Capítulo 23

El Mundial da para todo

Enrique Cruz (h) (Enviado Especial a Belo Horizonte)

Dolió muchísimo. No tengo ni relación con Tití Fernández. Nos saludamos de vernos en los viajes. Recuerdo que un día, volviendo de Barranquilla, protagonicé junto a él un hecho muy particular. El avión de regreso partía de Barranquilla a Panamá y desde allí a Buenos Aires. Fue un día especial para este proceso de la selección, porque ante Colombia aquella vez (dimos vuelta el resultado con una gran actuación de Messi, que fue recibido con silbidos y despedido con aplausos), se jugaban mucho más que tres puntos. Se jugaba la continuidad de Sabella, así de simple.

La cuestión es que en la cola para pasar por el scaner, un policía nos hizo abrir el bolso a los dos. Claro, teníamos desodorante, espuma de afeitar, perfume. Las cosas habituales que uno lleva. Y como el viaje a Colombia era de tres o cuatro días, no hacía falta despacharlo a la bodega del avión porque había poca ropa. Además, era verano.

El policía pretendió que dejáramos allí desodorante, espuma de afeitar y frasco de perfume. ¡Para qué! Tití estalló en ira. Le dijo barbaridades... En un momento, pensé que terminábamos en cana los dos. Porque la cuestión no era defender lo de él, sino también lo mío. El planteo era el mismo y para los dos. Nos dejaron ir y subimos al avión con todo lo que llevábamos.

La noche del accidente de su hija, compartimos el vuelo de regreso de San Pablo a Belo Horizonte. Se puso muy temprano primero en la fila. Quería subir rápido al avión y regresar. Pensar que en ese momento estaba disfrutando de la satisfacción del deber cumplido por el trabajo realizado y la alegría de la victoria argentina. Esa noche, le depararía el peor de los destinos.

Dicen que Tití le dijo a todo el mundo que había cumplido la ilusión de que su hija pudiera vivir desde adentro un Mundial. La trajo a Brasil para hacerle realidad su sueño y se la llevó muerta a Buenos Aires.

Se lo conté en uno de estos capítulos, cuando volvimos de Río a Belo Horizonte por tierra: es tremendo ver manejar a un brasileño. Y mucho más es padecerlo. No viene a cuento saber ni contar demasiados detalles del accidente. La de anoche fue una noche distinta en Cidade do Galo. Esta columna también. Tiempo y resignación, aunque el dolor no tenga fin.