La vida del Papa Francisco en un libro de Elisabetta Piqué

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En Roma. La periodista y el autor de la entrevista, ex alumno de Bergoglio en el Colegio de la Inmaculada Concepción, en el departamento que habita la vaticanista en la Ciudad Eterna. Foto: Gerry O‘Conell

 

Germán de Carolis

Luego de la presentación de su libro “Francisco, vida y revolución” (El Ateneo) que acaba de salir también en italiano y será traducido al inglés, portugués y polaco, tuve la alegría de entrevistar a su autora, mi querida amiga Elisabetta Piqué. A mi juicio, se trata de la biografía más valiosa, original y fidedigna de las que se han escrito sobre Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco.

Sabemos que el mundo espera con ansiedad cada palabra, cada frase, cada gesto de este hombre descomunal que, en apenas ocho meses de papado, ha hecho renacer la ilusión de un destino de coincidencia y paz universal entre millones de hombres de todos los credos.

El periodismo internacional sirve de puente entre el mundo y el Papa, y es justamente la talentosa escritora y periodista Elisabetta Piqué, corresponsal del diario La Nación en Italia y el Vaticano, quien responde a mis preguntas mientras compartimos un té en mi casa de Buenos Aires.

—Betta, para quienes no conocen bien tu trayectoria, ¿cuáles fueron tus inicios en el periodismo y tus experiencias más destacables en ese ámbito?

—Mis inicios se remontan al momento en que golpeé la puerta de la agencia de noticias Ansa en Buenos Aires porque quería aprender, nunca estudié periodismo sino ciencias políticas y trabajé en algunas revistas. Entré al diario La Razón, y luego obtuve una beca en los Estados Unidos del World Press Institute. A mi regreso, me enteré de que La Nación estaba haciendo cambios y les mandé una carta con mi perfil, y me llamaron. Ya había cubierto para La Razón el tema bosnio, había ido a Haití y hecho otras coberturas. Entré a La Nación justo cuando en Perú se produjo el asalto a la embajada japonesa en Lima por parte del MRTA. Nadie me conocía en ese momento, pero empecé a trabajar y a filmar materiales que enviaba todos los días. Al diario le encantó la cobertura, y como premio me pidieron que fuera a cubrir el traspaso de soberanía de Hong Kong, de Gran Bretaña a China. Siempre como periodista internacional fui después a Indonesia para informar sobre la caída de Suharto. Había todo un debate en la redacción porque decían que era mujer, y yo justo llegaba a Yakarta cuando la evacuaban. Luego cubrí atentados en Israel y la segunda Intifada, entre otros conflictos violentos.

—¿Y tu llegada a Roma?

—Tiempo después, cuando se acercaba el jubileo del 2000 y no había corresponsal en Roma, aparecí como la candidata natural ya que era italiana con pasaporte y hablaba perfectamente esa lengua. Pero era una corresponsalía itinerante, desde Roma hacia el resto del mundo. No terminé de alquilar mi casa allá que ya estaba en Albania y Kosovo. Después, las guerras de Afganistán e Irak, Medio Oriente. Al mismo tiempo cubrí el pontificado de Juan Pablo II que fue impresionante, por eso mi hijo se llama como él; luego seguí el papado de Benedicto XVI y ahora el de Francisco.

—La presentación del libro en El Ateneo Grand Splendid fue un éxito. El panel integrado por el rabino Abraham Skorka, Julio Bárbaro, monseñor Mariano Fazio -ex rector de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y al frente del Opus Dei en la Argentina-, y el padre Gustavo Carrara -vicario general de las villas de emergencia-, fue importante. Cada una de las exposiciones tuvo su matiz de interés. Y no pasó desapercibida la presencia del nuncio apostólico, monseñor Paul Emil Tscherrig. ¿Qué evaluación hacés de la presentación en general y de su presencia en particular?

—Me han dicho que nunca en una presentación de las muchas que se hacen en la librería del Ateneo Grand Splendid, hubo tanta gente. Eso me da una enorme satisfacción. Ni siquiera la gente que estuvo parada se lamentó, porque las exposiciones estuvieron interesantísimas y quedaron encantados. Monseñor Tscherrig fue una sorpresa inmensa porque yo le había dicho a la editorial que sería bueno invitarlo en razón de que se trataba de la biografía de un Papa, pero pensé que no iba a venir. El nuncio me conoce porque lo entrevisté antes de que llegara a la Argentina, pero cuando lo vi sentado en primera fila no lo podía creer...

