MENSAJE DE PASCUA

“El bien necesita testigos”

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“Cristo en brazos del Padre Eterno”, de Domenico Theotokopuli, El Greco. Foto: Archivo

Mons. José María Arancedo (*)

Quiero compartir con ustedes el gozo de la Pascua. Celebramos el acontecimiento mayor del amor de Dios que no nos abandona, y que nos ha hecho partícipes de su misma Vida a través de su Hijo, Jesucristo. Esta Vida Nueva que se nos ofrece, siempre está a la espera de ser recibida. ¡Señor, que sepamos abrir nuestro corazón para que esta vida de Jesucristo, sea también nuestra vida!

Esta alegría que nos embarga no nos debe hacer olvidar, sin embargo, esa otra realidad tan cercana que nos duele e interpela. Cuando vemos la violencia, el avance de la droga, la marginalidad y frente a ello notamos indiferencia o un individualismo que nos aísla, no podemos permanecer ajenos. En la Pascua hemos celebrado el triunfo del bien sobre el mal, pero el bien necesita testigos, protagonistas. Entender esto es comprender que Dios actúa y llega al hombre, a través del mismo hombre. No podemos esperar milagros. El milagro de Dios es la creación de un hombre libre, abierto a sus hermanos y a un encuentro con él. Dios no sustituye al hombre, lo necesita para crear con él una sociedad más fraterna, que sea la casa de todos sus hijos.

Vivimos en una sociedad que busca respuestas a estos dramas. Sabemos que no alcanzan sólo estructuras o metodologías nuevas, la crisis tiene raíces más profundas. La crisis es moral y cultural. El hombre, especialmente el joven, vive una orfandad de referencias, de valores y de ejemplaridad, que compromete el sentido de su vida y la fuerza de sus ideales. No alcanza, por otra parte, sólo con presentar valores, estos necesitan ser vistos, testimoniados y asimilados. Hay una crisis de ejemplaridad, de credibilidad y de confianza que lleva a muchos jóvenes a refugiarse en un presente sin horizontes, sin un proyecto que aliente su futuro. Ellos, desgraciadamente, son presa fácil de una sociedad que en su afán de lucro no tiene límites.

Es importante, para ello, que recuperemos la confianza. Ella necesita apoyarse en el testimonio de la verdad, en la certeza de la justicia y en la credibilidad de la palabra. Cuando estas dimensiones se devalúan se debilita el nivel de nuestras relaciones y decae la vida de la sociedad. Estas cuestiones, en cuanto tienen al hombre como sujeto, poseen una ineludible dimensión moral. Todo esto tiene que ver con la Pascua, que es un principio de Vida Nueva que eleva la vida y las relaciones del hombre. No debemos negar los problemas, pero sí tener frente a ellos una actitud de compromiso y de esperanza, porque el bien, el amor y la paz ya han triunfado en Jesucristo. Este mensaje de Pascua quiere ser un llamado a todos los hombres y a toda la dirigencia, para sentirnos protagonistas en la creación de una sociedad más humana, más justa y solidaria.

Queridos amigos, vivamos la alegría de la Pascua con un corazón abierto y con la certeza de un camino al que todos estamos invitados a participar. Felices Pascuas.

(*)Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz