llegan cartas

Jubilados y pensionados sin bono

MERCEDES CHACÓN

DNI 4.147.597

Señores directores: A los delegados y dirigentes de UPCN y ATE, les doy las “gracias” por pelear por los jubilados y pensionados. Se quedaron callados con el regalo navideño que les dio el gobierno. Espero que cuando brinden miren a la cara a los abuelos y padres, si tienen, y que piensen en lo que dice el Papa Francisco: “Por los viejos y los niños tenemos que dar todo”. A los funcionarios les digo que algún día se jubilarán y tendrán las mismas necesidades que tenemos hoy o quizás más. Dios dirá y hará justicia”.

Violencia y fracaso social

Mario Pilo

CIUDAD

Señores directores: “Una sociedad de intereses, y no de valores, es una sociedad proclive al desborde”, dice Theodor W. Adorno. Más allá de la necesidad de discutir los salarios argentinos en función de los verdaderos méritos sociales de cada función, y más allá de la ilegal y malévola forma en que se llevó adelante la “protesta”, “huelga” -o lo que fuere- policial, lo cierto es que estos días de crisis han demostrado, y nada menos que a los 30 años de la democracia, la fractura y el fracaso de la sociedad política y la sociedad civil.

La sociedad política demuestra su fracaso al no haber podido estructurar aún un poder con contenidos, perdió “la cadena de mandos”, careció de autoridad frente a las Fuerzas y hasta por necedad política quebró el sistema federal de asistencias recíprocas Nación-provincias. El diálogo debe ser en el marco de la subordinación legal a la autoridad política, es decir, a la representación institucional del pueblo, que les ha dado “uniformes y balas” para servirlo, no para coaccionarlo.

Desde la sociología interesa destacar el fracaso de la sociedad civil o quizás, más profundamente, que aún no hayamos logrado crear la sociedad civil sobre las bases de un proyecto de vida en común, con solidaridad para la convivencia.

Hemos generado una democracia débil, con ciudadanos débiles -sin autoridad, ni cohesión, ni autogestión-. Ante esta realidad posmoderna del Estado ausente, la sociedad parece necesitar del rigor que sólo impone el Estado autoritario.

La lucha de todos contra todos, por intereses que superan los valores y donde, como en estos días, las bestias -porque no son “fieras”, son hienas sociales- “huelen” con su instinto el miedo y atacan sin piedad.

El crisol de razas no ha forjado una nacionalidad real de sociedad de “socios” con efectio societatis mutuo y proyecto histórico común.

Esta nueva impronta de una sociedad que sólo sabe confrontar es otra de las lamentables herencias de un régimen que, en los últimos 10 años, activó el odio de clases, el nerviosismo social, el lenguaje simbólicamente divisor- “nosotros” y “ellos”-, lo que se ha dado en llamar la “crispación social”.

En un reciente trabajo académico de la cátedra de sociología de la FCJS de la UNL, del Observatorio Social, se preguntó a 80 futuros hombres de derecho: ¿Puede, hoy, recrearse una sociedad basada en la ética, y no en el mercado? En una lastimosa confesión, la mayoría entendió que no había salidas.

Salvo que se produzca la única revolución posible de la posmodernidad: la revolución de la ética, que traiga una nueva mentalidad de hombre no manejado, con autorresponsabilidad social, con criterios de racionalidad propia, solidario, valorativo.

¿Alguno recuerda el compromiso mutuo que emerge del Preámbulo de la Constitución? Que nos hemos juramentado como Nación en constituir la Unión Nacional, afianzar la Justicia, consolidar la Paz interior? Las tragedias se suceden; tomar la decisión del camino correcto es una cuestión tan vital como de subsistencia misma.