—Con una trama excelente, decís en el libro que antes de su elección, un sector de la curia le hizo la guerra, y que esa movida implicó tanto a integrantes de la Iglesia argentina como de la curia romana. Francisco, ahora, ¿los pudo neutralizar?

—Los opositores nunca se imaginaron que él podía llegar a ser Papa y ahora muchos están descolocados. Aunque todo el mundo se amolda, todos ahora son hermanos y amigos; y probablemente estén neutralizados. No obstante, algunos siguen circulando por ahí.

—¿Te parece que podría producirse un cisma en la Iglesia impulsado por aquellos que no aceptan la apertura de Francisco, por ejemplo en lo concerniente a la comunión a los divorciados vueltos a casar?

—No, no me parece que puede haber un cisma; lo que se abrió es un debate a partir del desacuerdo expresado por monseñor Gerard Müller. Pero de inmediato otro alemán, el cardenal Reinhard Marx -que integra el consejo de ocho cardenales de todos los continentes que creó Francisco- le respondió: “Un momentito, acá recién empieza el debate, éstos son temas que hay que discutirlos”. Esto indica que hay un sector que evidentemente quiere acompañar este impulso reformista de Francisco, y otro sector que quiere frenarlo. Lo cierto es que se abrió el debate, y, de hecho, habrá un sínodo extraordinario para tratar temas de familia en octubre del año próximo.

—¿Qué vislumbrás para el futuro respecto de los desafíos que enfrenta Francisco?

—Recién pasaron ocho meses y parece que pasaron siglos. Francisco, un nombre que es todo un programa, hizo que una Iglesia en crisis, ahora, esté revitalizada. Él -por eso quise incluir la palabra revolución en el título del libro- ya en Río de Janeiro llamó los jóvenes a hacer lío, y ahora él está haciendo lío en el Vaticano. Tiene muchos desafíos, uno de ellos es el tema de los asuntos de familia, que conoce muy bien porque es una persona que ha estado en la calle y sabe cuál es la realidad de la vida. Otro es el que refiere a que la Iglesia acompañe a los heridos, como él dice, después de la batalla; que no son sólo los pobres, sino quienes están en las periferias existenciales, como pueden ser los divorciados vueltos a casar, los homosexuales. Francisco sabe que hay muchos heridos que sufren, que necesitan ser acompañados, que necesitan la misericordia de Dios.

—Betta, en tu libro destacás la importancia del Colegio de la Inmaculada Concepción en el destino de Francisco. Te doy las gracias en nombre del colegio, de sus alumnos y de mis compañeros por haber hecho un merecido reconocimiento de esta histórica institución.

—Creo que fue parte de un camino que lo fue preparando en su vida de hombre de acción y de oración, para ser este Papa. Un Papa cercano a la gente, que habla en forma simple y clara, sin pompa, que ejerce el papado de una forma distinta, ya no monárquica, lo cual implica una revolución, que él llama a volver a la esencia del Evangelio.

Suena el teléfono y Elisabetta debe atender; los requerimientos periodísticos vinculados con el libro se multiplican. La interrupción nos hace tomar conciencia del tiempo transcurrido. La autora debe asistir a un estudio de televisión.

Damos por finalizadas las preguntas, y nos despedimos sabiendo que en pocos días nos volveremos a encontrar en Roma.

Apenas se va, me quedo imaginando a Betta cuando golpeaba las puertas de Ansa con ganas de aprender. ¿Habrá intuido entonces que un día escribiría la biografía de este extraordinario Papa jesuita que en escasos ocho meses le ha insuflado al mundo renovadas esperanzas? ¿Habrá imaginado que tendría dos hijos que serían bautizados por un Papa que alienta en millones de seres olvidados y desesperanzados la ilusión de un mejor porvenir? Sin duda, “la vida es un entramado misterioso”.

“Recién pasaron ocho meses y parece que pasaron siglos. Francisco, un nombre que es todo un programa, hizo que una Iglesia en crisis, ahora esté revitalizada”.