De domingo a domingo

Pero no hay kirchnerista que se plante y diga: “Es inocente”

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Mucho se habló de “linchamiento mediático” en una presunta defensa de Amado Boudou, pero nadie se anima a declararlo “inocente”. Foto: Archivo El Litoral

 

Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Para Amado Boudou, tiene que ser bien difícil de digerir la soledad no sólo política, sino humana en que lo ha dejado el kirchnerismo por estas horas, bajo la fachada de una presunta defensa.

El vicepresidente es un verdadero paria, una presencia más que molesta para lo más alto del poder y lo han puesto a dormir afuera, al menos hasta que pase el chubasco. Más que un “linchamiento mediático”, frase de ocasión con la que se procuró desacreditar al periodismo de investigación que sacó a la luz el caso Ciccone, Boudou acaba de sufrir un “linchamiento kirchnerista” por omisión de defensa.

“No lo entregamos para no darle de comer a nadie, pero no lo defendemos. Lo aislamos”, pareció ser el mensaje. Hay pruebas. En estos días, nunca nadie, ni la presidente de la Nación, ni la conducción orgánica del PJ, ni tampoco los senadores ni los diputados oficialistas se atrevieron a pronunciar en una declaración enfática la palabra “inocente” para calificar, aunque sea por solidaridad, al compañero en desgracia. A lo sumo, para cumplir, casi todos ellos recitaron el principio constitucional del derecho a la “presunción de inocencia” para el procesado, que no es lo mismo que endosarle esa cualidad con convicción a una persona de modo pleno.

La próxima podría ser justamente ella

Está claro que es bien difícil para todos los que conocen el entramado de la situación asegurar expresa y públicamente que Boudou está “libre de culpa”.

Si no lo dicen es porque no lo creen o porque alguien les ha dicho que no lo hagan, lo que no es ilógico y más en un esquema ultraverticalista como el actual, máxime cuando la presidente de la Nación fue la primera en ignorar adrede a su vice: no lo nombra, pero tampoco lo apoya. En todo caso, lo de Cristina Fernández se puede entender si se abona la teoría del temor presidencial a los “poderes concentrados” que buscan el golpe, ya que la jefa del Estado parece creer que si le soplan esa pieza, aunque no sea tan vital para el actual esquema de poder, la siguiente en tropezar judicialmente y en rodar políticamente podría ser ella.

Más allá del poco tino que tuvo en la semana cuando dejó picando una eventual comparación entre figuras, al hablar de Juan Perón y de los hechos de corrupción que se le endilgaban en los años ‘50, como si se estuviese refiriendo a Boudou (o quizás a ella misma), la presidente hizo menciones indirectas a la acción de la Justicia y criticó con dureza al Poder Judicial porque “nunca sufrió derrocamientos”, aunque se cuidó muy bien de amparar a su vicepresidente.

Trascartón, fue más bien penoso ver cómo los funcionarios -Jorge Capitanich, en primer lugar- hicieron una verónica sobre el caso y hasta cómo los dos o tres habituales difusores del gobierno en los medios de comunicación se llamaron a silencio, después de una primera defensa fuera del libreto oficial. De modo regimentado, luego prefirieron decir que era un hecho de gran “impacto mediático” y comparar el caso con el procesamiento que pesa sobre Mauricio Macri. Toda la parafernalia utilizada por el kirchnerismo en toda esta secuencia posterior al dictamen del juez federal Ariel Lijo no logró ocultar el fondo de la cuestión y lo decisivo que es el momento actual para la supervivencia política de Boudou.

De eso no se habla

Por vergüenza, temor u obediencia, todos y cada uno de sus teóricos defensores dejaron en la banquina al vice, cada vez más deteriorado ante la opinión pública.

Para ratificar el mirar para otro lado del kirchnerismo y que hubo poco compromiso en la defensa partidaria, hay que remitirse a los documentos públicos que así lo certifican y si el vicepresidente lo hace con rigor será el primero en caerse de espaldas.

El primer elemento a consultar es la versión taquigráfica del Senado, la Cámara que él constitucionalmente preside, en su sesión del miércoles pasado. Ese día, antes de comenzar con el tratamiento de las leyes, el senador radical Gerardo Morales hizo un “planteo” e informó que se le iba a hacer llegar a Boudou una nota firmada por varios bloques opositores “a efectos de requerirle se sirva tomar licencia en el cargo de presidente del Honorable Senado de la Nación, hasta tanto se resuelva procesalmente su situación”.

