HOMENAJE AL CÉLEBRE COMPOSITOR

A diez años de la muerte de Virtú Maragno

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Con motivo del décimo aniversario del fallecimiento del gran artista, El Litoral reproduce fragmentos del artículo “Homenaje a Virtú Maragno”, escrito en 2004 por el investigador José Emilio Burucúa, miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes.

 

De la Redacción de El Litoral

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“Me siento honrado de traer a la memoria la devoción y la obra de un gran artista, de un músico en quien convergía un haz de excelencias como pocas veces ha ocurrido en nuestro país. Maragno cultivó la dirección orquestal, coral y la enseñanza de todas las destrezas musicales con una generosidad y una entrega de su propio tiempo que a menudo rozaban el sacrificio del reposo y de las mismas posibilidades de creación, aun cuando era ésta el ansia perpetua de Virtú. A decir verdad, fue necesario que el Mozarteum premiara a nuestro amigo con una estancia en la Cité des Arts en el año 1998 para que él tuviera la ocasión de sustraerse un tiempo muy breve, que resultó precioso, a su pasión por la docencia y consagrarse full time a la composición durante varios meses. Pues allí, en la composición, es donde hemos de buscar el legado más importante de Maragno y descubrir otras excelencias infrecuentes”, sostiene el especialista.

“Me refiero, por una parte, a su amor y admiración por el legado musical de América Latina en todas sus dimensiones, la del arte nativo, la de los horizontes culturales instalados en el continente por las inmigraciones sucesivas que recibimos, desde la de los negros esclavos de África y la de las masas de europeos pobres o aventureros que inundaron estos países en el siglo XIX y la primera mitad del XX, y, por último, la del arte recibido de las principales escuelas europeas a partir del Renacimiento (recuerdo en tal sentido que la erudición histórica de Virtú se detenía especialmente en la producción renacentista italiana y española; gracias a él pude conocer, por ejemplo, los doce motetes de las Profecías de las Sibilas que Orlando di Lasso compuso para cuatro voces, conocidos póstumamente merced a una rara edición de 1600 que Virtú había exhumado).

“Pero, claro está, señalo como la más relevante de aquellas excelencias, por otra parte, a una fuerza antagonista y dialéctica del conocimiento de la tradición, vale decir, a la disponibilidad y el deseo de la innovación, de esas exploraciones por ‘senderos nuevos del bosque de las Piéridas, nunca antes hollados', según quería Lucrecio, una vía que Maragno transitó desde el comienzo de su vida musical.

“Puesto que, durante la etapa argentina de su aprendizaje con Luis Gianneo o, luego, en su primer viaje a Europa, cuando fue becario en Italia y recibió la influencia de su maestro Goffredo Petrassi, de Ferruccio Busoni y Luigi Nono, grandes autores a los que nuestro amigo frecuentó en aquellos años, Virtú se puso en contacto con los últimos desarrollos del serialismo en los que había desembocado la dodecafonía schoenberguiana: un testimonio de ello fue la partitura ascética, experimental, de Intensidad y espacio para orquesta, la que, sin embargo, se presentaba ya sugerente y llena de atmósferas sonoras que apelaban a la sensibilidad cultural del oyente de un modo algo insólito en el dodecafonismo (...)”.

Fluir

“No cabría hablar de eclecticismo.Yo diría más bien que nuestro artista poseía una capacidad rara de comunicación musical de estados emocionales, densa, rica, profunda y desinhibida; ella hacía que Virtú apelase a un repertorio de recursos, estilemas y Pathosformeln, si se me permite utilizar la categoría de Aby Warburg en el campo musical, a los que él engarzaba en un devenir sonoro que fluía sin discontinuidades. Por esto mismo, fue tan importante el aporte de Maragno a la música para el cinematógrafo y de allí también la inmediatez expresiva, la empatía que produce la audición en concierto de obras suyas como el ‘Scherzo sinfónico de fecha muy temprana' (1952), sus ‘Diálogos para oboe y orquesta de arcos' (1995), o las ‘12 Variaciones para oboe sobre La Cumparsita' y, en grado superior, la página pianístico-orquestal de su ‘Pequeño Concierto para Ofelia' (1981), tan poco escuchado a pesar de sus cualidades melódicas.

“Ahora bien, todas estas características de la música de Virtú Maragno confluyeron de modo magnífico en la ópera ‘Fuego en Casabindo' (...). He contabilizado hasta hoy, y el catálogo está incompleto, 16 obras orquestales, 11 corales, 18 piezas de cámara, 9 conjuntos de lieder, una ópera, lo que hace un total de 49 obras de envergadura”.

Luego de analizar detalladamente “Fuego en Casabindo”, basada en la novela homónima de Héctor Tizón, obra que “ha tenido la virtud de mostrarnos que el género operístico, nacido en las cortes del Renacimiento tardío, crecido y madurado en los teatros de la burguesía euroatlántica, tiene todavía mucho para decir a la civilización universal, transburguesa, que se avecina”, el especialista concluye: “Conocí, gracias a una cita de Oscar Terán, una carta de Paul Groussac, dirigida a Miguel Cané hace más o menos cien años. En ella, Groussac se quejaba de un rasgo esencial de la cultura argentina que, según creo, sigue vigente (y de qué manera, por desgracia) en nuestros días. El director de la Biblioteca nos veía aquejados por un ‘yanquismo' extremo pero sin el amor verdadero hacia el trabajo que exhibían jocundos los americanos del norte. Groussac entendía por yanquismo, cierta actitud adolescente, algo brutal, entusiasta y desprejuiciada en exceso, saltarina de una moda a otra, exitista, a la hora de encarar los procesos complejos y sutiles de la civilización. Claro que los yanquis auténticos compensaban los tremendos riesgos de superficialidad y trivialización que entrañaba aquel cultivo de la adolescencia intelectual, con un pasión por el trabajo que resultaba a la postre salvadora (...).

“Los argentinos, en cambio, no sólo no compensábamos los peligros de nuestra perenne pubertad, sino que los multiplicábamos con nuestra tendencia al facilismo y al desprecio hacia el trabajo genuino, que aún suele aflorar entre nosotros con una tenacidad escandalosa. Por esto mismo, porque Virtú Maragno demostró que su estética, que su forma de conectarse artísticamente con la realidad había madurado después de sus años de aprendizaje, al calor de su compromiso de enseñanza y de creación; porque, al mismo tiempo, Virtú convirtió su existencia en una larga aventura de trabajo, por todo ello, siento que hoy rendimos homenaje a un argentino cabal, a uno de nuestros mejores compatriotas, en cuyo ejemplo podemos enraizar nuestra esperanza”.