Fue la presunción que el ayudante de Sabella le hizo pública a El Litoral, respecto de Higuaín

...Y Gugnali tenía razón

  • El equipo apareció en un momento justo, sólido, con un técnico que cambió aquellas dudas del principio por las certezas y convicciones de ahora.
...Y Gugnali tenía razón

Hay equipo. Los jugadores de la Selección Argentina celebran la victoria sobre Bélgica y la ansiada clasificación a las semifinales. Sabella y el grupo demostraron ayer que se encontró el equipo. Foto: EFE

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Brasilia)

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Centro de Prensa del estadio Mané Garrincha. Mensaje al celular. “Amigo, ¿qué me decís de Higuaín?”. Es del teléfono de Claudio Gugnali. Y tiene razón. Había terminado el partido hacía una hora y media. Iban viajando hacia el Aeropuerto porque a las 7 de la tarde se subían al chárter para volver a Cidade do Galo. Y juro que pensé en él cuando el Pipa la clavó al costado del arquero, junto al palo derecho, con una visión periférica del arco notable, porque ni siquiera lo miró, le pegó y la puso donde debía ponerla para que el arquero no llegue. Tiene razón Gugnali, porque el miércoles a la noche, en Cidade do Galo, sus últimas palabras al despedirse fue: “Vas a ver el sábado un gol de Higuaín”. Le tenía fe, la misma fe que le tenía Sabella y por eso no sólo lo ratificó —cosa que no estaba en discusión— sino que le dio la confianza para que tuviese su gran día. Y lo tuvo. No sólo por el gol. Lo tuvo porque fue la figura, porque corrió una exageración (todos corrieron muchísimo), porque supo aguantarla y porque casi corona una actuación perfecta cuando reventó el travesaño en aquella vibrante escapada del segundo tiempo.

Tenía razón Gugnali. Y ojalá tenga razón en lo otro que me dijo al despedirme. Pero a eso no lo voy a contar todavía, lo haré en su debido momento. Fue una promesa que surgió como consecuencia de una “advertencia” que le hice. Pero dejémoslo ahí. Será contado —ojalá que así sea— en su debido momento.

El volantazo que pegó el técnico fue clave y claro. Demichelis y Biglia a la cancha para que el equipo gane en confianza, en solidez. A esa seguridad no la daba Federico Fernández en el fondo y hasta daba la impresión de que se lo transmitía al resto. Garay jugó un muy buen partido y es posible que haya sido por haberse sentido más contenido y respaldado por Demichelis. Máxime frente a un equipo que combina rapidez en algunos jugadores y buena altura en otros. Hay que estar a tono con la velocidad y responder sin desconcentraciones en los centros que, generalmente, buscaron al alto Fellaini.

No es cuestión de buscar responsabilidades exclusivas en Gago y Fernández, los ausentes en el equipo titular, porque después también hubo un funcionamiento mejorado.

 
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Y la empalmó el “Pipita”...

La imagen es clara no sólo en cuanto a la pose técnica del goleador en el momento de rematar el balón rumbo a la red, sino también revelador en relación a que ni siquiera miró adónde le estaba pegando, lo que confirma su gran visión periférica, con el arco siempre como referencia precisa para el “9” argentino, figura principal ayer contra Bélgica. Foto: EFE

Lo mejor de ayer

— El buen funcionamiento de la dupla de marcadores centrales.

— La generosidad de todos para recuperar posiciones.

— La recuperación de Higuaín.

— La imagen de solidez del medio hacia atrás.

Corrieron todos, se sacrificaron y hubo varios que abandonaron ese estatismo tan criticado de otros partidos. Lavezzi corrió casi seis kilómetros en el primer tiempo, un “disparate”. Por eso terminó fundido, pero lo que hizo fue bueno. Realmente bueno. Y en el arranque del segundo tiempo, después de haber corrido seis kilómetros en el primero, hizo tres o cuatro jugadas en ataque en las que fue protagonista. Lo mismo pasó por el otro lado, primero con Di María y después con Enzo Pérez. Y Biglia le dio respaldo a un Mascherano que no necesitó “correr la coneja” como a veces le ha ocurrido. Sabella lo encapsuló. Y le salió muy bien.

