editorial

  • China ha dado ayuda financiera a Cuba para una incipiente apertura económica en la isla. Pero ninguno de los dos países ha impulsado una reforma política democrática.

Los vínculos entre China y Cuba

China comunista nunca se llevó bien con la isla tiranizada por Fidel Castro. Es que al momento de la ruptura de los dos grandes colosos del comunismo: URSS y China, Cuba optó por el alineamiento con la llamada patria de Lenin. Los maoístas que en los años sesenta se propagaron por Europa y América Latina, eran muy revolucionarios, pero sus ídolos nunca fueron Fidel Castro o el Che Guevara. El propio Guevara nunca tuvo palabras generosas con China y subestimó las enseñanzas del célebre Libro Rojo de Mao, una suerte de texto sagrado de los revolucionarios chinos.

Valga esta evocación histórica para mencionar las actuales relaciones entre el régimen chino y cubano. Al respecto, sería una exageración del lenguaje calificar a estos regímenes de comunistas o de seguidores de las enseñanzas de Marx, pero esta vez no es la ideología lo que acerca a ambos sistemas, sino los intereses, intereses que en este caso se ven convalidados por una idéntica visión del ejercicio del poder. Dicho con otras palabras: lo único que en Cuba y China ha sobrevivido luego de más de medio siglo de experiencia “revolucionaria” es la dictadura, el partido único y la conculcación de las libertades civiles y políticas.

En el caso de Cuba, algunas aperturas se han registrado en los últimos tiempos. Aperturas muy tímidas, muy vergonzantes, y que tienen más que ver con la imagen internacional que con las convicciones o la certeza a favor de la democracia. Por lo pronto, los cubanos pueden viajar con más frecuencia al extranjero, algunos ensayos de propiedad privada se están autorizando y los disidentes son tolerados, a regañadientes, pero tolerados al fin.

Las relaciones diplomáticas con la Unión Europea han contribuido a convalidar esta modesta apertura. Los gobernantes europeos hace rato que dialogan y concretan negocios con Cuba. Para los sagaces políticos europeos, la apertura es irreversible pero lenta, mas ellos están dispuestos a tener paciencia porque es la experiencia la que les ha enseñado que un acuerdo con la “gusanería” de Miami auspiciado por los “neocons”, (nuevos conservadores republicanos estadounidenses, incluidos los del Tea Party), es un campo minado de dificultades.

Por su parte, en Estados Unidos, el embargo, (que impropiamente el régimen cubano califica de bloqueo) desde hace rato se ha revelado como innecesario y en algún punto justificativo de la retórica con la que se victimizan los Castro. Los exiliados cubanos en estos momentos son uno de los pilares de la economía del régimen, lo cual no deja de ser una revelación más de la astucia de la historia, en la medida que los otrora enemigos detestables hoy son bienvenidos.

En América Latina, Cuba castrista es más un tema folclórico que una realidad. Salvo grupos insignificantes o populistas que envidian su régimen autoritarios, la revolución hace rato que ha dejado de ser un modelo deseable. Con resignación y fatalismo, los políticos de América Latina esperan que el régimen avance en dirección del capitalismo bajo un sistema de dominación autoritario. Algo parecido piensan en Europa y en Estados Unidos. ¿Y China? Para los burócratas chinos lo que importan son los posibles negocios. Democracia o autoritarismo son temas que a ellos no les hacen perder el sueño

No es la ideología lo que acerca a ambos sistemas, sino los intereses, que en este caso se ven convalidados por una idéntica visión del ejercicio del poder.