Crónica política

El infierno tan temido

17-cristina.jpg
 

Rogelio Alaniz

“Nadie piensa donde todos lucran; nadie sueña donde todos tragan” (José Ingenieros)

La Señora ha dicho con su habitual elocuencia, siempre correspondida por las genuflexiones de una platea dócil y sumisa, que no quiere dejar ninguna herencia nociva para el futuro. Lo siento por ella, pero sobre todo lo siento por nosotros, porque tal como se presentan los hechos muy bien podría decirse -recuperando un refranero popular- que estamos mal pero vamos para peor. Si encima no cumplimos con el fallo del juez Griesa, el escenario pasa de castaño a castaño oscuro.

Las adjetivaciones en contra del imperialismo, el capital financiero o los usureros internacionales, no son más que eso: adjetivaciones que no alcanzan a disimular la indigencia política de una gestión incompetente y torpe, incapaz no sólo de entender lo que pasa en el mundo sino de lo que nos está pasando a los argentinos.

La Señora se va dentro de un año, lo cual es una buena noticia, pero nos deja un país postrado y corrompido, lo cual es una pésima noticia. Doce años de ejercicio del poder K en condiciones internacionales excepcionales y el país está más endeudado que antes, con un insólito e inexplicable déficit energético y con sus infraestructuras básicas colapsadas.

Para disimular errores y ocultar vicios se mintió descaradamente. La retórica del “relato” intentó distraer a propios y a extraños acerca de las trapisondas de una claque corrupta decidida a enriquecerse con un descaro que transforma a Menem en un austero republicano. Boudou es el rostro visible de una realidad sórdida y oscura, pero lo que hay detrás de Boudou es igual o peor.

Todo se hizo mal, incluso lo que en un primer momento se hizo bien. Se habló de los beneficios del Estado y hoy el Estado está más postrado y corrompido que antes; se habló de un proyecto desarrollista y nunca se fue más allá de un aprovechamiento oportunista y dispendioso de los beneficios de un crecimiento de coyuntura; se habló de una sociedad más igualitaria y la cifra de ocho millones de pobres es la respuesta práctica a tanta literatura nacional y popular; se habló de más trabajo y lo único que crecieron fueron los subsidios; se habló de una Justicia independiente, pero el juez preferido del régimen se llama Oyarbide; se habló de los derechos humanos y a la vuelta del camino la única conclusión que queda en limpio es la hazaña de haber corrompido a instituciones que, por supuesto, se dejaron corromper; se habló de una prensa libre y valiente, pero la prensa preferida del régimen es sumisa y servil; se habló de revolución educativa pero lo cierto es que el país que a principios del siglo XX estaba a la vanguardia en América Latina, hoy contempla impotente cómo sus universidades retroceden y sus escuelas languidecen en el anacronismo y la impotencia; se habló de un país más sano y más justo pero la única novedad que hemos incorporado de manera definitiva en estos años ha sido el narcotráfico y la inseguridad; se habló de los beneficios del federalismo, pero nunca en nuestra historia el poder nacional concentró tantos recursos y nunca las provincias estuvieron tan dependientes del poder central; se habló en nombre de los grandes ideales de la humanidad, pero lo que se alentó en términos prácticos fue la alcahuetería, el servilismo y la obsecuencia; se habló de lucha y se practicó el vasallaje; se habló de ideales y en su nombre se enriquecieron sin pudores; se habló de honor y se mintió todos los días. Pobre Argentina: tan lejos de 2015 y tan cerca de los Kirchner.

A los errores de concepción, a los vicios políticos, a las pretensiones cesaristas sumaron anacronismos teóricos y políticos. Hoy existe un amplio acuerdo en admitir que aquéllo que por comodidad designamos con el nombre de “campo”, expresa al sector más moderno e innovador de nuestra economía. Sin vacilaciones hay que decir al respecto que todo lo bueno que se hizo fue a pesar del gobierno, y que todo lo malo que hoy padece el campo es gracias a su política. Sin el aporte de este sector, sin los beneficios de lo que la presidente calificó como “el yuyo”, no hubieran existido los beneficios de esas condiciones económicas internacionales excepcionales.

