño/a aprenderá a asociarla a la recompensa o al consuelo.

Si bien todas las personas tenemos preferencias variadas (salado o dulce) es difícil encontrar que alguien canalice la ansiedad con un pedazo de brócoli o una hoja de lechuga. Es posible que esto se asocie a las investigaciones que dicen que los alimentos ricos en grasas, como el helado, pueden activar ciertas sustancias químicas corporales que crean una sensación de satisfacción y logro.

CAMBIAR LA CONDUCTA

Estar atento a tu conducta implica encontrar otras formas de afrontar las situaciones y las emociones que hacen que una persona se refugie en los alimentos. Algunos consejos:

1. Darse cuenta de por qué se come y cuándo come, cómo come (si siento hambre, si estoy aburrido, ansioso, si lo hago rápidamente, etc.).

2. Si notamos emociones negativas, tomarnos un ratito antes de buscar refugio en la comida , considerando qué siento, a qué se lo atribuyo, qué puedo hacer para resolverlas; y recordar que el comer no las va a modificar.

3. Llevar registro de las horas y los momentos en los que como, de cuánto como, de cómo me siento. A través de ellos empezaremos a observar mejor y a darnos cuenta de lo que hacemos mal.

4. Buscar ayuda: aunque entendamos qué es lo que nos pasa muchos de nosotros seguimos necesitando ayuda para romper el círculo. No es fácil “desaprender” los patrones de comer emocionalmente. Pero es posible. Y el primer paso consiste en tomar conciencia de lo que está ocurriendo.

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