“La maldición del petróleo”

Kirkuk en el foco de la disputa

La ciudad que representa a la región que genera un tercio del petróleo que produce Irak está muy lejos de los petrodólares. Pero en la avanzada de las milicias del Estado Islámico Isis, la disputa con Bagdad es por el control de Kirkuk.

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Una brutal paradoja. Taxistas esperan en una larga cola para llenar sus coches en una estación de combustible, en Kirkuk. Los vehículos deben hacer cola debido a la escasez de combustible en los últimos días.

Foto: Agencia EFE

 

Mey Dubin

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dpa

El conocido como “Jerusalén de los kurdos” es todo menos bonito: si se va a Kirkuk, en el norte de Irak, lo primero que marca una señal es “tierra de petróleo”, un desierto desolador en cuyo horizonte se divisan masivas instalaciones industriales. En el centro de la ciudad hay una hilera de sencillas casas y negocios bajo una maraña de cables de electricidad.

Una ciudad en la que no hay rastro de la riqueza del crudo que albergan los alrededores, pues a la población local no le llegan los petrodólares. Sin embargo, debido a los campos petrolíferos Bagdad no quiere ceder su soberanía, a la que también aspiran los kurdos. Por todo ello, sus habitantes hablan de la “maldición del petróleo”.

Desde hace más de tres semanas, las tropas kurdas, los llamados pershmerga, tomaron el control de Kirkuk, aprovechando la conquista de amplias partes del norte y oeste de Irak por parte de las milicias terroristas del Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS). Desde entonces, el gobierno de la zona autónoma kurda no quiere devolver la ciudad situada a 250 kilómetros al norte de Bagdad.

Y si el previsto referéndum sobre la independencia del Kurdistán terminara con la formación de un nuevo Estado, Kirkuk podría ser incluso su capital.

Más seguridad

Pero a muchos de los en torno a 700.00 habitantes la cuestión de la soberanía y quién ejerza el poder les es casi indiferente. “Me da igual quién gobierne mientras me beneficie de ello”, dice Sayad Ali, que vende cajas fuertes en el centro de la ciudad.

El comerciante es de la minoría chiita de la ciudad, en la que conviven kurdos, turcomanos, asirios y árabes. Procede de cerca de la sureña ciudad de Basora y allí tuvo que ver cómo su vivienda era destruida “por orden de Saddam Hussein”. Por eso, en 2000 se mudó a Kirkuk. “La zona kurda es mucho más segura que el resto del país”, cuenta. Pero la crisis actual ha vuelto a empeorar su situación y sus negocios van mal. El turcomano Mumtas Alnayar de uno de los comercios vecinos lo ve de forma similar. “No nos importa el referéndum, queremos seguridad”: Desde la crisis, todos los iraquíes no gastan su dinero. “No he vendido ni una pieza en tres semanas”, se queja el comerciante de muebles.

Kirkuk está desde hace décadas en el foco de atención del gobierno central en Bagdad, debido a su riqueza petrolera. En el año 1927 se descubrió crudo por primera vez al noroeste de la ciudad. En el valioso campo de Baba Gurgur arde el “fuego eterno”, según las tradiciones desde hace miles de años.

En los años 60 las mujeres de Kirkuk peregrinaban a las llamas si querían tener un bebé. Pero hoy ya no existe, pues el campo ha sido cerrado por motivos de seguridad. En Kirkuk se extrae en torno a un millón de barriles de crudo al día, algo menos de un tercio de la cantidad que se producía en todo Irak, de 3,6 millones de barriles diarios.

Pero la mayoría kurda de la ciudad, que desde hace años sueña con la independencia, siempre fue molesta para el gobierno central árabe. El ex presidente Saddam Hussein llevó a cabo incluso una auténtica “política de arabización”. El dictador desplazó a los kurdos de la ciudad y en su lugar instaló allí a árabes chiitas del sur.

Tras la caída de su régimen en 2003, los partidos kurdos intentaron anular esa política y exigieron una “normalización” de las relaciones, ofreciendo dinero a los chiitas para que regresaran a sus provincias de origen. Los kurdos desplazados fueron llevados de vuelta a Kirkuk y ahora han vuelto a ser una mayoría.

Pero tampoco el jefe de gobierno iraquí instalado en 2006, Nuri al Maliki, quiere devolver la ciudad a los kurdos, retrasando una y otra vez un referéndum que originalmente estaba previsto celebrar hace siete años.

“Durante décadas hemos vivido bajo el dominio árabe y no nos ha traído nada bueno”, dice el comerciante kurdo Miran Yaff. “El referéndum por un Kurdistán independiente es lo mejor que nos puede pasar”, asegura convencido.