Mencioné a Sabella, que no va a seguir en la selección, que ya le dijo a todos que está desgastado. Y eso que le fue bien. Pero se ve que es un hombre que siente las críticas, lo afectan. Sabella se equivocó en el primer partido. Quizás pensó en esto, en un equipo más utilitario, más compacto, más sólido. Quizás no lo tenía entero a Higuaín y por eso lo dejó en el banco. Quizás no lo veía bien a Gago y también lo dejó en el banco. Siempre entendí que este equipo iba a terminar jugando un 4-4-2 por esto que ayer se dio. Porque había que equilibrarlo. Pero sorprendió a todos con un 5-3-2 muy propio de él pero impropio para el equipo. Se confundieron todos. Él afuera, ellos adentro y hasta nosotros, que no entendimos muy bien lo que estaba haciendo. “Me equivoqué”, dijo Sabella en el Maracaná. Y puso el 4-3-3 que todo el mundo le reclamaba, los de adentro y los de afuera.

Ni siquiera las estadísticas lo apoyaban. Con el 4-3-3 el equipo jamás había perdido. Y eso que había disputado 14 ó 15 partidos, no recuerdo bien. Y el 5-3-2 había sido el sistema más frágil, claro que cada vez que decidió emplearlo, lo hizo ante la ausencia de Messi y en muchas ocasiones cuando apostó a jugadores del fútbol local.

Sabella mismo fue dándose cuenta de las cosas hasta que llegó el momento de armar el equipo para jugar con Bélgica. Sin Agüero, ya tenía un “fantástico” menos. Y además, Higuaín no le rendía. Esa fortaleza ofensiva se había reducido a Messi y este aporte de Di María, que venía de menor a mayor y justo le viene a pasar esto, que casi lo está dejando afuera del Mundial. Sabella tocó el equipo otra vez. Decidió parar definitivamente un 4-4-2. Adoctrinó a Lavezzi para que hiciera un trabajo a destajo, perdiendo energías para intentar lo que más sabe, que es atacar. Y le respondió. Como también le estaba respondiendo Di María en la misma función por el otro costado, hasta que se lesionó, y Enzo Pérez, que entró como si nada.

Compartíamos una charla con el Chavo Fucks en el Centro de Prensa y decía una gran verdad. “No va a faltar el que diga que Sabella lo puso a Demichelis porque se lo pedía la gente y que metió a Biglia porque era el jugador que también le reclamaba la gente. No escuché a nadie que pidiera a estos jugadores”. Y tiene razón. Así como se equivocó en el armado de aquel equipo inicial ante Bosnia, posiblemente buscando esto que ahora encontró, Sabella acertó con este volantazo y logró el equilibrio tantas veces reclamado.

Otra cosa que se agrega y que no es poco: Argentina jugó un buen partido sin la necesidad de depender de Messi. Y no es que Messi haya jugado mal (eso habrá pasado un par de veces en su vida). Significa que Sabella logró armar una estructura de equipo que contenga a Messi, para que él se encargue de aportar lo suyo, que es lo mejor, lo más desequilibrante, lo que agrega una jerarquía incomparable y que otros equipos no tienen. ¿Quién puede decir ahora que este equipo es “Messi-dependiente”?. El partido de ayer echa por tierra con estas presunciones, las desbarata por completo. Messi armó dos o tres jugadas de su sello, le metió un pase-gol a Di María (justo un momento antes de su lesión) y no definió bien en la última jugada cuando se enfrentó mano a mano al arquero belga. Es verdad lo que dijo Sabella en la conferencia, respecto de que su sola presencia logra hacer juntar dos o tres jugadores para marcarlo; y que si sale airoso con un toque entre tantas piernas, genera la aparición de espacios y libertades para el resto de sus compañeros. Pero esta versión de equipo que apareció ayer en el Mané Garrincha no precisó tanto de Messi, lo utilizó con la normal reverencia hacia esos jugadores que aparecen muy de vez en cuando y que son capaces de definir un partido. Argentina lo ganó porque defendió bien, porque el técnico acertó con los cambios, porque fue compacto, porque fue generoso, porque tuvo a un Higuaín encendido y también, entre esas cosas, porque estuvo Messi. Pero no ganó gracias a Messi, como ocurrió en otros partidos.

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El líder no se esconde. A pesar de las marcas férreas, múltiples y a veces ásperas, Messi controla el ritmo del juego y siempre tiene una chispa que puede desencadenar el incendio. Es la llave para soñar con la Copa. Foto: EFE

La parte negativa

— No poder definirlo con un gol más.

— La lesión de Di María.

...Y Gugnali tenía razón