Los títulos de Obeid

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Luego de 37 días de contrar votos Jorge Obeid pudo festejar, en 1995, lo que le pertenecía y le pudo ser arrebatado fraudulentamente: la gobernación de Santa Fe. (A su lado, Pedro González). Foto: archivo el Litoral

 

Luis Rodrigo

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Muere Jorge Obeid. Pero mueren también un poco nuestros años. A los periodistas, nos asaltan viejas noticias que fueron títulos en las tapas del diario o fotografías impactantes, pero que siempre estuvieron mezcladas con el hombre de carne y hueso, con el Turco más que con el dirigente, con el vecino más que el concejal, con el hombre que manejaba su viejo Renault 6 que con el intendente o con el gobernador, dos veces, al que no se le conocen defecciones morales graves sino errores.

Con Obeid se podía discutir ideas. Y sus acciones. Recordársele la privatización del banco, la represión a los bancarios que de casualidad no tuvo un muerto, sus silencios ante la inundación o las rejas frente a la Casa Gris, u otras cosas, pero no se le pueden mostrar esas cosas que más hubieran querido ver quienes -dentro y fuera del PJ- lo miraban con desconfianza. Y no se puede porque no las hubo.

De 1983 hacia acá todo está claro, aun sus contradicciones y cambios de opiniones, siempre dentro del peronismo. De los años de la dictadura, los ‘70 y de la clandestinidad o del exilio, algo hizo que se convierta en una materia para historiadores... Y no por lejana, sino por brumosa.

De Obeid siempre me pregunté otras cosas. Sobre todo por qué conservó, al hablar, esa manera tan entrerriana de las erres, plagada de dichos camperos, adagios y verdades de la calle, cuando en realidad pensaba mucho más alto que la sabiduría popular. Obeid leía (también diarios).

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Era de los dirigentes políticos que sabían que al hablar con un periodista se le debía dejar más o menos servido el título. Siempre decía algo, breve y bueno, como para que creyéramos ser nosotros los que titulábamos. Transcribíamos las palabras que él había elegido después de escribir Obeid, dos puntos y abrir comillas. No era Obeid de los que, con o sin poder, se aseguran títulos con otro tipo de recursos.

En eso, sólo se equivocó una vez, y fue cuando más tambaleó. Al asumir su primer gobierno el 11 de diciembre de 1995, dijo en quechua “ama sua, ama llulla y ama quella” (algo como no robar, no mentir, no haraganear).

El mejor título fue un chiste de “El Kova”. Enrique Kovacevic dibujó a Obeid repitiendo el mandamiento ancestral andino, pero le agregó: “... y amo a Ulla”.

Carlos Decio Ulla fue el presidente de la Corte que, como presidente del Tribunal Electoral, selló con su firma el resultado electoral. Tras un escrutinio provisorio tan desprolijo que tuvo dos ganadores (dentro del PJ): Obeid y Héctor Cavallero, el favorito del menemismo. Hubo un recuento de votos turbulento, vigilado por cámaras de TV, que duró 37 días.

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Para los periodistas que escribimos, aquí la gente muere en pretérito perfecto compuesto, con lo que el título dirá que alguien “ha muerto”, en pretérito simple (“murió...”). Rara vez en presente continuo.

Los diarios españoles no hubieran titulado que murió, ni que ha muerto, sino que “Muere Obeid”, como si esa última acción pudiera sostenerse, no terminar.

Acaso con el verbo tan en presente, en un “Muere Obeid”, podrán caber todas las acciones de quien, con todas las letras, ha vivido.

Los que mueren son mucho más que la suma de los recuerdos que dejan. Y los hombres políticos, tan contradictorios como todos los demás seres, cuando eran, sólo estuvieron más expuestos.

A Obeid prefiero recordarlo con la sonrisa que le vi el día en que pudo cumplir una promesa electoral muy difícil, en su segundo gobierno: terminar con la fraudulenta Ley de Lemas, o mejor cuando al entrevistarlo en su casa del barrio Ciudadela, para formular furiosas críticas al gobierno actual (que luego apoyó con su propia candidatura), me atendió en una platea rojiblanca recién comprada a Unión (cuando modernizó techada). Terminamos hablando del gol de Madelón.

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Los títulos, necesariamente parciales, son sobre todo insuficientes. Esta semana escribí las noticias más difíciles sobre Obeid y su salud, un asunto tan suyo y tan de los suyos.

No escribí el comentario que tantas veces recibí de quienes me preguntaban si sabía algo más que lo que escribíamos. Dentro y fuera del peronismo oí lamentos sinceros, y dentro y fuera del kirchnerismo -Obeid murió kirchnerista- escuché una pregunta: cómo alguien que lleva años de pulsear con el cáncer, que llegó tan alto, dedica sus días a ser la cabeza de una lista que tenía muy pocas chances de éxito. Ése era Obeid.