editorial

Venezuela, hambre y magia negra

  • Sin el carisma y las dotes de mando de su referente, pero con idéntica y multiplicada pasión autoritaria, Maduro intenta suplir sus carencias a través de la magia.

Sin exageraciones, podría decirse que el actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, reúne todos los defectos de su predecesor Hugo Chávez y ninguna de sus virtudes. Autoritario, prepotente, megalómano, Maduro suma desatinos que incluyen el misticismo, la superstición y, en algún punto, el ridículo, territorio en el que Chávez se cuidaba muy bien en ingresar.

Como se recordará, Maduro fue designado por su jefe político como el continuador de su obra, pero mientras Chávez por lo general ganaba las elecciones limpiamente, Maduro logró acceder a la presidencia de la Nación a través de un proceso electoral contaminado por la manipulación y el fraude, tal como lo denunciaran el líder opositor Henrique Capriles y los principales observadores políticos venezolanos.

Sin el carisma y las dotes de mando de su referente, pero con idéntica y multiplicada pasión autoritaria, Maduro intenta suplir sus carencias a través de la magia. Es así como el fantasma de Chávez comenzó a revelarse en los pajaritos del paisaje, en tanto que su imagen se les presentó a algunos iniciados para brindarles consejos políticos desde la eternidad. Seguramente, su prédica fantástica prende en algunos sectores, porque periódicamente se conocen testimonios de quienes dicen haber estado con Chávez, o haber conversado con él.

Atendiendo a ciertas tradiciones culturales vigentes en los sectores más atrasados de la sociedad, estos relatos de “aparecidos” no deben llamar la atención. Pero lo que políticamente sorprende es que este retorno a la magia negra y, de alguna manera, a la necrofilia, se aliente desde la máxima autoridad política del país. No hay manera de saber si efectivamente Maduro cree en las supercherías y disparates que comunica muy suelto de cuerpo, pero no deja de ser alarmante que en uno de los principales países de América Latina, como es Venezuela, un mandatario recurra a prácticas de la curandería, la magia negra o el animismo para reforzar su legitimidad.

La desmesura, el absurdo y la manipulación en sus versiones más burdas y groseras son otras constantes que adornan el perfil de este gobernante. Sus explicaciones sobre la carencia de papel higiénico en el país caribeño serían dignas de un culebrón tropical si no fueran patéticas. Según el presidente de Venezuela, la falta de papel higiénico se explica por el crecimiento del consumo de las clases populares, las que, según sus propias palabras, ahora se alimentan mucho mejor y, por lo tanto, necesitan de más papel higiénico. Su decreto ordenando festejar la Navidad durante casi dos meses, es digno de la imaginación de Carpentier o García Márquez expresadas en sus novelas sobre dictadores bananeros de América Latina.

En todos los casos, lo que Maduro no puede explicar y menos resolver, es la creciente pobreza de los venezolanos, la pavorosa inseguridad en las calles del país y la mayor inflación del mundo. Como a estos datos no se los puede disolver en el aire mediante un golpe de efecto, a Maduro no se le ha ocurrido nada mejor que acudir a la magia. Entre tanto, a la hora de decidir sobre sus intereses privados, su relación con la realidad es mucho más práctica, como lo demuestra la generosa lista de familiares incorporados al presupuesto estatal con sueldos de primera categoría.

Lo que no puede explicar y menos resolver es la creciente pobreza de los venezolanos, la pavorosa inseguridad en las calles del país y la mayor inflación del mundo.