Sin embargo, hicieron todo lo posible por entorpecer, esquilmar y empobrecer la actividad productiva. La Señora y los muchachos, en este terreno no se privaron de nada. Los Kirchner se van, pero la Argentina tiene menos vacas, menos trigo, menos maíz, menos tambos, menos frigoríficos y menos emprendimientos productivos. Las innovaciones fueron saboteadas y lo que se hacía bien dejó de hacerse. La ganadería de Uruguay y Paraguay es superior a la de la Argentina, otrora país de las vacas gordas. Los K lo hicieron.

Nunca dejaron de mirar al mundo con ojos bizcos. El modelo fue Chávez; hoy tal vez sea Putin o algún imán del Golfo Pérsico. Convine recordarlo una vez más: nada se podrá hacer fronteras adentro si no definimos una adecuada política de inserción fronteras afuera. Las mejores tradiciones económicas de nuestro país provienen de una óptima resolución a este dilema. Cualquier duda consultar con la Generación del Ochenta; o con esa Argentina de crecimiento prolongado, modernización y movilidad social que existió desde 1958 hasta 1973.

Generar empleo es bueno, pero la pregunta a hacerse es cómo logramos que esté en sintonía con las grandes innovaciones científicas y tecnológicas. Claro que es bueno terminar con la desocupación, pero eso se hace con trabajo no con subsidios, con capacitación e instrucción no con jóvenes que ni estudian ni trabajan ni tienen ganas de hacerlo. Ninguna de estas metas estuvo presente en la agenda de este gobierno. A lo sumo se dijeron algunas palabras desde el célebre atril, palabras que se perdieron en el aire entre sonrisas y aplausos obsequiosos.

El rasgo farsante y tramposo del régimen está estampado en su rostro como un eczema, un tumor o una imputación. Ella es su expresión más descarada e innoble. Ninguna cirugía estética, logrará ocultar lo visible, disimular las llagas. Mintieron, robaron y sembraron el odio entre los argentinos. Todo ello en nombre de su cuenta corriente. El grotesco y el sainete fueron el género preferido. Sobreactuaron como farsantes. Dijeron incendios contra Repsol, para después pagar más de lo que los funcionarios de Repsol hubieran pretendido; fueron al Club de París y eligieron la peor de las opciones; se enojaron con el FMI y arreglaron con Chávez que les cobró intereses cuatro veces más caros; Griesa les perdonó la vida durante años hasta que harto de tanta retórica hueca y agresiva los volvió a la realidad con un fallo que, con un mínimo de discreción, podríamos haber evitado.

Los Kirchner se van, pero el país que nos dejan se queda. No sé si la oposición estará a la altura de los desafíos que se abren. Si un consejo fuera posible, habría que decirle que traten de hacer exactamente lo opuesto a lo que hicieron los farsantes que se van. No roben, no mientan, no siembren el odio. Respeten la ley, respeten las instituciones. Gobiernen para todos los argentinos y no para una facción. Sirvan, no sean servidos. Miren el mundo y decidan insertarse en él aprovechando nuestras ventajas comparativas. Definan políticas de Estado a mediano y largo plazo. Piensen en gobiernos cortos y estrategias largas. No pretendan perpetuarse en el poder. Gobiernen con la Constitución en la mano, que es el único programa que en este país no se ha cumplido. Respeten al pueblo. No lo halaguen con demagogia, no lo corrompan con regalos. Prefieran a un ciudadano digno y no a un alcahuete obsequioso. Respeten y serán respetados. Cada vez que se sientan domados por la tentación del poder, por la tentación de mentir, por la tentación de agraviar, por la tentación de robar, piensen en los Kirchner.