La postergación pampeana

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Por Julio Anselmi

“Además, el tiempo”, de Salvador Biedma. Ediciones La Yunta. Buenos Aires, 2013.

Un pueblo perdido en la provincia de Buenos Aires. Un muchacho de veintitrés años que desde hace tres dejó la capital para vivir en el campo, ofreciéndose para lo que sea, especialmente para arreglar motores agrícolas. En la metrópolis había sido escritor y había llegado a publicar libros, tres, más tres años de psicoanálisis y dos años de universidad. Su padre (que cuida a su mujer -la madre del joven- postrada) y un amigo son los únicos contactos (telefónicos) con ese pasado. Su amigo es como un espejo en ralenti del otro destino, del que sería de haberse quedado en su ciudad: el aburrimiento del impostado mundo académico, el abandono de las ficticias asambleas y marchas. Siente que hasta este momento (el momento en que mira la espalda de una mujer, o los repetidos momentos en que parece despertar de un sueño, o sentir que no se asombraría de ver entrar y saludar un rinoceronte vestido con kimono) no ha vivido, que sólo ha pensado. Una vida cerebral con la que debe enfrentar los cuatro días que pasará en ese pueblo donde no hay otro trabajo para él que, quizás, el de engendrar otra vida.

La historia se puede contar de tantas maneras distintas. Un muchacho, Manuel, llega con una recomendación a la casa de un pueblo donde pueden necesitar sus servicios. Pero las postergaciones se suceden, pautadas por velorios que interrumpen la contratación de esos presuntos trabajos, ese tipo de pesadillescas postergaciones en las que Borges individualizó la esencia del mundo kafkiano. Algunos habitantes del lugar deslizan inquietantes insinuaciones al muchacho, aconsejándole que se vaya cuanto antes.

O: un muchacho escapa de su sino para encontrar el azar de engendrar un hijo del que no sabrá nada.

O: un muchacho escapa de su sino, de su vida en una gran ciudad, para recluirse en el campo e imaginar cómo habrá sido cuando no había ni siquiera un rancho en la inmensidad.

Salvador Biedma cuenta en Además, el tiempo, una historia lineal plena sin embargo de resonancias, lejos de las numerosas enquistadas malformaciones pseudo minimalistas o pseudo objetivistas que nos invaden en la nueva literatura argentina actual, donde nada sucede a nada, o donde cualquier cosa puede suceder a cualquier cosa.

Con una descripción precisa, tranquila, por momentos poética, en una filiación en la que se podrían contar con autores tan disímiles como los grandes Cesare Pavese o Adolfo Bioy Casares, Salvador Biedma presenta una nouvelle que atrapa con una misteriosa seducción, lejos aquí también de la numerosa egocéntrica escritura en la que en cada línea sólo leemos la firma del autor.