Para ver la final

Para ver la final

Hay muchos estilos de televidentes. Tranquilos, nerviosos, levantiscos, indiferentes. Ahora, cuando se trata de fútbol, de un mundial, de tu selección, la cosa se complica. Porque esos que tenés al lado son encima tus hijos, tu pareja, tus viejos, tus suegros. Podés quedar en off side; o te pueden poner la roja. En esta nota, vamos con los tapones de punta. ¡¿Y qué?!

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

 

Conforme avanza o retrocede el mundial (depende), me fui dando cuenta de que, a los efectos televisivos, soy un cabrón solitario: me gusta mirar solo y no transferir a nadie mis humores ni que me transfieran los de los demás. O sea: un troglodita, un cavernícola que se abusa de la existencia de más una pantalla en la casa y asume para sí una y que el resto se hamaque. Pero hay otros televidentes y otras formas. Y hay gente que necesita imperiosamente tener a quién abrazar después de un gol. Aquí, someramente, para matar el tiempo antes del partido, describimos algunos de esos tipos (y tipas) que disputan liderazgos y presencias ante el televisor. Somos o no somos un equipo, carajo.

• Tenés en primer lugar, el efusivo, el expresivo, el expansivo y otros ivos. Es un genuino representante de la argentinidad al palo. El vago requiere (o no reniega de) gente alrededor. Está o puede estar tuneado con camiseta, gorro, vincha. Grita, se abraza, tiene cábalas y todo en este señor es público. No oculta nada. Como contrapartida, su exceso de personalidad puede conspirar contra el desarrollo de las personalidades de la gente que lo rodea. Si encima es el “jefe de la familia”, tiende a apagar cualquier expresión que no sea la propia. Hay que tener cuidado cuando festeja, porque el tipo es pesado y cuando se levanta puede clavar un codazo de amarilla o roja en la púber cabeza del hijo o del nieto.

• En el otro extremo tenés el imperturbable, inescrutable, inexpresivo y otros ines. No es que sea amargo, sino que en general no es dramático, ni efusivo ni expansivo. Es de bajo perfil, disfruta a su modo. Su personalidad permite desde luego el crecimiento y pastoreo de otros egos familiares y amicales a su alrededor, pero postula de alguna manera una expresión general más tranquila. Puede ser sacudido en algún gol por doña Marcia que lo agarrará de las solapas y le propinará su efusivo abrazo (literalmente) de oso.

• El inquieto. No es igual al efusivo. Este es inquieto: le cuesta estar sentado, centrar su atención en el relato y en la imagen. Se para, se sienta, se semi para, se semi sienta. Y cuando está sentado se mueve todo el tiempo: mueve las piernas, zapatea, mueve las manos, la cabeza. Necesita caminar: va hasta la cocina para preparar mates (el agua se le pasa o te ceba dos mates espantosos), va al baño, va a la pieza, va hasta el otro televisor donde se juntan tu hijo con sus amigos (una patota potente y bullanguera, de imposible convivencia con el resto de la convencional familia), va a la calle para palpar el clima general. Se recomienda exportarlo o atarlo.

• La nueva generación. Allí están tus pibes, tus sobrinos, los amiguitos, las compañeritas; esos cretinos que jamás jugaron al fútbol (mientras vos sos un viejo tiburón de las canchas, capaz de entender un cruce, un chanfle, un pique al vacío, aunque ahora sólo piques vacío, entraña, matambrito...) y que son de la generación de las redes sociales, las selfies, la producción estética. Se pintan enteros, tienen camisetas que jamás supieron ni sabrán de campitos ni transpiración alguna, gorros, muñequeras, banderas y hasta producciones pictóricas y murales enteros en sus caras y pelos. Son entusiastas, festejadores al bulto, le ponen onda, súper onda, exceso de onda y quieren salir a festejar o salir a lo que sea incluso antes de que se consume la cosa. Y quieren juntarse con gente, aunque sean desconocidos.

Después están el pesado, el criticón, el mala onda, el indiferente, el descolgado que quiere ver una de Bergman o el apareamiento de somorgujos en el canal de documentales justo en el horario del partido, la que ve cuerpos y estilos y posibles e imposibles amantes fogosos en vez de jugadores de fútbol. Una fauna variada con tantos integrantes como televidentes existan en una casa. Callate, que ya empieza.