A partir de allí, en ese tramo, las palabras “inocente” e “inocencia” casi ni se mencionaron y fueron utilizadas sólo en cuatro oportunidades, tres de ellas en boca del opositor senador cordobés Luis Juez, aunque no para calificar puntualmente a Boudou. Lo interesante es observar que sólo en una oportunidad uno de esos términos apareció en boca de un oficialista, el jefe del bloque K, Miguel Pichetto, quien en su cuidadoso discurso la pronunció, pero sólo para referirse al proceso por las presuntas coimas en el Senado por la reforma laboral del año 2000 y dejó la respuesta sobre la licencia en manos de las “íntimas convicciones” del vicepresidente.

La cantinela de la desestabilización

En el Senado, su hábitat, apenas un mensaje de “arreglate solo” para Boudou y nada más qué decir. Cronológicamente, el jueves accedió a reunirse la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados para provocar el rechazo del pedido que habían hecho los opositores, habida cuenta del número que le brindaba una cómoda mayoría para mandar para atrás cualquier pedido.

Sin embargo, la jugarreta política para demostrar que no estaban cerrados al tema, dejó otro lastre incómodo para el cuestionado funcionario. En el inicio de la reunión, el oficialismo hizo circular un Informe que fue votado de forma unánime por todo el oficialismo. ¿Qué decía la declaración? Que “se rechacen in limine los pedidos de juicio políticos referidos, toda vez que se basan en supuestos hechos y actos que aún tramitan en sede judicial”. Y encerrado en ese latinajo de la jerga judicial hay otro trastorno para Boudou: la modalidad in limine permite cerrar de inmediato el caso, pero abre la posibilidad de que, en caso de ser nuevamente procesado por algunas de las otras seis causas donde figura comprometido (enriquecimiento ilícito, papeles de su auto, el caso Formosa, etc.), se sustancie un nuevo pedido de juicio político y sería todo un volver a empezar.

Hay que leer detenidamente el Informe kirchnerista de la Comisión que preside la diputada Adela Segarra, la misma que hizo un papelón radial cuando se quedó muda ante el periodista Marcelo Longobardi, quien le había preguntado si cuando votó sabía a quién el Estado le estaba expropiando la empresa Ciccone, para darse cuenta de que quienes se supone que estaban defendiendo a Boudou nunca llegaron a afirmar con cierta convicción que el vicepresidente es “inocente”. En ese escrito, se habló con grandilocuencia de la “gravedad institucional (de) este intento corporativo de desestabilización política” y de los medios de comunicación, “que muchas veces actúan con imprudencia e irresponsabilidad generando verdaderos actos de linchamientos mediáticos, prejuicios y odio”.

Y ahora también “traidores a la patria”

Tanta pasión propia por meterlo a Boudou debajo de la alfombra, se da de patadas con el discurso hacia afuera que sistemáticamente muestra al gobierno como al más iluminado de la cuadra, el mismo que sostiene ya sin pruritos que todo aquel que no piensa como el kirchnerismo -legisladores, jueces o periodistas- es un “traidor a la patria” y lo mismo vale para lo que se dice del vicepresidente o para los fondos buitre o hasta para los que se oponen a los murales junto al Obelisco.

Pese a toda esta pasión por la “soberanía nacional”, que se hace sentir también en muchos opositores, Axel Kicillof -y por ende la presidente- saben que es vital mantener los pies dentro del plato porque, más allá de los apoyos políticos que se recojan en la ONU o la OEA, que sirven para poco y nada, lo que está en juego es el financiamiento que el gobierno necesita para llegar con cierto confort, con vicepresidente o sin él, hasta diciembre de 2015.

Aun a favor de la oxigenación que le otorgará por unos días al caso Boudou y al kirchnerismo la performance de la selección de Alejandro Sabella al llegar a una semifinal después de 24 años y jugar por fin los benditos siete partidos, habrá que observar qué ocurre cuando pase la euforia. “El Mundial no tapa las malas conductas”, dijo el senador Juez. Ya se verá.