Llegan cartas

Hay una máquina de impedir

CARLOS A. MUÉS

No debe existir en el planeta una máquina de impedir más perfecta y precisa que la de nuestra ciudad. Recordemos cuando protestaron por la avenida Alem; cuando también hubo planteos en momentos que el intendente Lofeudo rehizo la Av. Freyre y ahora la mira está en el parque Alberdi. Deben temer que Santa Fe se convierta en un páramo como la puna o un desierto como el de Gobi. Nadie pondera el progreso, pero la inacción sí la critican.

¿Serán los que también protegen a las cotorras que trillan a los girasoles?, ¿o a los patos que cuando acuatizan en las arroceras arrasan con plantas, espigas, etc.?, ¿o a las palomas que con sus excrementos pudren techumbres, comen granos en los campos y “marcan” para siempre las pinturas de nuestros vehículos?

Considero que los árboles tienen vida útil y renovarlos es una forma de conservar los pulmones de nuestra querida Santa Fe.

Los rollos, el corsé y el estacionamiento restringido

 

EDITH MICHELOTTI

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La moda gira y los colores y las formas se repiten en el tiempo. A comienzos del siglo XX, fue abandonado el uso del legendario corsé, que durante años había brindado a las mujeres el aspecto de una cintura afinada, un busto erguido y un notable escondite de rollos desagradables. La mujer gordita, obesa o poco agraciada portaba una figura irreal gracias al torturante modelador interior. ¿Adónde iban todas sus imperfecciones y los rollos sobrantes? A donde podían, como podían. Al ajustarlos de un lado saltaban para el otro, produciendo una molesta falta de libertad en los movimientos porque la ecuación no daba. Demasiados rollos, poco corsé. Recorriendo nuestras calles, observando la desmesurada cantidad de autos para tan poca ciudad, no pude menos que recordar los relatos de las abuelas y compararlos con nuestra ajustada metrópoli a la que se le intenta poner un corsé de cortesía demasiado corto, playas de estacionamiento que cobran fortunas y no alcanzan, límites para parar en las puertas de los colegios, taxis que deben subir pasajeros en líneas amarillas, autos particulares que no deben parar sobre esas líneas, prohibición de estacionar en doble fila, carga y descarga horaria, multas abultadas en caso de infracciones, agentes de tránsito intentando ajustar los corsés que no pueden con tantos rollos. La opresiva y antigua moda terminó su ciclo cuando la inteligencia del hombre encontró los recursos necesarios para concluir con la privación de la libertad de movimiento. Seguramente fue costoso, como todos los cambios importantes. Costoso, cuestionado, atrevido, audaz. Pero se pudo. Quizás haya llegado la hora de quitarle el corsé a nuestra ciudad y a todas las que aún no se enteraron del avance de la moda.