Vargas Llosa y el Rocío

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La Virgen del Rocío, portada por los almonteños. Foto: Archivo El Litoral

 

Antonio Camacho Gómez

Entremos al ruedo definiendo, entre otras acepciones, que una romería es una peregrinación, sobre todo, por devoción a un santuario, y una fiesta con meriendas y bailes en el campo cercano a una ermita el día de la festividad religiosa del lugar. Incluye tanto a las milenarias a Santiago de Compostela y a Tierra Santa, como las que realizan anualmente los gitanos de toda España a Cabra, localidad serrana entre Córdoba y Granada recordada por el poeta Federico García Lorca en su “Muerte de Antoñito el Camborio”. Y, también acá, en la Argentina las tradicionales y multitudinarias a Luján y a visitar a las vírgenes de Itatí y del Valle, en Corrientes y Catamarca, respectivamente, entre otras. Pero existe una romería de fama mundial que tiene características singulares, que atrae a creyentes y escépticos de cualquier país, y es la del Rocío. Una virgen, a veces vestida de reina, otras de pastora, que se venera en una ermita de la aldea de Almonte, en Huelva, desde el siglo XVII. Según el “Libro de montería” del rey Alfonso XI, era conocida como Santa María de las Rocinas, por el sitio donde la imagen, hoy renovada, fue encontrada, dícese que por un cazador, en el siglo XIV, en el tronco de un árbol.

El caso es que hace más de trescientos años se funda la primera hermandad en Almonte, a la que siguen otras hasta las más de cien actuales, la encargada de realizar los actos a los que concurren miles y miles de romeros desplazándose por los siete caminos que conducen al lugar, a pie, a caballo, en carretas, en tractores y hasta en camionetas todo terreno, lo que ha obligado a las autoridades a tomar medidas para evitar daños ambientales en el gran parque natural de Doñana.

Entre cantos, bailes, paradas y jolgorio se movilizan las hermandades, numerosas de Sevilla, para juntarse con las que llegan de la próxima Almonte, las de San Lúcar de Barrameda, cruzando el río Guadalquivir, y muchas más, en la villa almonteña. Donde en la noche del domingo de Pentecostés al lunes, tras el rezo de un rosario, se procede al denominado “salto de la reja” y se saca del presbiterio a la Virgen en medio de llamativa algarabía y pasando frente a todas las hermandades.

Como datos importantes cabe mencionar que entre las personalidades que engrosan la romería, en la que Isabel Pantoja tuvo la desgracia de emparejarse con el ex alcalde de Marbella, hoy en prisión, Julián Muñoz, figuran, en ocasiones algunas reconocidas mundialmente. Es el caso del Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, escritor que acompañó a la hermandad de San Lúcar, junto a su esposa Patricia. Dijo entonces que la peregrinación “desborda lo puramente religioso”, que sentía “mucha ilusión” por vivir tal experiencia que calificó de “inolvidable” y que “materializa la leyenda y los mitos que hay sobre el Rocío”. Agregó que no es “una persona religiosa” y que el camino transitado por muchos de sus amigos tiene “un interés más bien de tipo artístico, histórico y sociológico”, aunque “como todas las grandes peregrinaciones es una muestra de una fe que se mantiene viva en muchos sectores de la sociedad”. Admiró las canciones antiguas, que les recordó las del Siglo de Oro mientras transcurría por un sitio “bellísimo” de marismas, pinares y dunas durante dos jornadas. El camino, subrayó: “Desborda lo puramente religioso para convertirse en un fenómeno social que atrae a peregrinos de todas partes”.